Serafín Marín espera mucho de la temporada que ahora empieza

-Malditos políticos, -lo digo yo- que te arrancaron el pan de tus manos y sin duda rompieron todas tus ilusiones de cuajo con la prohibición de los toros en Cataluña. ¿Te has repuesto ya de tan gravísima “cornada”?

Digamos que asumí la desdicha de lo que supuso dicha ley que me dejó sin pan, dicho en metáfora, pero que es una verdad que aplasta. Lo asumí, como digo, pero esa herida no se curará jamás.

-Pensar, Serafín, que Barcelona en un momento determinado tuvo tres plazas de toros; más tarde, dos de ellas funcionaban al unísono, La Monumental y Las Arenas; incluso, Barcelona, como sabes, era la plaza donde más espectáculos se celebraban en todo el mundo y, casi de repente, como si de una maldición política se tratare, -que así fue- se prohíben los toros en Cataluña.

Un dislate al más alto nivel, algo inexplicable porque por la misma razón, deberían de haber prohibido la caza, la pesca, “els bous al carrer”. Todo espectáculo que tenga que ver con los animales, de ser justos, todos deberían de haberse prohibido; pero no, ha sido todo un capricho aberrante de una clase política que, en honor a la verdad, son unos desclasados.

Defendiendo la libertad en aquél septiembre de 2011 en Barcelona

-Te comentaba yo de las cornadas que sufriste, por cierto, ¿cuál de ellas te ha dejado marcado para siempre?

Viene a colación de lo que comentábamos; imagina que, mi peor cornada no tuvo reguero de sangre, pero sí laceró mi alma y destrozó mi vida. No existe peor cornada para un torero que contemplar cómo cierran una plaza de toros que, como a mí me sucediera, era mi asidero en mi profesión, mi forma de vida, en definitiva, el trampolín que me hacía llegar a otras muchas plazas de toros de España.

-Ha pasado el tiempo y, amigo, te noto dolido; como decías, esa herida no ha curado todavía.

Ni curará jamás. Lo mío, trasladado al ámbito empresarial, es como si cerraran una empresa por un capricho político porque, dicha empresa, qué sé yo, fabricara preservativos, por citarte un producto y se dejan a cientos de personas en la calle. ¿Cómo se sentirían dichas personas? Ya puedes imaginarte.

-Hemos indagado en el hombre llamado Serafín Marín pero, ¿cómo se encuentra el torero?

Pese a todo, ilusionado. Esa es mi fuerza, la ilusión que corre por mis venas porque si lo hice, es decir, si pude pasearme por infinitas ferias de España, pensar que puedo volver al lugar que ocupé me ilusiona muchísimo; son tiempos duros en todos los órdenes, pero sigue quedando Madrid, esa plaza que tanto me han apoyado y de la que espero poder resurgir de nuevo.

Recordando aquella tarde de confirmación en La México con El Pana

-Por cierto, matador, me viene a la mente ahora que, en su momento, tú fuiste testigo presencial, además de confirmante en aquella tarde, de la resurrección de El Pana en la tarde que, como sabes, se había programado como su despedida. Digamos que no tuviste demasiada suerte con el lote que te correspondió para tu confirmación pero, al margen de eso, como aficionado, ¿cómo viviste aquel embrujo de El Pana en aquella tarde que, como consecuencia de la misma, marcó para siempre el devenir del brujo de Apizaco?

Quedé maravillado. Yo no había visto jamás a Rodolfo, apenas sabía nada de él; como me contaron, un espada muy veterano que se despide te confirmará la alternativa, me dijeron; esos eran los datos que yo tenía. Claro que, al ver la magnitud de aquel hombre quedé asombrado; muy pronto comprendí que se trataba de un artista excepcional al que tenían marginado. Sí, amigo, son de esas tardes que uno como aficionado no puede olvidar jamás. Una actuación como la suya la que dio la vuelta al mundo gracias a la televisión e internet que, muchos años después, la seguimos recordando.

-Como decías, Madrid es una plaza que siempre te respetó. ¿Crees que, de una vez por todas, esta temporada podrás encauzar tu rumbo en dicha plaza?

Esa es la idea, por ello entreno todos los días como si tuviera firmadas treinta corridas de toros; un torero tiene que serlo y estar preparado, por ello confío muchísimo poder entrar en la feria de Madrid y, a partir de ese momento, lo demás correrá de mi cuenta.

-¿Cómo se contempla, en lontananza, aquellos triunfos que te situaron en un lugar de privilegio respecto a lo que vives ahora?

Con nostalgia, esa es la auténtica verdad. Pero a su vez con la convicción de pensar que, como te decía, puedo repetir dichas proezas, razón de la ilusión que vive dentro de mí ser.

Serafín Marín reivindicó en Madrid la prohibición de Barcelona

-Tú, Serafín, con señera y barretina has hecho el paseíllo por aquello de defender la libertad, algo que no ha servido para nada porque, a nivel político, todos somos esclavos de ellos, ¿verdad?

Efectivamente. La prueba es lo que antes comentábamos que, por capricho de unos políticos impresentables cierren una plaza de toros, prohíban los toros en toda una Comunidad sin pensar en las consecuencias nefastas que ello puede traer. Claro que, como vemos a diario, esas corrientes devastadoras que tanto tienen que ver con las prohibiciones de las que hablamos, para nuestra desdicha se está extendiendo por muchos puntos de España y, como dices, ahí ando yo pidiendo libertad.

-Hemos hablado de Madrid que, en el 2014, en dos tardes, lograste dos orejas. ¿Fue ese quizás el motivo por el cual se decidió apoderarte José Antonio Campuzano que, dicho sea de paso, duró un suspiro dicho apoderamiento?

Esas dos tardes del 2014 que tú citas me llenaron de ilusiones y, sin duda, igualmente a José Antonio. La pena es que, el pasado año, tras mi primera actuación en Madrid, como no pasó nada trascendental, de repente me encontré sin apoderado, algo que nunca he comprendido, pero que respeto, sin duda alguna.

-El hecho de que vivas en Sevilla, ¿es acaso un gesto de desprecio hacia Cataluña?

No, de ninguna manera. Recuerda que tengo mi casa en Moncada, la de toda la vida. Ocurre que Sevilla te permite, a nivel de torero, muchas más facilidades al respecto que Barcelona. Desprecio la actitud de ciertos políticos, pero adoro la tierra que me vio nacer.

Besando la arena de Barcelona en el último capítulo