El próximo siete de agosto se cumplirán ocho años desde que José Carlos Venegas fuera investido como matador de toros en Alicante, teniendo, como padrino a su paisano Curro Díaz que salió herido mientras que, el doctorado, salía por la puerta grande como gran triunfador. Es decir, los alicantinos que tuvimos la dicha de presenciar aquella corrida tenemos argumentos para certificar que, en tal día se doctoraba un muchacho con todas las condiciones para ser un torero importante.
El muchacho, hasta el momento actual ha tenido una carrera ascendente a nivel moral porque, en realidad, ha superado retos que parecían imposibles y, en sus manos, ha sido toda una realidad. Sus actuaciones se han saldado con éxito y, lo que es mejor, sus últimas comparecencias en Madrid en los dos años anteriores, hasta tuvo la gallardía de triunfar con los toros de Saltillo, toda una proeza muy difícil de conseguir, pero el de Beas de Segura lo logró.

Aquí vemos el semblante ilusionado de José Carlos Venegas
Retos dificilísimos que el torero superó con éxito. ¿Qué pasó luego? Las cosas del taurinismo puesto que, mientras a unos, los consentidos, el mínimo triunfo les vale para que les arropen y cuiden y, en otros casos como el de José Carlos Venegas, aquellas orejas cortadas en Madrid a toros de verdad no le han servido casi para nada.
Desde luego que, para muchos diestros la situación es casi insostenible pero, a fuerza de voluntad, con una afición desmedida, son capaces de mirar el horizonte como si tuvieran cuarenta corridas de toros firmadas, José Carlos Venegas es el ejemplo de lo que digo.
Esa es la gran virtud de este hombre que, aferrado a sus ilusiones, a sus creencias, a su convicción de saberse torero por encima de todo, es capaz de soportar las situaciones más amargas, siempre, con el deseo de que un día le llegue su momento. En honor a la verdad, condiciones las tiene todas, será cuestión de fe y de perseverancia. Y llegó el pasado domingo 27 de mayo en que, una vez más, Venegas acudía a Madrid con sus ilusiones intactas.
El jienense era uno de los componentes del terceto que se enfrentaban a los toros de Dolores Aguirre. Juan Carlos sabía, como sus compañeros, de la dureza de esta ganadería pero, lo que no sospechaba era que se enfrentaría a la corrida más infame que pudiera encontrarse en su vida. Nosotros, en calidad de aficionados podemos certificar que, la corrida aludida de la ganadera fallecida, resultó ser un fiasco en toda regla; sencillamente, un desfile de asesinos por las plaza de Madrid que, con toda su saña a cuestas, querían que hubiera sangre a borbotones en dicho ruedo, algo que no pasó porque Dios es generoso para con sus hijos humildes porque, como explico, condiciones las había todas para que corriera la sangre.

Venegas jugándose la vida en Madrid
-Explícame, Juan Carlos, como eran tus ilusiones cuando entraste en la plaza y, a su vez, cuando saliste.
Al llegar, pese a saber de la dureza de dicha corrida, como tú decías, mis ilusiones estaban intactas; siempre he matado en Madrid corridas durísimas, por tanto, nada me sorprendía porque en realidad, lo que aspiramos todos los toreros es estar presentes en la feria de Madrid, por San Isidro, claro. Luego, cuando finalizó el festejo y comprobé que estaba vivo al igual que mis compañeros, sentí una paz desmesurada.
-No hubo ni una sola opción ¿verdad?
Fue totalmente imposible, lo pudo ver todo el mundo, presentes y ausentes. Me queda la satisfacción de que hubo acuerdo por todas partes en que la corrida era ilidiable. No son excusas que, a veces los toreros, en un momento determinado podemos argumentar, cosa que yo nunca hice. La realidad de lo que sucedió fue tan apabullante que, salir vivo, como te decía, resultó todo un milagro.

José Carlos Venegas se desmaya con la muleta
-¿Qué motivaría a los herederos de la ganadera lidiar dicha corrida en Madrid que, tan solo verla ya daba grima?
Nadie lo sabe. Igual en su fuero interno hasta pensaban que algún toro podría romper, cosa que se me antojaba imposible como así sucedió porque la corrida era muy fea de hechuras, por tanto, aparentemente ilidiable. ¿Esperaban el milagro? Puede que sí, pero la realidad es la que todos pudimos ver.
-Si te sirvió de poco la oreja que cortaste el pasado año a la de Saltillo, imagino que este año el panorama se presentará todavía pero. ¿Qué esperanzas tienes para la presente temporada?
Tras salir ileso de Madrid uno tiene todas las esperanzas a flor de piel; es decir, dudo que me salga otra corrida tan difícil, correosa y mala como la de Madrid. Siendo así, a partir de ahí todo serán ganancias. Seguiré luchando como es mi vida que nada se me ha hecho fácil, por tanto, hay que seguir.
-Yo he llegado a pensar, como aficionado, que Simón Casas, como empresario de Madrid, al contrataros, a sabiendas de lo que hacía que dijera, “tres menos que no molestan”
No puede existir una mente tan perversa como la que tú reflejas. Es cierto que son muchas corridas en toda la feria, encastes de todo tipo y, para mi desdicha me tocó la peor. Lo que tú has dicho, como novela, se puede entender pero la realidad es muy otra. Es más, la lógica nos dice que tanto el señor Casas como cualquier otro empresario, lo que les favorece son los triunfos de los toreros, ya viste la tremenda alegría que mostró Simón Casas cuando en el día de ayer triunfaba Castella por lo grande y, su euforia era tan grande como la del propio diestro.

Orgulloso, Venegas, muestra la oreja cortada a un toro de Saltillo en Madrid
-Perdona que te diga lo siguiente no lo digo como ofensa, más bien todo lo contrario. Sergio Aguilar, quizás con menos motivos que tú se hizo banderillero, harto de humillaciones y desprecios empresariales. ¿Qué tienes tú que no tuviera Sergio como para ser tan valiente para seguir en la dureza de tu profesión?
Como entenderás, respeto las decisiones de todos mis compañeros, como pido que se respeten las mías. Para mí fortuna, sigo creyendo en mi persona, en mis convicciones de que puedo llegar hasta donde yo quiero. Si te digo que el día que esté convencido de que es imposible, ese día lo dejaré todo; no sé qué camino tomaré, nunca me lo he planteado pero, mientras tanto no queda otra opción que seguir luchando. Iremos arañando algún que otro contrato, que no te quepa duda.
-Una cosa está clara, sospecho que pese a todo, la palabra fracaso todavía no ha llegado a tu vida ¿verdad?
Por supuesto. Un fracaso no es otra cosa que te salga un toro para triunfar y se te vaya sin torear, eso no me ha sucedido jamás. He tenido tardes, como la del otro día en Madrid que, para nada se puede atribuirme la palabra fracaso; lo intenté todo, expuse mi vida, luché a brazo partido, pero si los toros no colaboran en lo más mínimo, todo esfuerzo resulta baldío. Pese a todo, me siento muy satisfecho de las orejas que he cortado en Madrid a toros muy encastados, difíciles, pero que exponiendo mi vida pude obtener el triunfo.

El gran David Adalid en las filas de José Carlos Venegas
-Observé, como le sucedió a todo el mundo que llevabas en tus filas al gran David Adalid, un subalterno de auténtico lujo que, al parecer han dejado de lado tus compañeros. ¿Qué tiene David para que forme en tus filas y sea despreciado por los demás?
Lo que piensen los demás no soy quién para juzgarlo, pero yo sí le contrato porque es un subalterno admirable, precisamente en la corrida de Dolores Aguirre, la que tantas veces hemos comentado en este diálogo, David estuvo genial, tanto con el capote como con las banderillas; pero no lo digo yo, lo pudo ver todo el mundo y me enorgullecí de llevarlo conmigo.
-Lo toreros, José Carlos, me temo que a veces pecáis de ególatras en el sentido que, todas las palmas las queréis para vosotros y os duele que el aficionado se pronuncie a favor de un sencillo banderillero. Hablo en plural y, en honor a la verdad, a ti debo de excluirte porque eres el único torero que ha reparado en tan singular hombre de plata.
Lo peor de la cuestión es que, según te explicas, hasta puede que tengas razón, pero en mi caso particular creo que soy un tipo muy raro porque yo sí disfruté con Adalid a lo largo de su actuación y me honró que Madrid le vitoreara. Por cierto, yo no inventé nada porque si de méritos atribuibles por aquello de llevar una gran cuadrilla, eso lo hizo en su momento Javier Castaño.

José Carlos Venegas en Madrid
-¿Hablando de Castaño, tú firmarías una cuadrilla como la que tuvo Javier y que te dieran treinta corridas de toros por las ferias de España?
Ahora mismo, ¿dónde está el papel? Aquello resultó fantástico porque Castaño logró lo que nadie ha logrado, que su cuadrilla diera una vuelta al ruedo en Madrid estando el toro preparado para su lidia con la muleta.
-Sin embargo, pese a tanta grandeza, aquello se desvaneció y no hubo solución de continuidad. ¿Culpables?
No lo sé, pero si quiero pensar que la enfermedad de Javier Castaño quizás tuviera que ver con el asunto comentado pero, repito, no tengo datos como para juzgar los motivos por los que se desvaneció aquella cuadrilla fantástica.
-Me queda claro que, de tu parte no hay veto alguno hacia David Adalid, más bien todo lo contrario como tus acciones lo demuestran.
Como te contaba, es una honra que cualquier torero, el que fuere, se rodee de lo mejor entre los hombres de plata. Pero esto que es tan sencillo, tan lógico, algunos no lo quieren entender. Repito que, las decisiones de cada cual son parte de su personalidad la que jamás criticaré.
-Volviendo a lo que nos ocupa, tu carrera como matador de toros. ¿Qué tienes firmado ahora mismo?
Tengo un par de corridas de toros en dos pueblos importantes pero, sigo creyendo que si en dichas corridas obtengo el triunfo, poco a poco irán saliendo otras cosas; esta es la dureza de nuestra profesión.
-Llevas ocho años luchando a brazo partido desde que tomaste la alternativa y, el horizonte no termina de despejarse pero, imagina que el año próximo, un gran triunfo en Madrid te catapulta a todas ferias y lo empresarios empiezan a llamarte. ¿Pasarías entonces facturas pendientes que seguro que tienes muchas archivadas?
No. Y digo que no porque la satisfacción que uno debe de sentir llegado el caso que tú apuntas y que yo deseo es tan grande que, en ese momento lleno de éxito no creo que nadie se acuerde de sus miserias porque es algo ya superado por el triunfo.
-¿Se puede vivir con lo que tú ganas como torero?
En realidad no sé si se puede, pero sí se debe. No queda otra opción. Si hay que hacer otros menesteres en el invierno se hacen y aquí no pasa nada. Lo que le pido a Dios es que no se me acaben las ilusiones por ser un torero importante porque, si eso sucediera, todo se me vendría abajo.
-La pregunta tiene su componente de locura, ¿Saltillo o Aguirre?
Saltillo, sin lugar a dudas porque pese a la dureza del encaste mentado, con dichos toros he podido triunfar varias veces, mientras que lo de Dolores Aguirre me ha dado muy mal sabor de boca. Un toro, como antes decíamos, puede ser difícil y complicado y, a base de oficio y torería, unido a ello a un valor fuera de toda duda, al final puedes hacerte con él; pero cuando un toro te pide que atravieses en muro dando cabezazos, ahí está todo perdido.
-Ser torero, José Carlos, es todo un milagro porque condiciones de cada cual al margen, tienen que reunirse una serie de factores que, si lo miramos bien, es casi imposible. Te lo digo porque en la tarde de ayer, con una corrida de las llamadas de las figuras, Colombo se estrelló contra la mansedumbre de sus enemigos y, como sabes, ese chico acudía a Madrid con todas las garantías del mundo. ¿Verdad que es un milagro ser torero?
Sin duda alguna porque como dices, Colombo, tenía todo preparado para el éxito y, ya viste, el hombre propone, Dios dispone y el toro descompone. No eran alimañas dichos toros, pero tampoco le dieron opción para el éxito al muchacho.
-Ya sabemos de tus ilusiones, de tus deseos, de todo lo que vive y anida dentro de tu ser pero, ¿qué esperas para contar al final de esta temporada?
Espero que por octubre nos encontremos y pueda contarte que he toreado más de lo que esperaba y que, como siempre, pueda esgrimir y contar mis actuaciones con triunfos como suele ser habitual en mi carrera. Démosle gracias a Dios por haber salido vivos de Madrid que, lo demás correrá de mi cuenta.
-Gracias, matador. Mucha suerte.