José Carlos Venegas feliz cuando hace el paseíllo

-Y digo yo, matador, ¿qué se siente cuando se acude a una plaza de toros pensando que, hasta puede ser la última tarde que uno se vista de torero?

Responsabilidad y convicción, todo a la vez. Uno siente, como tú dices, que puede ser la última tarde como no rueden bien las cosas; pero de igual modo lleva uno consigo la convicción de acudir a una corrida de toros con la fortaleza mental y física de saber que puedes; de creer que, a poco que un toro se deje un poquito poder triunfar.

-Y eso te sucedió en Madrid.

Efectivamente, me salió el quinto de la tarde que, aunque incierto, pude lograr el triunfo; molestó el viento, la incertidumbre en los primeros compases de la lidia; muchos fueron los factores que me llenaban de dudas pero, como digo, pudo más mi disposición que todos los imponderables que se presentaban.

-En honor a la verdad, un toro que pedía el carnet de torero y, a Dios gracias, tú lo llevabas “encima”.

Está clarísimo. Son ese tipo de toros en que solo cabe echar la moneda al aire y si sale cara, muy bien, pero si sale cruz, ya puede uno irse del toreo.

Toreando en redondo

-Había poca gente en la plaza, poco más de un tercio pero, ya viste, el tendido siete estaba allí aclamándote. ¿Qué sentiste ante tales vítores?

Una dicha infinita. Me pidieron la segunda oreja con mucha fuerza; es más, en otro momento, digamos que en plena feria de San Isidro, aquello era de dos orejas; incluso ese día de no haber levantado el toro el puntillero; claro que, pese a no concederme la segunda oreja, pudimos ver, en contrapartida, la muerte de un toro bravo que nos emocionó a todos, a mí el primero. Tras arrastrar el toro, me emocioné muchísimo cuando los aficionados increparon al presidente llamándole incluso cicatero.

-Ante la bravura y fiereza, todo junto, de aquel toro, tú desprendías lo que se dice naturalidad, digamos que una templanza propia del que lleva cuarenta corridas de toros y, como sabemos, era la segunda corrida de la temporada. ¿Crees que deberíamos de haberte medido las pulsaciones de tu corazón para comprobar en qué estado te encontrabas?

No hace falta, lo digo yo; sentía escalofríos, pero lo digo ahora que todo pasó, en aquel momento, como muy bien defines, yo tenía que tener esa templanza de la que hablamos puesto que me jugaba mi carrera; son de esas tardes en que hay que hacer el esfuerzo más grande del mundo para ser y estar.

-Imagino tu cara, matador, cuando te llaman de Madrid para lidiar esa corrida puesto que, para tu desdicha, el 13 de agosto lidiaste una corrida de Saltillo en Cenicientos y, a los tres espadas os resultó imposible el triunfo; tú cortaste una oreja en el sobrero de Adelaida Rodríguez, pero los Saltillos eran como para echar a correr.

No quiero recordar dicha tarde; sin duda, la más horrenda que he vivido en toda mi carrera como torero. ¿Qué sentí cuando me llamaron? Ahí se me confundieron las emociones, las ilusiones y la desesperación; todo se fundió dentro de un coctel macabro. Conocía la ganadería, sabía lo que había penado en dicho pueblo y, ¿qué hacer? Pude haberme negado, nada es más cierto. Pero con la mano en el corazón, no tenía nada, absolutamente nada. Como te digo, no cabía otra opción que la de la moneda que antes hemos comentado. Para mi dicha, salió CARA, alabado sea Dios.

Aquí al natural

-Tras todo lo vivido en Madrid en esa tarde tan emotiva, imagino, torero, que saldrán algunos contratos antes de que acabe la temporada. Digamos que, un buen escenario sería Jaén en la que, dicho sea de paso, en la última tarde que participaste en dicha feria saliste por la puerta grande. ¿Crees que habrá alguna posibilidad?

Es cierto, como muy bien apuntas, tanto en Jaén como en la mayoría de las plazas en las que he actuado, siempre salí por la puerta grande. Pero Jaén es una feria muy corta y, parece ser que el maestro Enrique Ponce quiere matar seis toros, por tanto, dos puestos menos en dicha feria.

-Tú dices que Ponce quiere matar seis toros en Jaén, algo que yo interpreto como una auténtica putada para muchos de vosotros, especialmente los toreros de la tierra, tu caso, el maestro Curro Díaz y, sin duda, un buen número de toreros que podían ocupar esas dos plazas que copa Ponce. ¿No crees que Ponce, si quería hacer una gesta podía haberlo hecho en Madrid y nunca con seis animalitos a modo en Jaén?

Esa es mi pena, como la de tantos, el no tener poder de decisión ante las empresas y, como sabes, el tener que aceptar lo que los demás digan. Yo no hago valoraciones puesto que mi deber no es otro que torear, para valorar ya estás tú como toda la prensa; pero sí, es cierto que se pierden dos puestos que nos vendrían muy bien a los humildes.

-Ante la actitud de las figuras, ¿cómo interpretas tú que no quieran actuar junto a nadie que no sea de su agrado? Y te lo pregunto a ti porque, no sé, hasta intuyo que eres un torero molesto para muchos.

Mi interpretación está repleta de tristeza; apenas quedan rasgos de aquel orgullo del torero famoso e importante en que, hace años, como la historia nos ha contado, el rutilante de turno, si se enteraba que un muchacho había triunfado en Madrid, muy pronto le pedía al empresario que se lo pusiera a su lado para acabar con él, a ser posible, claro; o a disfrutar viendo cómo triunfaba. Han cambiado los tiempos y el porvenir sigue siendo muy negro para casi todos los chavales que queremos ser toreros.

Siempre dispuesto el jienense

-De todos modos, José Carlos, algo habrá que hacer porque el escalafón está repleto de viejos; es decir, toreros ya de muchos años, el propio Ponce es el referente; caras muy conocidas las que ya a nadie sorprenden. Es decir, si los demás hubieran actuado, en su momento, como actúan los famosos de ahora, éstos nunca hubieran llegado a la meta. Digamos que otros les dieron paso, de otro modo, como explico, jamás hubieran triunfado. ¿Qué esperanzas albergas al respecto?

Si te digo la verdad, esto está muy supeditado al milagro dicho con toda la extensión de la palabra. Y si de milagros hablamos, López Simón es el referente. Antes, como todos sabemos, un torero cortaba una oreja en Madrid y ese premio le servía para torear cuarenta corridas de toros; ahora, ya sabes cómo ha cambiado todo, triunfas en Madrid y apenas sirve para nada.

-Hombre, matador, no lo veamos todo tan negro que, aunque lo está, rociémonos de optimismo. Algo bueno tiene que depararte este triunfo, aunque sea para el año venidero.

Eso espero. Confío que nos atienda la empresa de Madrid para poder torear en la feria de San Isidro y, como entenderás, lucharemos por ocupar dos tardes en la feria, algo que creo que me he ganado en justicia. Necesito como el aire que respiro dar un fuerte aldabonazo en Madrid, ese será mi punto de partida.

-Como dices, tiene que ser Madrid porque lo demás poco te ha servido. Hace tres temporadas, si no recuerdo mal, toreaste en todos los pueblos de tu provincia, Jaén, cortaste más orejas que nadie, saliste en hombros, mataste seis toros en Villanueva del Arzobispo, indultaste un toro en Sabiote; vamos, un palmarés que asustaba a cualquiera. Y de nada sirvió. Mucha pena la tuya, ¿verdad?

Sí, y a veces, desolación y rabia. ¿Cómo se puede entender que te dejen fuera de todas las plazas en las que has triunfado, entre ellas Jaén que antes hemos comentado? Eso desmorona a cualquiera. Alterné con las máximas figuras y no desdeñé para nada; es más, triunfé por lo grande junto a ellos. Como sabemos, asuntos de despacho que le rompen el corazón a cualquiera.

Por manoletinas

-Creo recordar, Venegas, matador, que para tu alternativa del año 2010, la que tenías prevista en Jaén con Enrique Ponce y Cayetano y, al final, o de repente mejor dicho, se vino todo abajo y te quedaste compuesto y sin novia. ¿Qué pasó?

No me apetece para nada rememorar un pasado oscuro y triste que no conduce a nada. Prefiero recordar aquel siete de agosto de 2010 en que, el maestro Curro Díaz, en Alicante, me concedió la alternativa en la que por ver primera salí en hombros de dicha plaza, algo que repetí aquella temporada y la siguiente todas las tardes que me vestí de torero.

-Ante lo poco que has toreado, amigo, la pregunta es obligada, ¿de qué vive, es decir, cómo vive un hombre que apenas torea?

Como todo no tenía que ser malo, un amigo me ha becado para que yo siga siendo torero, razón por la que me siento orgulloso y feliz. Es más, tengo su aprobación y, como me ha dicho muchas veces, mientras a mí me queden ilusiones por ser torero, siempre estará a mi lado.

-O sea que puedes vivir como un rey sin tener que preocuparte de nada, ¿verdad?

No se trata de eso; esta es una situación temporal, a la que le pido al destino que sea eso, por un tiempo porque mis ilusiones están todas encaminadas por lograr el triunfo, de otro modo no hubiera ido a Madrid en esa corrida llamada a la desesperada.

Máxima decisión a la hora de matar