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Rafael de Paula  
  entrevista de Pla Ventura [ 08/09/2005 ]  
RAFAEL DE PAULA HUELE A SOLEDAD

Más que a soledad, la figura ya mítica de Rafael de Paula huele al perfume más embriagador que jamás hubiéramos podido soñar, sencillamente, el perfume de lo que ha sido su toreo genial e incalificable. Todavía, a estas alturas de su vida, sus andares, son de torero; ni los años han conseguido mitigar sus maneras, sin lugar a dudas, las que responden al que ha sido un torero de puras esencias. Confieso que, conversar con Rafael de Paula, es siempre un lujo para cualquier mortal. Sus lecciones, aquellas que aprendiera en la escuela de la vida, ahora, al paso de los años, le han granjeado un estilo propio, único e irrepetible. Sus silencios o pausas entre una y otra pregunta, no son otra cosa que, la más bendita reflexión ante aquello por lo que se pronuncia; Rafael de Paula se siente torero y, como tal, la liturgia del toreo, es capaz de trasladarla a la calle y, junto al conversador, entregarle, como no podía ser de otro modo, lo mejor de sí mismo. Pasados los años, el hijo de Francisco “El Cochero”, ha logrado ser un personaje de leyenda; posiblemente, en su niñez, jamás lo habría pensado; o quizás si, nadie lo sabe, salvo él que, con sueños y quimeras, poco a poco, resultó ser el artífice de su propia vida y, ante todo, de su obra inenarrable.

Me sorprende, maestro que, en cierta ocasión, dijo usted una frase que, en sus labios, hace mucho que pensar; decía usted que se le había escapado el tren; pero si usted ha sido lo más grande entre la torería andante, ¿qué quiso decir usted con aquella afirmación?

Ahora, pasados los años, en la soledad de mi vida, sigo creyendo que pude haber hecho más; si acaso, mi único consuelo, viene dado por la falta de condiciones físicas que, durante tantas veces ha sufrido mi cuerpo; diez intervenciones en las rodillas son muchas operaciones para alguien que, como yo, se jugaba la vida dentro de una plaza de toros.

El destino quiso que todo eso ocurriera de ese modo pero, pese a todo, maestro, el noventa por ciento de los toreros, por no decir la totalidad del escalafón, a todos los gustaría ser recordados y admirados como es su caso, ¿verdad?

Artísticamente, en honor a la verdad, no tengo motivos para quejarme; sí, como tú dices, he sido reconocido durante toda la vida y, ahora, retirado, tanta gente sigue reparando en mi persona; claro que, en mi arte, lo puedo jurar, yo era ambicioso, aunque a veces las cosas no se dieran; pero yo siempre quise más y más; el aficionado lo merecía todo.

¿Cómo se explica que, un gitano como usted, plagadito de arte por los cuatro costados, no sepa tocar las palmas por bulerías?

Será si acaso que soy un gitano especial. No toco las palmas ni canto, ni tampoco bailo, pero siempre me sentí muy artista frente a los toros, algo que tampoco está nada mal.

Si me lo permite, maestro, analizando lo que ha sido la trayectoria de su vida artística, hasta me temo que, su persona, ha sido quizás demasiado humilde; es decir, quiero pensar que usted no sabía venderse, artísticamente me refiero. ¿Lo piensa usted así?

Será lo que tú quieras pensar; cada cual es muy libre de tener el criterio que más le convenga, pero en mi humildad y timidez, ello me impedía formar bulla para hacerme notar; yo era reservado, -lo sigo siendo, claro- y cuando otros estaban haciendo notar sus éxitos, los míos, me gustaba saborearlos con la intimidad de mi gente.

Maestro Rafael de Paula: usted siempre inspiró a escritores y poetas, además de la gran obra que ha escrito Reyero sobre su vida y su persona, ahora, dentro de breves fechas, como una sorpresa mayúscula, aparecerá en el mercado editorial otro libro singular que nos habla de Rafael de Paula, pero de una singularidad especial; su título, DE NEGRO Y AZABACHE y que lo ha escrito una persona muy allegada a usted, su propio hijo, Jesús Soto Muñoz. ¿Cree usted que habrá objetividad en dicho libro o, por el contrario, su hijo, se deja llevar por la pasión que siente por su irrepetible padre?

Yo creo que es un signo de admiración del chico hacia su padre, algo que le agradezco de todo corazón; primero por estar capacitado para escribir el libro y, acto seguido, por poner su alma en dicho quehacer. Es bonito el gesto, si señor. A mí me ha llenado de alegría, como no podía ser de otro modo; lo importante es que cale en el sentir de los aficionados y, la prosa de mi hijo retrate con toda naturalidad lo que su padre ha sentido en los ruedos; incluso fuera de los mismos.

Usted, pese a su humildad, sin embargo, respecto al arte siempre ha estado muy convencido de ello; es decir, no reparó ni titubeó aquella vez que le preguntaron si era artista y, lo afirmó con rotundidad. ¿Lo sigue creyendo?

Hasta que me muera. ¿O un artista deja de serlo de la noche a la mañana? No, por Dios. Mi madre me parió artista y, a ella se lo debo todo. Soy humilde como ser humano y, mis acciones, así lo demuestran; pero dentro de las plazas de toros, yo creo que fui el que tenía que ser; si acaso por ello ahora tanta gente me recuerda.

Hace ahora dieciocho años, en plena feria de otoño de Madrid, usted esculpía el más bello monumento al arte de torear; pese a sus fallos con la espada, nadie hemos logrado olvidar tan bella faena. Nunca el toreo fue tan bello, sentenció Joaquín Vidal al día siguiente. ¿Cómo recuerda aquella efemérides tan importante en su vida?

Eso es imposible de olvidar; hasta lloré en el estribo porque, con desolación y pena, por culpa de la espada, comprobé como se me escapaba el triunfo más grande de mi carrera en Madrid; bien es verdad que, pese a todo, me queda la gloria de que, como tú sentencias, la faena, nadie ha logrado olvidarla. Y, al día siguiente, respecto a lo que de mí dijeron, creo que resultó todo inolvidable por bello y bien escrito.

Hemos hablado de su libro, Rafael de Paula y, tras cautivarme con su lectura, he entresacado cosas realmente geniales y, algunas, hasta aleccionadoras. Fíjese que, de usted, que en tantas ocasiones hemos hablado de sus miedos, espantás o como queramos definirle y, su historia, entre otros muchos logros, nos dice que es, junto a Antonio Bienvenida, el torero que más veces se ha encerrado en solitario con seis toros. ¿Cómo no vendió usted mejor esas hazañas?

Yo nunca fui vendedor de nada; recuerda que soy torero y, eso de vender, la verdad es que me cae muy mal. Todo aquello, esas hazañas de que tú hablas, surgían, se llevaban a cabo y ahí quedaba todo. Yo no lo hacía como pretensión ante nada ni ante nadie; repito que, se me proponía, lo veía interesante y, así lo llevaba a cabo. Más oportunidades tengo para realizar mi arte, pensaba en cada tarde cuando me encerraba con tantos toros.

¿Considera que ha sido un esclavo de su propia vida y obra?

Digamos que, he sido un personaje singular; un torero al que han esperado como a nadie y, a veces, por causas muy distintas, he decepcionado a veces; pero es que ser torero es algo muy complejo y, en mi caso, mucho más. A mi se me esperaba de forma distinta y, cuando no se podía, lo pasaba muy mal; soy un hombre de grandes sensibilidades y, ver sufrir al aficionado, me entristecía muchísimo. Claro que, en una corrida de toros en la que se pretende crear arte, de antemano, no hay nada escrito; todo es muy complejo y, cuando surge como uno quiere, ahí están mis faenas que nadie ha podido olvidar.

Su grandeza, maestro, no es otra que, pasados los años y durante toda su vida, el mundo de la cultura, de forma concreta el de las letras, se ha visto involucrado en su forma de ser y sentir. Bergamín, entre otros, le dedicó LA MÚSICA CALLADA DEL TOREO. ¿Es cultura el toreo?

Todo lo que huela a arte es una parte de nuestra cultura y, en mi caso, he vivido por y para el arte. Fíjate que, siempre he sentido envidia por Bergamín, así como por otros tantos intelectuales con los que tuve la fortuna de relacionarme; y digo envida porque, a pesar de sentir mi arte, jamás he sido capaz de garabatear unos versos y plasmarlos en un papel.

En los últimos años, maestro Rafael de Paula, hemos leído muchas cosas con relación a lo que ya tenía que haber sido un homenaje nacional en honor y favor de su vida y, ante todo, un reconocimiento a su obra y, al respecto, me temo que, se ha escrito con mucha frivolidad; algunos, hasta decían que usted se había negado. ¿Qué hay de cierto en todo esto?

Tú lo has dicho; mucha frivolidad al respecto y, algunos, hasta han querido ser graciosos con mi persona y, eso me duele. ¿Tú crees que yo sería capaz de negarme a recibir el cariño de los míos; de todos los aficionados en este caso? Se me puede tachar de gitano, y lo soy con todo orgullo; pero el que me tache de tonto es que no tiene sentimientos. Nada serio se ha hecho al respecto y, el día que se quiera, ahí estaré yo con los brazos abiertos para recibir a todo el mundo del toreo.

¿Qué siente, maestro cuando, a diario, cuando hace el paseíllo por las calles de su pueblo y, le rinden admiración y cariño?

Cosas bonitas, si señor. Sentirme reconocido y admirado, la verdad es que me halaga mucho; ante todo, por la sinceridad de las gentes que me lo dicen; nada es premeditado; puedo comprobar como les surge ese sentimiento de cariño, al igual que a mi me surgía en los ruedos cuando toreaba para ellos.

Usted, maestro que se ha codeado y lo sigue haciendo con el gremio de la intelectualidad, permítame que le pregunte ¿qué diferencia existe entre un artista de las letras y, como en su caso, de un torero artista?

Son dos conceptos muy distintos; el escritor lo puede ser hasta el día de su muerte mientras que, el torero, por las limitaciones que produce la edad, tiene que retirarse cuando el cuerpo lo demande. Y es triste que así suceda porque, pese a todo, uno es torero toda la vida y, comprobar que ya no puedes impartir lecciones, ello produce mucha tristeza. Bien es cierto que, en contrapartida, los toreros, gozamos de los éxitos como nadie; es decir, eso de palpar los vítores en el momento de crear la obra soñada, eso sólo es patrimonio de esta maravillosa profesión de torero.

¿Cómo se vive, maestro, estando terriblemente solo y maravillosamente libre?

Para mi fortuna, nunca estoy solo; vivo con una hermana y sus gentes y, siempre estamos rodeados de gentes, de personas que nos quieren; incluso, de vez en cuando, llega algún que otro torero que, al menos en la mente, reverdecemos viejos laureles. Pero si es cierto que, estoy maravillosamente libre.

Usted, Rafael de Paula, ha sido, es y será el referente de todo aquello que huela a arte. Por ejemplo, el pasado año, editaron un libro con los mejores textos y crónicas de Joaquín Vidal y, la portada de dicho libro, era adornada con una foto suya. Podían haber puesto una foto de cualquiera de los muchísimos matadores de la actualidad y, decidieron que fuera usted el afortunado protagonista. ¿Se llama eso misterio?

Como antes decíamos, eso me halaga; tanto como cuando los aficionados me reconocen y me saludan por las calles. ¿El misterio? Esa palabra que tantas veces he utilizado en mi vida y que, como todo el mundo sabe, tan bien define a la profesión de torero y, si acaso, en mi persona, mucho más. El toreo, realmente así siempre lo creí, tiene mucho misterio y, en mi caso, creo que mucho más. El misterio creo que es el camino hacia lo desconocido, precisamente, lo que pueda suponer a un artista antes de comenzar el espectáculo; luego, a medida que discurre la lidia, se va descifrando el misterio; toda una liturgia que, como se sabes, solo tiene cabida en este mundo genial.

Hay muchos hechos en su vida, maestro que, sin lugar a dudas, son motivo de reflexión; por ejemplo, es curioso que tardase usted catorce años en confirmar su alternativa cuando, en esos años, usted encandilaba y enloquecía a los suyos con su toreo particular y distinto. ¿Hubo algún motivo en especial?

En especial, pues no creo. Si es cierto que me llamaban pero, pese a todo, yo era un hombre consecuente con mis acciones; no era cuestión de acudir a Madrid para estrellarme; yo necesitaba de ciertas garantías respecto a los toros a lidiar porque, Madrid no era cualquier cosa y, llegar a esa maravillosa plaza y no poder triunfar, eso me tenía preocupado. Al final, cuando llegó la hora, acudí a Madrid y, en tan solo unos lances, media España estaba hablando de mí, como yo en verdad pretendía.

¿Es eso vanidad, maestro?

No, de ninguna manera. En realidad, lo que siempre me ha preocupado es que hablaran de mi arte; de mi persona, me tenía sin cuidado y, a las pruebas me remito. Yo creo que, la persona vanidosa es aquella que quiere hacer ver que tiene unas cualidades que, en honor a la verdad, carece; esa es la vanidad. En mi caso, creo que he sido pura transparencia y, desde lejos, se me ha visto.

¿Cómo entiende usted el fracaso?

Sinceramente, como la mejor cura de humildad que deberíamos aplicarnos todos en cada una de nuestras actividades; es más, yo creo que el fracaso es necesario para poner los pies en el suelo, no flotar jamás y, ante todo, para ser como uno debe ser.

¿Y usted como es, Rafael de Paula?

Libre, sincero, artista, inconstante y, ante todo, me considero una buena persona pero, este último factor, es algo que deben decirlo los demás.

Maestro: desde nuestra tribuna, se lo confieso, me gustaría poner en marcha la idea de que, de una santa vez, el taurinismo español, se hicieran eco de su figura de artista y, por fin, le tributaran el homenaje a nivel nacional que tanto merece. ¿Quiere añadir alguna cosa más?

¡Ea!, suerte para todos.

Que Dios le siga bendiciendo, maestro Rafael de Paula.

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