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Domingo Valderrama  
  entrevista de Pla Ventura [ 01/09/2005 ]  
DOMINGO VALDERRAMA: UNA VOCACIÓN SIN LÍMITES

Han pasado casi veinte años desde aquella hermosa tarde en que, en la ciudad de Huelva, Domingo Valderrama, hiciera su primer paseíllo. Desde aquel entonces, en la vida de este hombre, han ocurrido toda serie de circunstancias que, unas por bien y otras por mal, todas le han enseñado la más grande lección. Tras analizar la trayectoria de su vida, mucho me temo que, Valderrama, pequeño de cuerpo, pero de corazón gigante, merece una mejor suerte. Su carrera, limpia como ninguna, honesta a carta cabal y, por encima de todo, valiente hasta el morir. Una serie de valores que, lamentablemente, no han cuajado para que su persona, su obra, alcanzara los ecos que en verdad merece. Pero es muy cierto que, Valderrama, es un tipo singular; a valiente no hay quien le gane, claro que, como diría el refrán, suerte que tengas que el saber poco te vale. Y, la suerte, si así lo queremos convenir, no quiso aliarse con este singular diestro de Utrera. Claro que, a fuerte, no hay quien le gane. Valderrama ha soportado de forma estoica cornadas, ingratitudes, desprecios; como saboreó sus éxitos. Pero ninguna circunstancia le ha dejado venirse abajo. Un caso de vocación sin límites que, por encima de todo, requiere del apoyo de todo el mundo.

Uno, ante casos como el de Domingo Valderrama, en calidad de aficionado, siente la pena lógica de las injusticias que en este mundillo anidan. Si, como dicen los taurinos, lo que en verdad valen son los triunfos, ¿dónde están los que ha conseguido Valderrama? ¿Acaso aquella puerta grande de Madrid y sus triunfos en la Maestranza de Sevilla eran de broma? Una serie de preguntas que, obviamente, no tienen respuesta. Si alguien, a lo largo de su carrera, se justificó hasta el máximo, éste ha sido Domingo Valderrama y, como se ha comprobado, la ingratitud, ha sido la norma con la que le han pagado. Este torero ha demostrado la teoría que siempre he defendido; que el toro no decide nada; que los triunfos, como los demás no quieran, te los puedes comer con patatas y, ahí está Domingo Valderrama que, corrobora las desdichas que siempre critiqué.

Por lo que veo, matador, usted no se cansa; ni echándole bombas logran apartarle de su hermosa idea por ser torero. ¿De donde saca usted unas fuerzas que, seguro estoy, muchas veces le habrán abandonado?

Todo es producto de mi afición sin límites; no veo muralla alguna, aunque la que tenga frente a mis sienes sea más grande que la propia muralla China. Aquí, en esta profesión, no se puede estar de broma; ni tampoco de mentiras. Uno, mi caso, cuando elegí ser torero en honor a la verdad, ya sabía a lo que me enfrentaba.

Es verdad que de cobardes nunca se ha escrito una sola línea pero, torero, es para rebelarse ó, en su defecto, para marcharse uno a su casa totalmente aburrido. ¿O no es así?

A veces quiero pensar que somos muchos los llamados y, como se demuestra, muy pocos los elegidos. De todos modos, sigo confiando en mis posibilidades; no soy un gracioso que quiere ser torero; más bien, si se me permite, un hombre honrado que por la causa de la torería ha dado muchas veces su sangre.

Le podrá parecer, matador, que quiero seguir hurgando en la herida y, nada más lejos de mi ser. Permítame que le diga que, usted, entre otros logros importantes, ha triunfado en Sevilla y, como todo el mundo sabe, ha traspasado el umbral de la puerta grande de las Ventas en olor de multitud. ¿Cómo es posible que esos triunfos de reconocido prestigio no valgan para nada cuando, como se sabe, muchos de los que torean todos los días, esos éxitos, no los conseguirán jamás?

Podrán tener más o menos repercusión los éxitos de que me hablas que, con toda legitimidad los conseguí; pero lo que nadie podrá arrebatarme es la satisfacción de haber logrado tan bellas metas como torero.

¿Cómo es posible que, en un cuerpo menudo como el suyo, quepa un corazón tan grande?

Ciertamente, se necesita mucho corazón para ser torero y, mucho más, para enfrentarse al tipo de corridas que habitualmente he ido matando por esas plazas de Dios.

Por cierto, me habla usted de esas corridas durísimas que usted ha venido matando y, ahora, por lo que comprobamos, ni con ese tipo de ganado le escuchan. ¿Qué cruel maleficio se ha apoderado de su persona y obra?

No existe tal maleficio; son las decisiones empresariales las que han determinado que mi persona viva lleno de amargura; desencanto que, lógicamente, ha venido por la falta de contratos. Piensa que, hasta hace unos días no había realizado paseíllo alguno; pero me queda la esperanza de poder remontar el vuelo puesto que ya lo he realizado y con los triunfos, espero conseguir más contratos.

Como torero, es usted un tipo admirable. Siendo así, honradamente, ¿dónde cree usted que está el fallo?

Todos cometemos errores y, en mi caso, igual me equivoqué alguna que otra vez al pedir lo que, honradamente, entendía que era mío.

A ver si soy capaz de darle la lectura a lo que usted me está contando. Quiero pensar que, alguna que otra vez, usted, tras jugarse la vida exigió un dinero lógico y se lo negaron, ¿verdad?

Asituaciones muy dramáticas en mi carrera y, en ocasiones, como te digo, hasta me quedaron fuerzas para rebelarme.sí es; es duro, pero real. He tenido que vivir

Y, por lo que usted me está contando, en el mundo del toro, si uno es capaz de pedir lo que le corresponde, no siendo figura, se busca uno la quiebra moral, artística y económica. Permita que le diga que, en su lugar, quien suscribe, hubiera buscado otro menester, de ahí la grandeza que los aficionados podamos sentir por su causa torera. Ya tengo claro que, del toreo, habrá que echarle porque, como se evidencia, usted no piensa irse. Su situación, amigo, es para aburrir al más fuerte de los mortales y, usted, erre con erre…

Hemos comentado antes que, el toreo, para mí, es una droga, un veneno que corre por mi sangre que, por torear, hasta soy capaz de dar la vida; cornadas cantan, sinsabores lo atestiguan.

Hay un dato revelador que, visto desde fuera, se le pueden dar muchas lecturas. ¿Cómo es posible que usted no tenga apoderado?

Quizás que, en mi caso, pudiéramos aplicar ese dicho que dice que, lo que me dan no lo quiero y, lo que quiero no me lo dan. Yo entiendo que es complicado luchar por un hombre que lleva ya muchos años en el mundo del toro, a pesar de mis 33 años. Yo necesito un hombre que sea capaz de creer en mi; jamás un comisionista para hacerme dos corridas en un pueblo. Es complicado y, por esa razón, he decidido caminar solito. Ya vendrán tiempos mejores.

En Madrid, por ejemplo, que están toreando todos los desposeídos de la fortuna y, en su caso, un hombre con vitola por aquello de haber salido por la puerta grande de las Ventas, ¿no cree usted que tenía más derecho que nadie a entrar en los carteles de verano?

Posiblemente, derechos los tengan todos; pero si te soy sincero debo de confesarte que, no he llamado a la empresa de Madrid. Y soy consciente de lo que hago; yo no busco ir a Madrid por aquello de sumar un contrato; yo anhelo volver a las Ventas para triunfar y, no habiendo toreado en este año, me parecía una temeridad acudir a tan grande compromiso. De que volveré, de eso no me cabe duda alguna.

Y, según me cuentan, su gran espina se llama Sevilla. Tengo la impresión de que usted es enemigo de Canorea porque, de lo contrario, nadie podía entenderlo; lo de su ausencia de los carteles de todo el serial sevillano. ¿Digo bien que usted se enemistó con Canorea?

No, de ninguna manera. Eduardo siempre me ha dicho que, en cuanto tenga un hueco intentará ponerme; yo se de las presiones que tiene que soportar para montar los carteles; es decir, no soy un compañero cómodo para nadie porque, como he demostrado, en cuanto un toro se deja, le corto las orejas de inmediato y, que un “desconocido” te rebaje de categoría, eso no lo consiente nadie. Como antes decíamos, me queda la esperanza de poder volver a Sevilla con todos los honores.

¿Le dice usted honores a volver con una corrida de las llamadas durísimas, de esas que no quiere nadie?

Si, si, por lo que se ve, hasta las durísimas como tú dices, tienen novios por doquier. Y ese es  mi dolor porque, en las corridas terroríficas, aunque parezca un contrasentido, en su momento, me había hecho un hueco y, ahora, la novedad de muchos muchachos me ha relegado a un segundo término.

¿De qué vive usted ahora? Y perdone mi indiscreción puesto que, la pregunta, para todos los toreros que apenas torean, es siempre ésta que termino de hacerle.

Trabajo en una finca, con un ganadero y, me ocupo de distintos menesteres de la ganadería y, ese trabajo es el que me sirve para mantener a los míos con toda dignidad.

¿Se imagina si, pasados los años, ese hijo pequeño que usted tiene ahora le dice que quiere ser torero?

Sinceramente, no me gustaría que lo intentara; si llegado el caso lo hace, será su decisión, pero nunca ocurrirá porque yo le haya inducido a tal menester. Procuraré que estudie, que sea un hombre de provecho y, si es alejado de los toros, mi felicidad será completa.

El triunfo tiene muchos amigos, sentenciaba un gran filósofo. ¿Cuántos amigos le quedan de aquellas tardes de éxito?

A Dios gracias, mis amigos, siguen siendo los mismos, para dicha mía. Al respecto, como todo mortal, me he llevado alguna que otra decepción porque, algunos espabilados, llegaban a mi vera por aquello de haber triunfado. Aunque, como te digo, la base sólida de los que decían ser amigos de verdad, siguen siéndolo.

Por lo que he podido ver, las heridas que ha tenido en su cuerpo, por ninguna de ellas han logrado que se le escape el valor, como suele pasarles a algunos toreros.

Ante todo, sigo creyendo que, el valor es algo que se lleva en la mente y, todo aquel que sea capaz de controlar su mente, las heridas del cuerpo serán meras cicatrices que, una vez curadas, uno las olvidó por completo.

Oiga, matador; tengo una gran curiosidad, ¿cómo hace usted para matar esos toros que ha matado que, en muchas ocasiones, son infinitamente más altos que usted?

Los toros, amigo mío, se matan con el corazón; es decir, si el corazón no anda al compás con la espada, por mucha fuerza que uno pudiera hacer, jamás lograría llevar a cabo este cometido.

Desearle suerte, matador, es lo más hermoso que se me ocurre. Que todos sus sueños se hagan realidad y, cuanto menos, que esa ilusión que corre por sus venas, se haga realidad a base de contratos y, por ende, con triunfos. Que Dios le bendiga.

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