Morenito de Aranda fiel a su cita con el compromiso y con San Isidro

-Tras dos años ausente en la feria de tu tierra, Jesús, por fin recalas en tu plaza pero no de una manera normal, más bien por todo lo grande por aquello de enfrentarte a seis toros de Adolfo Martín. Cuando firmaste aquel contrato, ¿eras consciente del tremendo riesgo que asumías?

Digamos que era como una revancha desde mi interior por llevar varios años sin acudir a “mi” plaza y, el reto tenía que ser importantísimo, de ahí que al proponerme la empresa dicha gesta acepté de inmediato. Podré torear más o menos, pero no soy hombre de medias tintas; el todo o la nada me sigue apasionando. Para mí, desde mi interior, se trataba de un acontecimiento singular y único; era la segunda vez que me enfrentaba a seis toros como único espada pero, repito, las connotaciones de este festejo rebasaban lo normal y cotidiano.

-Fíjate que, analizada la corrida de Burgos, a medida que transcurría la misma, uno tenía la sensación de que podía pasarte como a Fandiño, Dios lo tenga en su gloria, cuando el día que se enfrentó a seis toracos en Madrid y no le embistió ninguno, un caso de auténtica mala suerte. ¿Llegaste a desesperarte en algún momento?

Es cierto que la corrida transcurría sin apenas decir nada por culpa de los toros; cierto es que, a lo largo de la tarde me vi muy puesto, pletórico de ilusiones, pero triste al ver que mi esfuerzo podía pasar desapercibido. Era un esfuerzo sobrehumano que, como todo el mundo puede comprender, yo anhelaba que tuviera el premio debido. Se complicó todo mucho, corté dos orejas, sufrí una voltereta espeluznante de la que pude haber salido herido; me sobrepuse a todo. Pienso que, la frescura que tenía en mi mente es la que exhibí en la plaza, algo que todo el mundo pudo ver y, sin duda, apreciar.

El torero de Aranda rematando con la media

-Dicho en cristiano, ¿fue la mayor gesta que has llevado a cabo en tu carrera como matador de toros?

Sin duda alguna, máxime cuando me anuncié con una auténtica corrida de toros que, muchas veces me han ayudado mucho pero que, en esta ocasión burgalesa parecía que todo se ponía en mi contra. Al final, dolido y maltrecho, salí por la puerta grande que, en definitiva, era m cometido final.

-Como fuere, Jesús, digámoslo alto y claro, fuiste profeta en tu tierra. ¿Verdad?

Me sentí muy arropado por la afición y eso siempre motiva, a mí y a cualquiera. Un gesto de esta magnitud sin el apoyo de los aficionados hubiera sido una ruina antes de comenzar el festejo; pero sí, en ese sentido me fui muy contento.

-Abogaba yo antes al respecto de la suerte para con tu persona y, como sabemos, la suerte es algo muy complejo; el torero esgrime no haber tenido suerte en los toros a lidiar como en realidad te ocurrió a ti y, sin embargo, tuviste toda la SUERTE del mundo tras la cogida que, pudo haber sido gravísima y saliste ileso, ¿verdad?

Sí, hombre, discernir al respecto de la suerte suena como a abstracto; nos quejamos muchas veces por ello y, como apuntas, bendita la suerte que tuve en Burgos que el toro me cogió para matarme y no me hirió.

Toreando con la diestra

-Tras ese trago de Burgos llegas a Teruel con el estigma de haber sido testigo el pasado año de la muerte de Víctor Barrio, “aderezada” dicha pena, sabedor de que hacía pocas fechas que Iván Fandiño, un compañero luchador como tú moría en un pueblo de Francia. ¿Cómo se superan dichos tragos?

Ante todo, con la ilusión de honrar a la misma profesión, la que tiene tanta grandeza que, como sabes, hasta se muere de verdad en una plaza de toros. Como tú dices, el trago es fuerte, muy amargo, de ahí la grandeza de lo que supone vestirse uno de torero. En Teruel le rendimos homenaje a Víctor junto al maestro Ponce y Curro Díaz con toros de Adolfo que, para mi suerte, hasta me permitieron el triunfo y salir por la puerta grande junto al maestro de Chiva.

-Madrid, Arlés, Burgos, Teruel… triunfos indiscutibles los tuyos que, ante todo deberían de haberte abierto las puertas de muchas plaza de toros que, para tu desdicha, siguen cerradas. Para colmo, es subyugante leer muchas de las críticas que te han hecho en las que se te califica como artista y, para colmo, con el toro de verdad. ¿Qué falla en tu carrera, Jesús?

Creo que estamos haciendo las cosas bien, de eso no me cabe la menor duda. Para mi consuelo entiendo que somos muchos, muchísimos los compañeros que aspiramos a la gloria del triunfo; posiblemente, yo diría que con toda seguridad, no hay puestos para todos, pero no por ello voy a desfallecer. Es cuestión de ir haciéndome un hueco, poco a poco, pero siempre repleto de ilusiones.

Con su muleta protagoniza momentos bellos

-Tras todo lo que me estás contando, ¿quiere eso decir que los triunfos no valen para nada?

Quizás no valgan lo que deberían de valer, al menos lo que a mi persona se refiere; pero el triunfo siempre es hermoso. Seguramente, de haber pasado en blanco por Madrid quizás todo se hubiera complicado mucho más. Se trata, ahora, de ir rentabilizando los últimos triunfos que, sin duda que me altere, seguro que irán saliendo contratos. Es cierto que, para mí, la profesión está teñida de una dignidad que no se puede mancillar por nada del mundo; es decir, aquello de sumar contratos para que aparezcan en las estadísticas por el precio de la nada, me parece abominable.

-O sea que, si hablamos de dignidad, al respecto tú eres un referente.

Por supuesto. A lo largo de la temporada se pueden torear más festejos que, como se sabe, nos los ofrecen a todos pero, ¿a cambio de qué? Esa es la cuestión. Para poder torear tengo que sentirme dignificado en mi profesión y todo lo demás no me interesa.

-¿Crees tú que el triunfo puede cambiar de signo en una fecha u otra?

No debería, pero creo que así es. Imagina que, como decías antes, aquellas dos orejas a un toro en la goyesca de Madrid, ese mismo triunfo, diez días más tarde en plena feria de San Isidro la repercusión hubiera sido otra, no me cabe la menor duda. Pero las cosas son como son y no podemos cambiarlas de otra manera y, mucho menos a nuestro antojo.

Y su corazón le permite hacer apuestas más arriesgadas

-Jesús, te lo pregunto a ti como podría preguntárselo a cualquiera. ¿Qué pasa por tu cabeza cuando piensas que puedes morir en la plaza?

Si te soy sincero, eso no lo pesamos nadie; hablo por mí, pero creo que todo el mundo te respondería lo mismo. Si esa idea se instalara en mi cabeza y en mi corazón, ni yo ni nadie podríamos hacer el paseíllo. Es cierto que se tiene presente, digamos que soy consciente de que me estoy jugando la vida, pero no hasta el punto de que me atormente puesto que, como te digo, si así fuere, nadie podríamos vestirnos de torero.

-¿Qué diferencia notaste ante la primera corrida de toros con seis ejemplares para ti solito, aquel 14 de septiembre en Aranda de Duero y la del otro día en Burgos?

Si me lo preguntas como sensación, en Burgos estuve más motivado incluso que el día de Aranda; ante todo porque en mi pueblo todo era, a priori, como más amable; era mi tierra, mi gente, una corrida con muchas garantías hasta el punto de que, pese a pinchar, corté seis orejas en aquella ocasión. Lo de la capital, Burgos, tenía tintes de enorme seriedad y mucha responsabilidad, amén de la ganadería que lidiaba que, como se sabe, ya era todo un gesto anunciarme de tal modo. Pero no desdeño nada, ni de la una ni de la otra.

-¿De dónde te viene la inspiración? Lo digo porque en muchas ocasiones, por Dios, cuando te surge la vena artística no envidiamos a nadie tras verte a ti actuar.

Uno siente la llama del arte desde su interior; no es nada fingido ni estudiado; surge porque así sucede; lo llevo dentro de mí y si el toro me ayuda sale a relucir con mucha facilidad. No soy torero por aquello de buscar una publicidad barata; soy torero por pura vocación y como se ha demostrado muchas veces, porque puedo ser un fiel reflejo del arte, como decíamos, siempre y cuando el toro me ayude.

Por eso el triunfo le acompaña siempre en esta temporada