Hoy César Rincón, pasados los diez años de OyT, es un torero vestido de paisano

-Recordamos la última charla con el maestro el día de su despedida en Barcelona en que, emocionado, llorando, nos contaba de sus éxitos, incluso de la melancolía que le invadía al ver que se despedía de los ruedos. ¿Qué ha pasado desde entonces, maestro? ¿Cómo sigue su salud?

A Dios gracias, me repuse, vencí a la enfermedad como sabes con matrícula de Cum Lauden, pude reaparecer tras la misma, volver a ser el que fui y, poco más tarde, retirarme en Barcelona como antes comentaste. Desde aquel día mi vida cambió de forma radial; ya no tenía la presión que supone jugarme la vida, me dediqué en plenitud a mi familia y, como sabes, a la cría de mis toros de El Torreón, la ganadería que le compré a don Felipe Lafita.

-Por cierto, ¿se hizo usted ganadero para seguir ganando dinero o, en su defecto, para ver en los carteles aquello de “toros de don César Rincón Ramírez”?

Ni lo uno ni lo otro. Ser ganadero de reses bravas, salvo excepciones, no produce beneficios. Tampoco me pudo la vanidad, para nada. Es cierto que, me ilusionaba con ser ganadero de reses bravas, pero sin pretensiones económicas, eso lo supe antes de comprar la ganadería.

-Ganadería que usted ha expandido desde España hasta su Colombia natal, LA VENTAS DEL ESPÍRITU SANTO, se llama su ganadería andina. ¿Cuál de las dos camadas le da mayores satisfacciones?

Si llamamos satisfacciones económicas, ninguna de las dos. Pero si es hermoso, muy lindo ver como embisten los toros que tú has criado, incluso que se indulte un ejemplar; todo satisfacciones del alma, pero sin ninguna retribución económica.

Ya no vemos esta imagen cuando iba a las plazas de toros vestido de luces

-Tras escucharle, maestro, hasta tengo derecho a pensar que  usted se equivocó el día que compró la ganadería. ¿Es así?

No exactamente porque como te he dicho, yo era consciente de lo que hacía. A Dios gracias, tengo otras inversiones al margen de la ganadería que me permiten vivir con la misma dignidad que cuando me jugaba la vida. Entre otras cosas, he puesto ganado de carne que, sin dudar, me proporcionará más beneficios que el propio toro de lidia.

-Oiga, maestro, tras escucharle, ¿no me estará usted insinuando su vuelta a los ruedos?

No, por Dios. Esa etapa ya terminó. Todo tiene su momento y, el mío ya pasó; ahí quedó mi obra para el recuerdo y si te digo la verdad, jamás me pasó por la cabeza volver a vestir el traje de luces.

-De todos modos, César Rincón, con cuarenta y nueve años, es usted un chaval. Si reapareciera, no sería nada descabellado. Conozco toreros con veinte años más que usted y siguen en activo.

Pero esos son fuera de serie. -Ríe el maestro- Como te digo, me marché para no volver; reaparecí en su momento cuando me retiró aquella cruel enfermedad, pero una vez que yo decidí marcharme, lo hice para siempre.

Ni enfrentarse a los morlacos como aquí en Apizaco (México)

-A propósito de jugarse la vida, maestro, su cuerpo está lacerado por “mil” cornadas. ¿Cómo recuerda aquellos momentos de amargura y de dolor?

De ningún modo. Porque si algo aprendí en la vida es que hay que recordar siempre lo hermoso de la misma; mis triunfos, el nacimiento de mis hijos, saberme vivo tras tantos percances y enfermedades; eso es lo que recuerdo, lo positivo de la vida porque, como sabes, vivir es toda una fiesta, por tanto, no podemos desperdiciarla.

-Habla usted de sus hijos y, si no recuerdo mal, su hijo mayor ya tiene quince años. ¿Quiere eso decir que, posiblemente, dentro de nada, estemos frente a otro gran torero llamado Rincón?

No, de ninguna manera. Mi suerte es tanta que, mis hijos no tienen el “veneno” del toreo, por tanto, me conformo con que estudien y sean personas de bien para el día de mañana. Si ellos lo eligieran, no podría negarme, pero por lo que veo, no corro el peligro de saber que un hijo mío pueda jugarse la vida en una plaza de toros.

-Tiene usted razón porque ahora todo es distinto. Usted llegó al toreo por afición, pero ante todo, por hambre, por la humildad en que usted vivía que, como única salida, ser torero era lo que le alimentaba.

No me importa reconocer que vengo de unos ancestros muy humildes que, como dices, me empujaron para jugarme la vida y, de tal modo, tratar de salir de aquel atolladero que era mi vida. Sin embargo, ahora, la vida de mis hijos es otra; aunque puedan contagiarse de lo que ha sido la historia de su padre, aunque sigan viendo los toros cada día, ellos, a Dios gracias, no tienen hambre, justamente, el factor determinante que me empujó a mí hacia el mundo de los toros.

Una chicuelina su última tarde en Barcelona. Ya no le vemos ni a él ni la plaza

-Pese a todo lo vivido, maestro, me emociono al comprobar que, tras tantos años y todo lo vivido, en su cuerpo no queda el más mínimo rencor para nada ni para nadie. ¿Es su bondad la que le define como el gran ser humano que conocemos?

Yo sería un necio si viviera acumulando rencores; lo que pasó ya es historia, nadie lo puede reparar, por tanto, de nada sirve mirar hacia atrás; si acaso, como te decía, para recordar los éxitos, los grandes momentos que he tenido en mi vida; pero lo malo, lo negativo, quedó archivado todo en el baúl del olvido.

-Al respecto de la problemática de su plaza, la Santa María de Bogotá, ante el cierre de la misma y, últimamente, ante la huelga de hambre de los novilleros colombianos para protestar contra el alcalde bogotano, Gustavo Petro, que cerró la plaza por “decreto ley”, todo el mundo ha elogiado la visita de su persona a Colombia para solidarizarse con los novilleros y, ante todo, con ese manifiesto que hizo usted público ante todos los medios de comunicación del mundo. Intuyo, maestro, que no hace falta preguntarle por su sentir al respecto de dicha problemática porque lo han dicho todo sus acciones. Manifieste si quiere al respecto.

Hice lo que debía, lo que mi corazón me demandaba. Marché junto a los míos porque era un deber moral para ayudar a los muchachos que, por amor a la profesión, se están jugando la vida con su huelga de hambre, algo que todo el mundo les debemos de agradecer. Es del signo infame que un alcalde, por mucho poder que tenga, que lo utilice para su ego personal, hasta el punto de que como a él no le gustan los toros, sin respeto para con nadie y sin argumento que lo sostenga, cerró la bendita plaza de toros de Bogotá, en la que me hice torero, la que me despedí y la que sigo amando con todas mis fuerzas. Esas decisiones dicen muy poco por la democracia, es más, nos hacen dudar de la misma y eso si es grave y lamentable. No tiene sentido la actitud de este hombre para con los cientos de miles de aficionados colombianos y, peor aún, que dicho cierre supusiera quedarse sin pan, sin trabajo, unos hombres apasionados que, sin hacerle daño a nadie, hasta son capaces de jugarse la vida, dentro y fuera de los ruedos, la huelga que han mantenido ha dicho todo de ellos.

Eso sí, le podemos ver siempre en las plazas de toros

-Maestro: La Corte Constitucional de su país se ha manifestado a favor de la reapertura de la plaza bogotana. ¿Cree usted que, de verdad, hemos triunfado ante el dictador Petro?

Eso es lo que entendemos y pretendemos; que al vernos amparados por el favor de la Corte Constitucional, que Gustavo Petro de su brazo a torcer puesto que, los altos estamentos de la Nación, imagino, que deben de estar muy por encima de las decisiones de un alcalde que, por lo visto, imagino que ha quedado al descubierto, por tanto, en soledad para sí mismo.

-Por cierto, ¿cree usted que, desde España, cuando hace unos años, los políticos nefastos catalanes erradicaron la fiesta en Cataluña, es posible que Bogotá y Quito, con lo que han sido sus acciones por parte de sus mandatarios, desde aquí les hayamos dado alas al respecto?

Sin lugar a dudas; ellos tomaron nota de todo lo malo que aquí hemos llevado a cabo porque, antes del cierre de Barcelona, de toda Cataluña respecto a la maravillosa fiesta de los toros, nadie en el mundo se pronunció al respecto; pero como dices, les dimos alas a los dictadores para que ejercieran como tales.

-Y ante tales desacatos, maestro, ¿cree usted que cabe alguna solución?

La lección, amigo, nos la han dado los chavales colombianos con su actitud, hasta el punto de poner en serio peligro sus vidas, todo por conseguir lo que es de justicia. Nosotros, los aficionados, entre los cuales me incluyo, somos muy pacíficos en todos los órdenes; pero lo somos tanto que somos incapaces de manifestarnos ante aquello que nos pertenece y que de forma vil nos han arrebatado; no podemos quedarnos de brazos cruzados al respecto, pero ni un solo minuto más; debemos de pronunciarnos, manifestarnos para que nos devuelvan aquello que nos pertenece, como es la centenaria fiesta de los toros que, solo los llamados progres se han atrevido a atentar contra la misma. Nuestro conformismo, incluso nuestra bella y cívica forma de ser, hasta nos perjudica por completo. Falta reivindicación al respecto; quedarnos quietos es tanto como morir por inhalación ante aquello que nos han inyectado los que no tiene respeto para con sus semejantes; nosotros, repito, que somos los más respetuosos del mundo, al margen de ello, juntos, unidos, debemos de manifestarnos para que la voz del aficionado se deje oír en todos los confines del mundo. Ánimo para los chavales colombianos, pero desde este púlpito, animo a todos los aficionados del mundo para que nos manifestemos contra las malas artes de algunos políticos que, llenos de odio, han sido capaces de quitarnos aquello que amamos, la fiesta de los toros.

O en otro evento social nos le podemos encontrar. Pero siempre torero