Enorme la ilusión de Rafael en el día de su alternativa. Foto: Rullot

-Si no recuerdo mal, Rafael, has estado diecisiete años como novillero, toreando más o menos, pero son muchos años. ¿Qué pasó para que te decidieras para dar ese paso tan importante como es doctorarte en calidad de matador de toros?

Pienso que no tuve demasiada suerte como novillero, razón por la que tras algunos años como profesional decidí retirarme. Pero el destino nos tiene siempre reservada alguna sorpresa, razón por cual conocí hace dos años a don Álvaro Domecq que, por el precio de la nada decidió ayudarme invitándome a su casa para hacer tentaderos y, aquello me ilusionó hasta tal punto de que, ya viste, soy matador de toros.

-Un caso atípico sí eres. Hace muchos años, cuando empezaste, sin apenas torear nada te marchaste a México para allí debutar con caballos. ¿Cómo se dio aquella aventura?

Fue importante es la verdad. Me apoderaba en aquel momento el señor Ginés Parra que tenía muchos conocidos en el país azteca y esa fue la razón por la que varamos allí. Toreé tres novilladas con éxito pero un toro me infirió una cornada gravísima que me obligó a regresar a España antes de lo previsto; fue una desdicha porque los planes y proyectos que allí teníamos eran fantásticos.

Un momento, el de la alternativa, que será inolvidable para el valenciano

-Y luego tuviste un par de temporadas que rayaste a un buen nivel y, pese a todo y a los éxitos conseguidos en Valencia, tu carrera no se consolidó, ¿verdad?

Pude torear bastante como muy bien dices, pero no tuve fortuna, mis éxitos apenas tenían repercusión y decidí retirarme, con gran pena, pero en aquel momento se me acabaron las ilusiones.

-Es cierto que, como todos sabemos, tuviste una alternativa triunfal en tu pueblo, Foyos, pero ¿qué esperas de la profesión tras investirte como matador de toros? Conforme está el toreo, Rafael, barrunto que tiene que darse cita un milagro en tu vida para que puedas prosperar como torero.

Ante todo deja que te diga que, si está de Dios que lo mío cristalice con el éxito, así será; y si no lo está acataremos la voluntad divina. Es verdad que ahora estoy repleto de ilusiones, motivado como nunca, entrenando como jamás lo hice; es decir, vivo en torero las veinticuatro horas del día. La labor que me corresponde, como hombre y como torero, la estoy llevando a cabo con todo orgullo. Luego, como decimos, será el destino el que diga la última palabra.

En la calle, dispuesto siempre a dar muletazos a un toro

-Me has mandado una foto, Rafael, toreando un toro de seiscientos kilos en plena calle que, tras verla, me he asustado. ¿Se llama tu actitud auténtica vocación? Te lo digo porque eso si es jugarse la vida por el precio de la nada, algo que me parece tremendo.

Afición la tengo toda y, la prueba, como dices, no es otra que la foto que citamos; es algo que suelo hacer de forma habitual en algunos pueblos de la provincia, algo que me llena por completo y puedo asegurarte que en ese instante no soy consciente de que me juego la vida; es más, si soy torero, no puedo ni debo desdeñar la menor oportunidad que se me presente para enfrentarme a un toro.

-Ahora comprendo, Rafael, que el día que la empresa de Valencia te tuvo en la cartera de sus contrataciones y te ofreció la corrida de Celestino Cuadri, no dudaste un segundo en ponerte a disposición de la empresa sin hacer ascos a nada. Al final nada cristalizó. ¿Qué pasó, Rafael?

Me resultó muy sencillo entender que la empresa, dada la enorme oferta de toreros que habemos y siendo yo el último en llegar, pudiese yo tener un hueco; y me consta que la primera idea que tenían era contratarme. Pero no ha podido ser y seguro que habrá otra oportunidad; quizás sea en la feria de julio. Quedo a disposición de la empresa.

Toreando en redondo en Foyos

-Como fuere, Rafael, lo que sí está claro es que nadie te quitará la dicha de haberte doctorado en tu pueblo, todo un acontecimiento que seguramente no olvidarás jamás. ¿Verdad?

Sí, hombre. Son esos acontecimientos que marcan a un hombre para el resto de sus días. Como dices, que se diera en Foyos la primera corrida en la historia de mi pueblo, que me concediera la alternativa mi amigo y paisano Vicente Ruíz El Soro, que festejara en dicha corrida Vicente Barrera sus veinte años de alternativa; como te digo, todo un evento que no olvidaré jamás.

-Y dicho en cristiano, sabedor de lo que eres capaz de torear en las calles de los pueblos, aquellos toros de tu alternativa les verías como animalitos inofensivos. ¿Digo bien?

El peligro del toro siempre es inminente. No podemos obviar que, un toro, por insignificante que nos parezca puede matar a un torero, Antonio Bienvenida es el estigma de lo que digo, por citar a un diestro famoso. Es verdad que, dentro de la llamada “formalidad” de lo que supone una corrida de toros, todo está más acorde que cuando toreo un toro por esos pueblos de Dios. Pero no olvidemos, como digo, que el peligro siempre existe, por eso somos toreros, para burlar el peligro en aras de la creación del arte.

Un natural en el día de su alternativa

-Por todo lo que me has contado, ¿podríamos considerar a don Álvaro Domecq como un milagro en tu vida por aquello de que gracias a él retornaste a los ruedos?

Yo no diría tanto, pero si un factor determinante para que yo regresara a los ruedos y, como antes decíamos, para que me ilusionara de este modo puesto que allí, en Los Alburejos, de nuevo sentí la llamada del toreo dentro de mi ser. Desde aquí mi gratitud para don Álvaro.

-¿Qué proyectos tienes ahora en tu mente?

Vivir por y para mi profesión. Entrenar a diario y, aunque todavía no tengo apoderado, tratar de estar siempre preparado para cualquier evento que se me presente. Recuerda que, si uno decide ser torero, lo tiene que ser con todas las consecuencias. Se toreará más o menos; eso no importa. Pero lo que sí importa muchísimo es la preparación y, ante todo, la convicción por estar en aquello que amas.

Paseando el triunfo en la plaza de su tierra. Le deseamos que se repitan