Miguel Ángel Delgado, tras abonar en el 2015, espera ilusionado el próximo 2016

-Ríes, matador, como si ya fueras figura del toreo. Esa alegría tuya me ha contagiado. ¿Cómo se las apaña un torero con tan pocos festejos y, para colmo, estar tan contento?

Cuestión de actitud; antes hablabas tú de aptitud, pero la actitud también es muy importante. Hay que ver el lado positivo de la vida puesto que, de lo contrario, la ruina la tenemos servida.

-Tienes razón y te secundo en todo pero, ya viste, al llamarte pensaba encontrarme con un hombre amargado por las circunstancias y, suerte la mía, me he encontrado con un tipo singular de los pocos que uno se encuentra en el camino.

Si amargándome supiera que encuentro lo que busco, quizás lo haría; pero ocurre todo lo contrario; la amargura solo trae que desolación y bastantes penas tenemos sobre nuestras espaldas como para “endulzarlas” con nuestras amarguras particulares.

-Si con lo poco que has toreado hablas de esta forma con esa ilusión que se te sale por todos los poros de tu piel, “mañana” cuando ya seas figura del toreo, seguro que vas por las calles cantando pasodobles, ¿verdad?

Esa es la meta, hombre, lograr que suene mi nombre por aquello de que se me reconozcan mis virtudes, las que creo que tengo. Sonreiré mucho más si cabe, pero seguiré siendo el mismo.

Con los de Escolar en Las Ventas en San Isidro 2014

-¿Tiene mucho que ver tu felicidad, Miguel, el resultado de lo que fue tu actuación en Madrid el pasado 27 de septiembre?

Por supuesto. Era una temporada incierta; maté varias corridas de toros, incluyendo la tarde de mi gesta en solitario pero, amigo, esa faena de Madrid, sin el relumbrón del gran éxito, me marcó y, lo que es mejor se dijeron cosas muy bonitas sobre mi persona, avales todos que certificaban que yo no estaba equivocado. Me sentí torero y esa sensación no me la quita nadie; es más, noté que por momentos la afición de Madrid, la más grande del mundo, se estremecía con lo que estaba haciendo, pura gloria para cualquier diestro.

-Y desde Madrid, sin contárselo a nadie, directo a Sevilla para cerrar la temporada en la capital hispalense, todo ello con una oreja de muchísimo peso y, lo que es mejor, con una afición entregada.

Ese día, sin duda alguna, me sentí el hombre más dichoso del mundo. Fueron años de espera de rogarle a la empresa que me incluyeran en mi plaza de Sevilla y, no había manera; convencido estoy que la espera ha valido la pena. Lloré de emoción, primero por el éxito que conseguí y, más tarde, como te digo, por aquello de ver cómo la gente me aclamaba.

-No hace falta preguntarte que para el año que viene don Ramón Valencia, seguro que te tiene en su agenda.

Así lo sospecho, algo que me hace muy feliz. No es que tenga nada firmado; pero barrunto que los mejores contratos son los que se firman en el alma de los aficionados, sencillamente porque esa actitud del aficionado es la que empuja al empresario para la contratación de un diestro y, ese quiero que sea mi caso.

En plazas de importancia, su padre le acompaña de paisano

-Tú eres un caso curioso en el toreo, Miguel Ángel. Llevas en tu cuadrilla, al menos en algunas ocasiones, como peón de confianza al señor Pablo Delgado, tu padre, sin embargo en Madrid y Sevilla no le vimos a tu lado. ¿Por qué motivo?

Deja, deja, por Dios, que ya sufre el pobre lo suyo. Prefiere no pasar ese trago en plazas fundamentales, no como torero, pero sí como padre que, como me dice, y le creo por completo, lo pasa muy mal. Pero sí, somos un caso curioso, no sé si ha dado otro alguna vez en la historia del toreo.

-Hablan maravillas de tu mano izquierda y en Sevilla lo demostraste por completo.

Intento hacerlo bien; cuando menos trasmitir todo lo que llevo dentro. Si, en Sevilla me percaté que ese era el pitón y, automáticamente, cogí la muleta en la zurda y creo que le endilgué algunas tandas hermosas, algo que como decíamos, el público me reconoció con sus vítores y aplausos.

-O sea que, tras escucharte, amigo, entiendo que estoy hablando con un artista al que tenían postergado.

Esa es la idea. Trasmitir lo que uno siente y que cale en los tendidos. Fíjate que, en realidad, esa es mi meta, llegar hasta lo más alto en la profesión, no por aquello de que digan que soy muy rico, pero sí muy artista, esa es la lucha y, como te decía, mi remate.

El pasado 27 de septiembre en Madrid, uno de sus mejores recuerdos

-A Bogard le quedaba París, pero tú tienes a Perú que no es mala cosa. ¿Digo bien?

Eso es fantástico. Son cuatro años haciendo temporada por aquellas tierras y, aunque el sueño de todo torero es España, no desdeño para nada las plazas peruanas que, ante todo, son un cántico a la alegría, a la pasión de los aficionados hacia los toreros, algo que nos cala en lo más hondo del corazón. He sido triunfador de Chota, de Cutervo, de Bambamarca… plazas de mucha importancia en el Perú que me han dejado muy satisfecho.

-Por lo que veo, Miguel Ángel, en todas las plazas peruanas podemos ver esos cosos llenos a rebosar, algo que nos produce una envidia tremenda a todos los aficionados. Ya viste, nosotros que somos la cuna de la torería y, sin embargo, en cuanto a la afición, aquellos nos dan lecciones fantásticas. Imagino que, vosotros, lo toreros, al ver aquel gentío seguro que eso os estimula como un acicate añadido a la ilusión que de antemano podéis llevar desde el hotel.

Es hermoso, Chota y Cutervo me emocionaron como no puedes darte una idea. Pensar que se había quedado mucha gente en la calle sin poder tener acceso a la plaza, eso dice todo a favor de aquella afición. Es cierto que allí la fiesta la viven de otro modo; su principal motivo es la diversión, pero al más alto nivel; es decir, las exigencias son otras, pero para nosotros, los toreros, es algo inenarrable.

-¿Cómo es el toro de por allí?

No vayas a pensar que también tiene su trapío. En las plazas que te he citado, el toro podía lidiarse en cualquier plaza de segunda en España. O sea que, todo muy digno.

El torero sevillano con la diestra en su recordada faena

-¿Qué podríamos hacer aquí, torero, para que la gente llenara los cosos como ocurre en Perú?

Es difícil y, lo que es peor, no es nada comparable lo que ocurre en Perú para extrapolarlo hacia España. Pueden influir muchas cosas. Allí, por ejemplo, se venden las entradas a plazos; es decir, la gente compra el abono y lo pago a “poquitos” como dicen por allí, un factor que favorece mucho a la organización. Luego, como te dije, les puede la ilusión, algo que corre por sus venas de forma desmesurada. Imagina que, llegamos por allí cuatro hombres humildes entre los que me incluyo y el lleno está asegurado. Si aquellas fórmulas las pudiéramos aplicar aquí, sin duda que también se llenarían las plazas.

-No falta quien dice, matador, que a la fiesta le quedan “cinco minutos” de vida en España. ¿Tal mal crees tú que está todo?

Ante lo que me planteas habría que decir aquello del vaso medio lleno o medio vacío; yo siempre lo veo medio lleno. Debemos de ser optimistas y tratar de solucionar los problemas entre todos; porque todos somos parte activa de esta maravillosa fiesta; si de culpas hablamos, todos los taurinos somos culpables; algo no hacemos bien para que la gente no llene las plazas de toros.

-Nos faltaban, amigo, los animalistas y para colmo, esos políticos que, muchos de ellos son cazadores, es decir, matan a los animales a pura traición y, ya viste, quieren erradicar la fiesta de los toros, por aquello de proteger a los animales.

Son poquitos pero, cuánto ruido hacen. Lo que si es cierto es que los detractores de la fiesta, políticos o de la especie que fuere, han sabido unirse para llevar a cabo esa maldad. ¿Qué hacer? Ante todo eso, somos nosotros los que tenemos que unirnos, para ahora más que nunca combatir contra ellos. Sinceramente, como quiera que son una insignificante minoría los detractores, ¿cómo tenemos que ser tan cobardes para dejarnos vencer? Si ellos tienen “armas”, nosotros las tenemos de mucho más peso que ellos; es la pureza de la fiesta, sus ancestros, su cultura y, dicho en cristiano, los cientos de miles de euros que la fiesta de los toros entrega al Estado español cada año. Siendo así, todos juntos deberíamos manifestarnos para abrirles los ojos a tales “ciegos” que en política anidan. Si pretenden dirigir un país, una comunidad, un ayuntamiento, ¿cómo pueden ser tan irresponsables de renunciar, como decíamos, a unos ingresos tan magnánimos como los que entregamos cada año al Estado? Debemos de movilizarnos. Es nuestra fiesta, nuestra cultura y para miles de personas, nuestro pan. Nadie que esté en su sano juicio puede arrebatarnos el pan por aquello de una defensa falsa de los animales porque como tú decías, muchos defensores de los animales los matan sin piedad en el monte. Para colmo, como le sucedió al compañero Morante, llega un “gracioso” y nos llama asesinos. Esa situación, como entenderás, no la podemos soportar, pero por nada del mundo.

Una bella trincherilla en la tarde en la que dejó su sello en Madrid