Una vez más nos cabe el honor de conversar con un hombre apasionado por la vida y, ante todo, por el ejercicio creativo en su profesión que, como el mundo le conoce, ésta no es otra que la de torero. Se llama Curro Díaz y, a estas alturas de su vida se ha convertido en un torero de admirado y respetado y, lo que es mejor, esperado. Al diestro de Linares jamás le subyugo la estadística, ni falta que le hace; tampoco anheló record alguno, por eso se ha convertido en un torero de culto.
Curro Díaz no es un asalariado de nadie, por tanto, jamás se le podrá calificar como un honrado trabajador del toreo, más bien todo lo contrario puesto que su concepto creativo en el ejercicio de su arte va mucho más allá de lo que esgrimen muchos de sus compañeros que, a falta de otros valores lo basan todo en un trabajo arduo. El diestro de Linares camina por otros derroteros; no sé si para bien o para mal, pero la gran verdad es que este diestro esculpe faenas que otros diestros sueñan.
Como digo, mientras otros sueñan el toreo, Curro Díaz lo hace realidad en la gran mayoría de las tardes, siempre, lógicamente, dependiendo del toro que tenga enfrente; porque, no nos engañemos, como el toro no quiera colaborar, ni el mismísimo Belmonte que resucitara podría hacer el toreo.
Sencillamente........Curro Díaz
Como fuere y pese a todo, Curro es la inspiración, el sentimiento, la creatividad, la construcción de la obra soñada, la que deja huella al paso de los años y, para su suerte, a Curro Díaz no le preocupa la plaza en la que torea; es decir, su inspiración alcanza a cualquier ruedo en función del toro que tiene delante.
Recordemos que, entre otras muchas faenas, este año esculpió la obra soñada en Manzanares, una obra que tardarán muchos años en olvidar aquellos aficionados, como jamás han olvidado que allí murió Ignacio Sánchez Mejías. Así es la huella que suele dejar este diestro tan artista como mago del toreo. A Ignacio, en dicha plaza se le recordará siempre porque allí entrego su alma a Dios; a Curro se le recordará por haber hecho la faena soñada.
Sin buscar numerología alguna, Curro Díaz ha logrado con su arte e inspiración ser un torero esperado en las plazas en las que actúa. Cuando entra en los carteles este diestro, el aficionado tiene la sensación, la bella esperanza de que algo grande tenga que suceder y en efecto, así sucede. Incluso en las tardes en que los toros no le han permitido hacer la faena rotunda que él piensa y sueña, en ocasiones, con retazos, detalles y pinceladas del toreo más caro, Curro ha salvado la tarde.
La personalísima forma de interpretar la verónica de Curro Díaz
-Por cierto, Curro, como has visto, no sé las razones pero me acordé de tu faena en Manzanares, como pude haberme acordado de Sevilla, Almería, Linares y otras muchas plazas. En realidad, ¿qué pasó en aquella tarde en que, repito, me contaron auténticas maravillas de tu actuación?
Son esas tardes en que, al margen de los trofeos, te marchas a casa con la sensación de haber logrado el sueño que uno siempre lleva dentro. Me marché feliz y dichoso porque, amigo, eso de ver que los aficionados hasta lloraban de emoción ante el toreo que allí interpreté, eso es alentador y, lo que es mejor, deja a uno con la ilusión a flor de piel al saber que, de mis manos y sentidos, el toreo sigue siendo posible.
-O sea que, hiciste bueno el axioma del maestro don Antonio Bienvenida cuando nos decía que el arte es lo que se lleva uno a casa tras haber presenciado una corrida de toros.
Así lo sentí, nada es más cierto. Y fíjate, me alegro de que me nombres al maestro Bienvenida que, además de ser un gran torero era un sabio como persona, su definición al respecto del arte lo dice todo.
-Has logrado algo en el toreo está destinado a un pequeño grupo de matadores de toros; ese algo que me refiero no es otra que haber logrado que le gente te espere. Ante este hecho, ¿qué se siente, responsabilidad, preocupación, nervios…..?
Ante todo, una dicha muy grande porque si ya en los primeros compases de la faena compruebas que el aficionado ya está vibrando, la satisfacción no puede ser más hermosa. Yo no aspiro a torear más que nadie ni a ostentar record alguno, pero sí me obsesionaba lo que he logrado, saberme esperado y querido. Lógicamente, unos días se logran resultados mejores que otros, como le sucede a todo el mundo. Ciertamente que, a nivel íntimo, de forma espiritual, es algo que me llena por completo. No soy uno más; soy el deseado por muchos aficionados que, visto desde otro ángulo, hasta podrán estar equivocados si las cosas no salen como todos esperamos. No es menos cierto que, cuando el toro ayuda, la comunión que tenemos entre los aficionados y yo suele ser de una complicidad absoluta.
El pase del desdén en la obra de Curro Díaz
-En general, has tenido lo que se dice una temporada muy interesante, yo diría que, en líneas generales, con triunfos importantes en plazas de relevancia pero, faltó Madrid, Curro. ¿Qué pasó? Y te lo pregunto con conocimiento de causa a sabiendas de que en Las Ventas eres santo y seña para su afición, lo que viene a demostrar todo lo que antes decíamos.
Maté las corridas con dignidad y solvencia porque lo toros, como todo el mundo pudo ver no se dejaron en lo más mínimo; son esas tardes en las que como no estés preparado puedes pasar un calvario horrible; no fue mi caso, pero si me llevé la decepción de la impotencia al ver que los toros no me ayudaron para nada.
-Algo que viene a demostrar que, por ejemplo, al margen de tus actuaciones triunfales en las corridas de toros, en algún que otro festival has esculpido obras irrepetibles. Ante todo lo que sucedió en Madrid, ¿qué hubieras dado por cambiar de escenario en las tardes en las que te he aludido en la que has creado obras inenarrables?
El destino lo ha dictado así y cambiarlo es imposible. Quizás podríamos hablar de suerte por aquello de que en Madrid deberían de haberme salido toros aptos para el triunfo y no resultó así. No, no podemos cambiar el designio de nadie y mucho menos el mío que sueño con el arte cada día de mi vida. A veces hay que luchar contra los elementos, aunque sepamos de antemano, como me sucedió en Madrid, que no tenía posibilidades de triunfo. Tampoco me amargo por lograr faenas hermosas en pueblos o en algún que otro festival como decías. La grandeza del arte lo recompensa todo, tanto a los aficionados como el protagonista de la obra en el lugar que fuere.
Su personal interpretación del pase natural
-Por lo que deduzco, Curro, quedaste satisfecho de lo que ha sido tu temporada número veintiuna.
Internamente uno siempre aspira a más, pero dadas las dificultades que entraña esta bella profesión, me siento muy satisfecho de lo realizado. He tenido sensaciones muy hermosas, de esas que reconfortan a los toreros; he logrado triunfos de mucha resonancia y, lo que es mejor, me he sentido torero por encima de todo. Pude haber superado la barrera de las treinta corridas de toros que, en los tiempos actuales toda una hazaña; y digo pude porque perdí algunas por diversas causas. Como fuere, estoy muy contento.
-Perdóname por lo que voy a decirte. Te conozco desde que empezaste la maravillosa aventura de ser torero y, si me lo permites, Curro, sospecho que nunca quisiste ser figura del toreo. ¿Me equivoco?
De ese tema he conversado con muchos aficionados, incluso contigo lo he hablado alguna vez. Es cierto que, de haber enfocado mi carrera por otros derroteros quizás hubiera llegado más arriba, hasta el punto de que como dices, algunos me hubieran calificado como una figura del toreo; pero yo no pretendí nunca eso; y no es que no lo deseara, como todo el mundo, pero de haberlo logrado debería de haber sido por el sendero que camino que, como se sabe es muy difícil. Ya lo decías tú, no soy hombre de record ni de cifras apabullantes. Si me apuras me conformo con lo que soy que, para mis adentros es el máximo. Quise ser torero y lo logré; soñaba con hacer el toreo que me dictaba el corazón y lo conseguí; anhelaba que un día los aficionados me esperaran cuando me vieran anunciado en los carteles y eso también ha sucedido. He logrado hacer realidad muchos sueños, por ello no que queda otra opción que darle gracias a la vida.
Su espectacular pase de pecho
-Tengo una curiosidad que, seguramente te parecerá una tontería pero, debo de preguntártelo. ¿Cuándo toreas en Linares eres el paisano al que admiran o el artista con el que sueñan?
Yo diría que es una conjunción de ambas cosas porque no se puede separar lo uno de lo otro. No es menos cierto que Linares siempre me alentó, me apoyó desde los tiempos más difíciles, pero yo, a su vez, en dicha plaza siempre entregué lo mejor de mi ser, la prueba no es otra que los muchos triunfos allí logrados. Este año, sin ir más lejos, allí dejé una de mis obras más representativas; pero no lo digo yo, lo dijeron los aficionados y la crítica.
-Todos, sin distinción, nos pasamos la vida hablando de tu arte mientras que, al respecto del valor, o lo damos por hecho o no nos damos cuenta que tienes más valor que nadie. Lo digo porque, matar todo tipo de encastes y pasarte los toros por la faja de esa forma tan rotunda eso me parece grandioso, algo que has hecho lidiando Miuras, Victorinos y en cualquier rama del encaste Santa Coloma en sus diversas versiones ganaderas. ¿Cómo ejercitas ese valor que apenas nos lo haces notar? Como te decía, nos extasiamos con tu arte pero, amigo, para hacer todo eso hay que tener más valor que El Espartero.
Valor y miedo, todo a la vez. Recuerda que soy humano como el primero, pero no es menos cierto que la fuerza espiritual que vive dentro de mi ser, la que me empuja hacia los senderos del arte, es la misma que me reconforta para tener ese indudable valor que se precisa para matar ese tipo de corridas fuertes, duras, muchas veces correosas y difíciles y, por encima de todo, tratar de extraerles las pocas o muchas embestidas que tengan dichos toros para llegar a la cumbre del arte. La tarea no es sencilla.
La estética de Curro Díaz al servicio del arte
-Yo no sé si te hiciste millonario con tu arte, pero si te digo que tu arte sigue siendo millonario. Y lo afirmo por lo quilates de tu toreo que, muchos, sin duda alguna, quisieran acaudalar.
Sin ser un torero conformista, que no lo he sido, no es menos cierto que mi tarea ha consistido en lo que tú decías, que mi arte fuera millonario, que cautivara a los aficionados y, por esos vericuetos caminé. Ni desdeño de lo que tengo ni ambiciono lo de nadie. Cada persona es un mundo muy complejo y muy difícil de analizar, de ahí mi respeto para todos. Como antes decíamos, pude haber emprendido otros caminos que, de cara a la galería quizás me hubieran dado resultados más sonados, por decirlo de alguna manera, pero no hubiera sido yo y me hubiera traicionado a mí mismo. Dejémoslo como está.
-Apenas quedan cuatro años para que se cumplan tus primeros XXV años como matador de toros. ¿Cumplirás esos cinco lustros como torero?
Eso espero. Me siento fuerte físicamente. Es cierto que, nadie puede hacer designios para el día siguiente porque de repente se pueden venir abajo todos los planes concebidos de antaño. Pero si Dios quiere y conservo la salud que tengo, podré cumplir esos veinticinco años con todo el honor y la responsabilidad que me compete en calidad de torero.
-Dentro de pocas fechas te marchas a Colombia para participar en sus ferias más importantes pero, al pensar en América me acuerdo del día de tu confirmación de alternativa en La México y, te lo juro, al respecto, llevo una espina clavada; y si la llevo yo, me imagino como te sentirás tú. Te lo digo porque he visto muchas veces esa corrida en la que estuviste sensacional y, como si de una maldición se tratare, el público no reaccionó, algo que nunca logré comprender. ¿Has analizado tú aquella actuación que, repito, no dejó helados a todos porque no entendimos aquella frialdad?
Para mí desdicha siempre le encontré la explicación. Y digo desdicha porque me sentí muy torero, hasta el punto de que tras mis faenas me ovacionaron pero, lo que yo no contaba era con el factor llamado El Pana. Me honró que Rodolfo Rodríguez fuera mi padrino de confirmación puesto que, por aquellas fechas, El Pana era el ícono más admirado en México. Recordarás que unos días antes El Pana había logrado la rotundidad de su éxito más grande en Insurgentes, la célebre corrida que le aupó, la que tenía que ser su despedida y se convirtió en su gloria, algo que me alegré muchísimo. En aquellos instantes, su fuerza era tal que en La México solo había ojos para el maestro, algo que respeté muchísimo. Mira si su fuerza era grande en aquellos momentos que eclipsaba a todos y yo no era una excepción. Torear con un genio tiene ese riesgo y eso me sucedió a mí, pero es algo de lo que nunca me arrepentí porque siempre podré decir que compartí cartel en La México con el torero más genial que había en aquellas tierras aztecas. Seguro que Dios lo tiene a su diestra.
-Tras tantos años de torería ¿qué te queda por demostrar?
El mundo del arte es tan bello y complejo, todo a su vez que, por muchos años que pasen el artista sigue ávido de emociones al respecto de su creación y, como solemos decir los toreros, seguir soñando con la faena perfecta puesto que, en mi caso, e imagino que le sucederá a todo el mundo, la faena rotunda e inolvidable, siempre queda pendiente; habré logrado obras hermosas, nada es más cierto, pero uno aspira a más y si un día me convenciera para mis adentros de haber hecho la obra soñada, dejaría de luchar.
-Muchas gracias, Curro Díaz, que tengas mucha suerte en América en tus próximas actuaciones y, como siempre, esperamos la próxima temporada con ilusiones renovadas para que nos sigas extasiando con tu arte.
Fotos: Muriel Feiner