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En Sevilla dirían, respecto a estas fechas de Valencia, que estamos ya en las tardes de farolillos puesto que, las figuras han hecho su aparición y, los del clavel, están locos de contentos. Lleno en los tendidos y, resultado variado. César Rincón ovación y silencio. El Juli, ovación y oreja y, El Capea, silencio y aplausos, habiendo lidiado toros de Jandilla. La corrida, en su conjunto, podríamos decir que ha servido en buena medida; no en la esperada por los toreros que, como se sabe, se daban de patadas unos a otros por conseguir torearla. El problema de estas corridas es que, en la mente de los toreros está la idea de que los toros van a servir y, si no ocurre así, el desencanto es inimaginable. Con semejante material, César Rincón, en su primero, ha tenido atisbos de su calidad, de su enorme clase como lidiador pero, no ha terminado de redondear nada. Dos tantas por el pitón derecho ha rubricado el colombiano que, en honor a la verdad, no ha tenido su tarde más afortunada en Valencia. Su segundo le ha dado pocas opciones y, el colombiano, no se ha complicado la vida. El Juli ha cortado una oreja en Valencia que, aún sabiendo a pueblo, a él le sentará como su triunfo más inenarrable. Y digo a pueblo porque, como todo el mundo sabe, cortar una oreja en el coso de la calle de Játiva, lamentablemente, desde hace mucho tiempo, no es ninguna proeza. Es verdad que, Julián, el hombre, ha estado animoso, afanoso y con enormes ganas, eso nadie se lo discutirá. Le han agradecido su noble acción de no poner banderillas y, eso ya es un triunfo. La voluntad y la técnica de este hombre, hoy, han tenido un premio generoso de una oreja. El Capea está muy verde. Funcionará por las ferias por ser hijo de su padre y, esa fortuna, nadie se la quitará. Con silencio y tibias palmas se le ha despedido de la plaza y, mucho tendrá que apretar si quiere no quedarse descolgado. Bien es verdad que, siendo quien es, le aguantarán, pase lo que pase, el tiempo que ellos quieran.
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