Final feliz en Valdemorillo... y comienzo de exitosa temporada 2015?

-Todo el mundo, Barrio, ha ponderado tu inmensa disposición en esa corrida de Valdemorillo. ¿Quiere eso decir que estabas desesperado o que supiste esperar?

Lo que me sobraba era ilusión y, ante todo, eso creo que fue lo que trasmití durante toda la tarde. Por supuesto que la disposición era enorme; no podía quedarme a esperar; tenía yo que apretar más que nunca y eso creo que lo hice con humildad y, sin duda, con todas las ganas del mundo.

-Echemos la vista atrás, Víctor, y tratemos de analizar lo que fueron tus comienzos. Tú eres un tipo nada usual; es decir, tengo entendido que empezaste tu singladura a los veinte años, una edad en que muchos chicos ya habían tomado la alternativa. ¿Cómo podrías explicar semejante locura?

Tú lo has dicho, toda una locura. Pero como de artistas y de locos todos tenemos un poco, yo quise ser las dos cosas, loco y artista y en ello estoy. Fíjate que terminé mis estudios y con veinte años decidí apostar por la carrera más difícil del mundo, pero eso lo decidí yo, por tanto, soy el responsable de mi carrera como de mi vida.

-Imagino, Barrio, el día que te reuniste con tu familia y les dijiste que querías ser torero, seguro que se quedarían de piedra ¿Verdad? O quizás pensarían que les había salido un hijo gandul.

Fue problemático, no puedo negarlo. En principio mis padres, al respecto, tenían lo que se dice la mosca tras la oreja; no daban crédito. Claro que, cuando vieron que todo iba muy en serio, no dudaron en apoyarme.

-Y para no querer ser torero hasta esa edad tan “avanzada”, siendo un niño, según tengo entendido, un novillo te dio una voltereta. ¿Cómo fue aquello?

Muy sencillo. Acudí con mi abuelo a la plaza de toros de Sepúlveda, accedí a donde no debía y el novillo me volteó sin consecuencias, eso sí, con un susto grandísimo. Cuando mi abuelo vio que no había pasado nada se puso muy contento porque comprendió que jamás emprendería el camino por ser torero, todo debido al gran susto que habíamos tenido.

Derechazos de rodillas para empezar con la muleta

-Pero tu abuelo se equivocó, ¿verdad?

Es cierto que en mis juveniles años yo era aficionado, eso no puedo negarlo; pero sí, todos pensaban en casa, tras lo que contó el abuelo, que esa no sería nunca mi profesión y, ya viste, todos estábamos equivocados, yo el primero, porque como te digo decidí ser torero muy tarde.

-Pero amigo, en apenas cuatro años estabas en la puerta de cuadrillas de Las Ventas tomando la alternativa. Si se me apura, Víctor, una carrera meteórica la tuya, ¿cierto?

Sí, hombre. Cuando me convencí de lo que quería hacer, me marché a la escuela de El Espinar con el maestro Sánchez Puerto y, desde aquel instante empecé con una singladura de éxitos que ni yo mismo me los creía. Toreé muchísimo y, como tú decías, me sentí figura de los novilleros. Mis éxitos así lo certificaban.

-Lo cual viene a demostrar que estabas en el sendero adecuado. Pero, ¿no crees que asumiste un enorme riesgo por aquello de doctorarte en Madrid, nada más y nada menos?

No, para nada. Yo estaba tan convencido de lo que hacía que nada me importaba; ni Madrid me asustaba, razón por la que no dudé en doctorarme en la primera plaza del mundo.

Naturales de frente

-Por cierto, Barrio, al respecto de tu alternativa creo que hay una anécdota muy curiosa que quisiera que nos contaras para nuestros lectores. ¿Cómo fue aquello?

Verás. Era el año que se despedía de los ruedos el maestro El Fundi en que, al enterarme de la noticia de su despedida en su profesión le puse un mensaje y le dije: “Qué pena, maestro, que se despide usted del toreo en el momento en que yo llego, con la ilusión que me haría poder torear con usted” O sea que, yo me quedaba con la ilusión de un día poder torear con El Fundi, algo que veía que sería imposible. Pero mira como es el destino que, para la fecha de mi doctorado, mi padrino era Curro Díaz, el artista de Linares, el que causó baja por una cornada recibida días antes. La empresa, sin que yo supiera las razones contrató a El Fundi y, lo demás ya te lo puedes imaginar cuando nos vimos en la puerta de cuadrillas de Las Ventas que, para mi dicha, me doctoró.

-¿Qué te dijo el maestro en el momento de la ceremonia?

Palabras bellas las suyas las que no olvidaré jamás. “Procura darle al toro todo lo que llevas dentro, no regatees jamás esfuerzo que el toro te devolverá con creces todo aquello que hayas entregado”

-Bellas palabras las del maestro pero, de momento, Víctor, el axioma no se ha hecho realidad todavía. ¿Hasta cuándo la espera para que las palabras del maestro se tornen en la realidad que El Fundi te vaticinó?

Sin duda, el pasado domingo, te lo juro, en Valdemorillo, sentí que las palabras del maestro empezaban a tomar fuerza; me retumbaban en el oído las mismas puesto que, por momentos, veía que el toro me estaba dando todo.

Bernadinas ajustadas para terminar

-¿A qué sabe el triunfo?

A recompensa, no lo dudes nunca. Yo así lo sentí. Noté los vítores de los aficionados, la salida a hombros y, más tarde, al ver todo lo que dijo la prensa de mi, con ello ya tiene uno todo el pago del mundo. Es decir, todo el mundo me confirmó que no estaba equivocado, algo que me aportó mucha luz en mi camino.

-Sin duda, aunque suene cursi, ya tienes una gran tarjeta de visita para esgrimir ante los empresarios, ¿verdad?

Esa es la idea, que ese éxito se pueda materializar en algunos contratos para seguir reivindicando mi valía, que no soy flor de un día, que tengo condiciones para ser torero, que jamás engañé a nadie con mi decisión, de la que soy arte y parte.

-Ilusionado te veo como jamás he visto a nadie y eso que solamente toreaste cuatro corridas el pasado año. Con tan pocas actuaciones, ¿cómo es posible que las mismas te reconfortaran tanto?

Porque tuve cuatro actuaciones triunfales por completo; no eran plazas de relevancia, pero sí con la suficiente para llenarme de ilusiones, para saberme válido para mi profesión; cuatro actuaciones que me llenaron por completo en todos los órdenes y, ya viste, desde allí, hasta este día glorioso de Valdemorillo que, sin duda no olvidaré jamás.

Todo fue merecedor de las dos orejas para cerrar su gran tarde en Valdemorillo