Octavio Chacón y un sueño que se hará realidad

-Octavio Chacón, once años son muchos para seguir esperando como es tu caso, justamente, para alcanzar la gloria que sueñas como matador de toros. ¿Tienen fecha de caducidad tus ilusiones?

No, para nada. Son muchos los esfuerzos realizados como para echarlo todo por la borda; llegará mi momento, no lo dudes. Yo sé de la dureza que entraña mi profesión; pero no soy solo, somos muchos los que luchamos para abrirnos camino en esta dificilísima profesión; claro que, el éxito no es otro que aguantar; aquí sobrevive el que tiene capacidad de resistencia. Si uno se viene abajo todo está perdido.

-Has toreado diez corridas de toros y, aunque hayan sido en pueblos, el triunfo ha sido la norma. Con la mano en el corazón, ¿sirven de algo esos triunfos?

Por supuesto que sí -contesta el torero con énfasis en su respuesta- Lo que es ruinoso y cruel es el fracaso pero, el triunfo, donde fuere, sabe a gloria. Es más, sirve para que al año siguiente en los pueblos puedan seguir contando contigo, porque por esos pueblos de Dios se dan muchos festejos y somos nosotros, los humildes, los que tenemos que torear en dichas plazas. Llevo ya muchos años sumando festejos por los pueblos y, ante todo, es una manera de estar en activo; peor sería que nadie contara conmigo. Pero mientras vaya toreando es la señal inequívoca de que estoy vivo, profesionalmente dicho, y con la esperanza de poder entrar algún día en carteles de más relevancia.

-Por lo que veo, matador, por difíciles que estén las cosas, eso de abandonar te suena como a cuento chino. ¿Digo bien?

No puedo abandonar y mucho menos ahora que, en esta temporada, los éxitos se han sucedido en todas las plazas en que he toreado. Esos triunfos, me siguen sabiendo a gloria, me alientan para poder esperar un mañana mejor.

Ejecutando la media verónica

-Vamos, que te sientes torero por los cuatro costados.

Por supuesto. Si no lo sintiera así seguro que me habría marchado para siempre de esta bendita profesión. Aquí se debe luchar, sacrificarse, pero nunca estar por estar, como aquel que dice, porque no se tiene otra cosa mejor que hacer. Todos sabemos de la dureza de este oficio y, como es natural y lógico, la entrega tiene que ser el todo, el afán de superación tiene que ser una constante; si desfallecemos, ahí se acaba todo.

-Plazas de pueblo, toros difíciles, dinero chico, sin gloria alguna… Se necesita un gran corazón para seguir por ese sendero. Digo yo.

Yo creo que lo esencial para todo ser humano es saber el lugar que ocupa cada cual, en realidad, el que le corresponde en cada momento de su existencia y, a partir de ahí todo resulta más fácil, incluso más placentero.

-Hombre por Dios, eso de placentero lidiando esos toros que pasan por tu muleta, me suena como a eufemismo; digamos que hay que ser muy hombre como para afirmar lo que tú estás diciendo.

Yo creo que en realidad lo que hay que tener es una convicción a prueba de bombas para seguir por este escabroso camino que yo elegí; pero es mi elección, nadie me ha puesto una pistola en el pecho para que sea torero, por tanto, soy el dueño de mis decisiones y, como tal, así las afronto.

Uno de los sueños cumplidos de Octavio: Confirmar en Madrid

-Tras analizar lo que ha sido, y sigue siendo tu vida como torero, deja que te diga que, por lo que veo, don José Escolar debe de estar muy agradecido a tu persona, no en vano, matas su camada al completo si no recuerdo mal.

Como tú decías, es la otra cara de la fiesta, pero la que no podemos obviar porque en los pueblos hay muy buenos aficionados que, como sucede con los toros de Escolar, mucha gente disfruta con la belleza de estos toros, con su bravura, con esa casta de la que son portadores; es, como se sabe, la otra liga que se juega en la fiesta, pero de la que desde siempre, desde abajo, han salido siempre grandes toreros y esa es mi esperanza. Como apuntabas respecto a don José Escolar, sus toros no los quiere “nadie” y sin embargo yo me siento muy identificado con estos toros que, para mi suerte me han dado muchos triunfos.

-Tras escucharte, torero, tengo derecho a pensar entonces que los toros de don José Escolar tienen más de leyenda que de peligro auténtico, lo digo a tenor de los éxitos que me apuntas y que has tenido con esa ganadería legendaria de la que todo el mundo huye despavorido.

No son lo que nosotros lo toreros definiríamos como bombones, pero para mi suerte, pudiéndoles y superando su casta, como dices, me han permitido triunfar muchas veces. Es cierto que, las ganaderías que se lidian en los pueblos no son como las de las plazas de primera y Escolar es un ejemplo de lo que digo; pero sí, haciéndoles las cosas bien, muchos toros me han servido.

-Pasando un gran trago, digo yo.

Sí, pero eso ya lo sabemos antes de comenzar el festejo. Imagina que si como es mi ilusión, un día llego a la cima de la torería, siempre les tendré que agradecer a dichos toros que me hayan curtido como un buen profesional; porque con esos toros se aprende uno la lección como jamás pudiéramos llegar a pensar. Digamos que, además de la torería, el ingenio tiene que florecer en estos festejos; uno tiene que ser más listo que los toros para poderles y, como digo, tratar de triunfar porque en los pueblos, sus aficionados, como pasa en cualquier plaza, quieren ver triunfar a los toreros.

Doblándose torearamente con el toro de la confirmación

-Y vaya si triunfas que, en la última corrida que has toreado, justamente en un pueblo de Ávila, Fresnedilla, hasta indultaste un toro de Escolar. Eso de indultar es lo máximo que puede aspirar un torero y, sin duda, un ganadero. ¿A qué sabe un indulto en una plaza de pueblo?

Como dices, es a lo máximo que puede aspirar un torero y como es natural, un ganadero. Sí, es un momento hermoso, muy bello; imagino que la sensación que se sentirá en las plazas grandes será más apoteósica, pero yo no me cambio por nadie sabedor de lo que pude disfrutar en dicha corrida. Me sentí muy dichoso; la gente vibraba y, aunque fuera en un pueblo, la dicha la tuvimos al completo y, lo que es mejor, por segundo año consecutivo.

-Te estás curtiendo, al menos en España, en lo que denominamos como el Valle del Terror. ¿De verdad que eso curte al torero o le hace pasar un calvario?

Al torero y al hombre, no te lo puedes ni figurar. Pero más que El Valle del Terror, yo siempre digo que para mi suerte es El Valle de la Esperanza; sí, porque convencido estoy que desde ese valle tengo que dar el espaldarazo, es decir, me tiene que llegar mi gran oportunidad para demostrar todo lo que llevo dentro.

-Hablamos de tu persona, Octavio, por aquello de que militas en la llamada tercera división del toreo y, lo que poca gente sabe es que en Perú eres ídolo admirado. Allí has realizado varias temporadas, se te respeta e incluso toreas muchísimo en aquel país.

Como han hecho otros compañeros, en su día emigré a Perú y no me ha ido nada mal, todo lo contrario. Allí suelo torear mucho, lo cual me sirve para saberme torero las veinticuatro horas del día. Este año he toreado catorce corridas de toros. Allí la fiesta se vive con una pasión desmedida; es todo muy distinto, no se puede comparar, para nada, con nuestra fiesta; pero visto desde la perspectiva de ellos, es algo grandioso. Pura fiesta la que viven en todos los pueblos y ciudades de aquel maravilloso país que, desde el primer día me han acogido como uno de sus ídolos como tú muy bien apuntas. No sabría cómo explicártelo para no herir la susceptibilidad de nadie, pero aquello es otro mundo, nunca mejor dicho. Los aficionados de allí solo quieren disfrutar, sus pretensiones no son otras que les llenes el corazón con todo aquello que eres capaz de hacer; no existe ese sentido crítico que a veces hasta nos puede encorsetar, algo que entiendo en nuestra patria; pero como te digo, Perú es otra dimensión, es la alegría por la fiesta, por el mismo mundo de los toros en que todos quieren gozar con el éxito de los diestros.

Toreando en redondo

-Sin duda, matador, grandioso si debe ser todo para vosotros porque, muchas veces, como me han contado, para torear en un pueblito de las montañas hay que hacer siete horas de viaje en una camioneta; viajes que, en ocasiones, son más duros que la propia corrida a lidiar, de tu parte, todo un ejercicio de humildad y entrega por llevar a cabo dicha hazaña, algo que se repite todos los días por allí. Mucho mérito el tuyo ¿verdad?

El mío y el de todos los compañeros que formamos parte de aquella aventura; pero aquellos aficionados lo merecen todo; allí todo se torna entrega de su parte, gratitud, admiración; como te digo, todo un mundo aparte que tanto nos ilusiona a los compañeros españoles que hacemos campaña en Perú. Sí te digo que aquello no tiene precio, ver aquellas plazas a rebosar, totalmente llenas en pueblos pequeños pero que, paradójicamente tienen unas plazas monumentales. Increíble, pero cierto.

-En honor a la verdad, matador, ¿todo eso que me cuentas del Perú tiene recompensa económica?

Ahora sí. Pero recuerdo el primer año que allí acudí lo pasé muy mal; pero ahora, para mi fortuna, se me considera muchísimo y, en honor a la verdad, uno se trae un pan debajo del brazo para España.

-Claro que, según me vas contando, matador, percibo que no debemos de hablar de que pueda venir allí el contratiempo de una cornada que, entonces si será dramático, ¿verdad?

Es cierto porque, desdichadamente, y lo comprendo, muchas enfermerías no son las de aquí, dotadas para la eventualidad de un percance; pero es lo que tienen, tampoco pueden aspirar a más. Son pueblos chiquitos, plazas que poquito a poco han ido acoplándose a los tiempos al respecto de sus enfermerías y, desde el día que yo llegué por vez primera, todo ha cambiado mucho, pero para bien. Son conscientes de la situación y han hecho un esfuerzo grande al respecto. Como te digo, allí se suplen todas las posibles carencias con ilusión, con una alegría desbordante, hasta sospecho que los aficionados, entre vítores y aplausos, rezan para que no haya percance alguno.

Ajustadas manoletinas de Octavio Chacón