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Curro Díaz  
  entrevista de Pla Ventura [ 14/01/2013 ]  
CURRO DÍAZ: La expresión eterna del arte

Curro Díaz es el prototipo del torero que se fragua al paso de los años; así lo han querido las circunstancias que, sin pretenderlo, a diario, le siguen engrandeciendo tras sus logros conseguidos. Nada en su persona es común y corriente; si su toreo alcanza las cotas de los sueños, su personalidad nos irradia a los que le admiramos y, como es mi caso, a los que le conocemos o tratamos.

No envidia a nadie; no se parece a ninguno; no imita a nadie; no es figura del toreo, pero sí le sobran argumentos para saberse artista. Valora en grado sumo todo lo que su profesión le ha dado y, espera sin desesperación, la culminación de lo que será su obra toda que, descrita ya de por más, le queda, como refrendo total, el respaldo del gran público puesto que, los aficionados, sabemos todos de su grandeza, de su estirpe genial, precisamente de la que él no hace gala. Los genios, sin duda, siempre han sido humildes, este el caso de Curro Díaz.

Es tarea baladí la descripción de la obra de Curro Díaz puesto que, su arte, inmaculado como ninguno, sigue calando en el corazón de los aficionados; el quejío que produce su toreo sigue latente allí donde torea; aquello de que en tres muletazos, todo el mundo quede de acuerdo con su arte, sin duda, es privilegio de un reducido grupo de toreros. Como digo, un artista al que las circunstancias todavía no le han permitido la explosión total de su arte pero que, a retazos, en inmensas pinceladas, ha dado la medida de su grandeza.


Curro Díaz espera la sonrisa de la inspiración tras la seriedad de su rostro

-Eres consciente, Curro Díaz, de que todos esperamos lo máximo de ti. ¿Hasta cuándo seguiremos esperando por esa explosión de arte que convenza a todos, digamos para que no quede rescoldo alguno o duda respecto a tu grandeza?

Cierro los ojos y, muchas veces, cuando analizo mi vida, mi trayectoria, hasta soy capaz de comprobar lo que han sido mis errores; yo soy, sin duda, mi crítico más feroz, no sé si a esto se llama humildad, pero sí entereza, de eso no me cabe duda alguna. Al mismo tiempo compruebo lo que he sido capaz de hacer y, sinceramente, me siento muy orgulloso; salir en hombros de Madrid, esculpir en el ruedo de las Ventas varias faenas de ensueño, sin duda, es mi patrimonio más hermoso. Sevilla también sabe de mis logros; como Nimes, Linares y muchísimas plazas. Quizás ese triunfo épico, esa faena soñada no ha tenido lugar en la plaza que correspondía, pero presagio que será este año; así lo he soñado y, sin duda, así lo lograré. Dicen que mi faena en Utiel, un pueblo de Valencia, tuvo el sentimiento soñado; ocurrió en un pueblo, pero es allí donde apareció ese toro que me permitió crear mientras soñaba.

-¿Se puede lograr ese triunfo con el que sueñas, justamente, con el toro que desechan las figuras?

Por supuesto. Recuerda que ni los toros llamados comerciales son tan buenos como los pintan, ni los llamados correosos y difíciles son tan broncos como aparentan. Recuerda que yo levanté el vuelo en Madrid un 31 de agosto con un toro del Cura de Valverde. Como quiera que lo que me sobra es disposición, solo es cuestión de que embista un toro en Madrid, como me ha ocurrido otras veces, que lo demás lo pondré yo.

-Dicen, maestro, que cuando toreas con las llamadas figuras del toreo sueles acomplejarte. ¿Es cierto?

No, de ninguna manera. Ocurre que, en ocasiones cuando he toreado con ciertos compañeros, hasta he tenido la mala fortuna de que mi lote ha sido el que no ha servido, razón para que, como dices, se me atribuya dicha leyenda que, como te digo, nada tiene que ver con la realidad. En Sevilla, por ejemplo, junto a El Juli y Manzanares, tras mi actuación me cupo la satisfacción de que me felicitaran.


En Zaragoza lanceando, con su peculiar estilo, a la verónica

-Según he podido saber por ahí, Curro Díaz, al parecer lo de la técnica te trae sin cuidado. Yo sigo creyendo que, en una profesión como la tuya, la técnica es imprescindible para el desarrollo del arte. ¿Cómo entiendes tú dicha cuestión?

Si la técnica la entendemos como el conocimiento de las suertes, por supuesto que estoy sujeto a ella; en mi caso, la técnica la entiendo como sostén de los trebejos toreros, lo que más tarde y frente al toro se hace con ellos, nada tiene que ver con las cuestiones técnicas que, solo de escucharlo, tiemblo. Un técnico nos arregla la lavadora, el auto, el que está en una cadena de montaje poniendo tornillos; pero un torero, su labor, no puede asemejarse para nada en las honradas profesiones a las que he aludido. El toreo, amigo, tiene que sustentarse ante la base sólida del arte, todo lo que no se asemeje al arte, difícilmente podrá emocionar.

-Y en tu caso, muchas veces, torero, has emocionado con tu arte y, sin duda, frente al enemigo que tenías enfrente, sin duda, un reto tras otro. ¿Verdad?

Sin duda que es válida la emoción cuando un hombre se juega la vida y el aficionado así lo percibe; en mi caso, para mi fortuna, muchas veces, además de constatar que me estaba jugando la vida, por momentos, dada mi personalidad, hasta era capaz de crear arte, a retazos, porque el toro no permitía más, pero es mi filosofía la que no puedo ni quiero cambiar.

-Lo tuyo, matador, es digno de estudio. Tras aquella gravísima cogida en Sevilla, de repente, los médicos diagnostican que, posiblemente quedes inválido para la profesión y, de repente, te rebelas con toda tu rabia, retas hasta tu propio cuerpo, te empecinas en todo lo contrario de lo que dijeron los médicos y, con un aparato ortopédico hasta reapareces sin apenas fuerzas para desarrollar tu profesión. ¿Fue esa tu épica más grande?

Yo no diría tanto. Pero si fue el momento en que me encontré solo conmigo mismo; solo en el sentido de que mi labor era mía; por mucho que todo el mundo me ayudara, me aconsejara e incluso me quisiera, era yo el que tenía que hacer el esfuerzo; quedarme impávido hubiera sido, clínicamente dicho, lo “lógico”; pero pudo más mi locura, para mi dicha, que mi cordura. Luché contra mi destino, como tantos otros compañeros lo han hecho, recordemos a David Silveti, un adalid al respecto de lo que un torero puede sufrir por conseguir la meta soñada. Me vine arriba en el momento más difícil de mi carrera; desde mi interior me animaba a mí mismo; fuerza, Curro, me decía para mis adentros y, de tal modo, a base de un esfuerzo titánico superé, sin duda, la peor circunstancia de mi carrera, aquella cogida dramática. Como sabes, reaparecí sin apenas fuerzas, con aquel aparato ortopédico, pero creo que de no haberlo hecho en aquel momento, no hubiera superado lo que para mí era todo un shock.


Curro echándose el toro a la cadera con la diestra

-En tu caso no hay quejas, no existen lamentos, todo está bien. En realidad, Curro, ¿todo está bien?

Son puntos de mira. Yo te lo explico. El maestro Rodolfo Rodríguez El Pana, mi padrino de confirmación en La México, suele decir que, su peor miedo, es el trabajo. Yo no digo tanto pero, en realidad soy un afortunado; y lo soy por lo que tengo, por lo que he logrado y por lo que soy y lo que es mejor por lo que está por llegar. No debo de quejarme por nada cuando veo a miles de personas recogiendo aceitunas para ganarse la vida, albañiles jugándose la vida en un octavo piso; así, miles de oficios y, en la actualidad, para mayor desdicha, viendo a millones de personas sin empleo ni horizonte. ¿Quejarme? Si lo hiciera yo sería un insensato y lo que es peor, un infame. Sí, hombre, ya sé lo que estás pensando, pero todo llegará; en el camino estoy.

-¿Cómo le explicarías al aficionado actual la imperfección del arte?

Es muy difícil cuando les hemos acostumbrado a la estructuración de unas faenas completísimas sin “rasguño” alguno en su ejecución. El aficionado se ha creído dicha “perfección” y de ahí nace el error. Si miramos videos de los maestros que nos precedieron, por ejemplo, faenas de Antonio Ordóñez, en su conjunto eran imperfectas, pero no carentes de belleza, hasta el punto de lograr el triunfo más bello por parte del maestro; Ordóñez y todos sus coetáneos. Ahí está el caso de Rafael de Paula en su más imperfecta actuación en Madrid en aquella feria de otoño del 87, creo recordar y, sin duda, su faena más genial. Como digo, en estos momentos, se le enseñó al aficionado aquello del estereotipo de las faenas y, un solo enganchón te lo critican y, sin embargo, por ejemplo, el señor Vidal, en aquella actuación comentada de Paula, se atrevió a decir aquello de “nunca el toreo fue tan bello”. El toreo puede ser bellísimo, pero en ningún lugar dice que tiene que ser perfecto.

-Por lo que deduzco, te sientes más cercano a Paula que de Ponce, ¿verdad?

Me siento muy cerca del arte que, en definitiva, como sabe el mundo, es la razón de mi vida. Y a propósito del arte, permite que te diga que tengo un defecto grandísimo; no sé fingir; o hago lo que siento o me caricaturo a mí mismo.

-Y si la razón de tu vida es el arte, ¿por qué te cuesta tanto reconocer públicamente que eres un artista?

Porque de ególatra no tengo nada. Yo sé de mis sentimientos mejor que nadie, pero de ahí a que yo me proclame artista media un abismo muy grande. Yo digo lo que siento en el fondo de mi ser; lo que soy, deben de decirlo los demás.


Un muletazo muy personal del de Linares

-Tus más allegados, respecto a tu persona suelen decir que eres un tipo con inmensa gratitud hacia los que te rodean, sin duda, un valor humano que adorna tu persona. ¿Esa es la razón por la que tu “matrimonio” con Ignacio González parece ser eterno?

Nada es eterno en la vida; pero sí, a Ignacio lo busqué yo, me aferré a su persona en primera instancia y, por lo que puedo ver, se contagió de mi locura para que, pasados los años, juntos, sigamos repletos de ilusiones.

-Y ese valor, tu unión junto a Ignacio, si me lo permites te diré que evidencia que no tienes alma de funcionario, ¿verdad?

La verdad es que no me veo con un jefe que me mande; prefiero ser el patrón de mi vida, el dueño de mi existencia, por tanto, para bien o para mal, el que sea capaz de dirimir, cada mañana, la decisión que debo de tomar.

-Dicen, maestro, que ahora se torea estéticamente bello, quizás más que nunca. ¿Qué tienes que decir al respecto de la estética?

Si como dice Kant, la estética es la ciencia que estudia e investiga el origen del sentimiento puro y su manifestación, que es el arte, me quedo con ella. Pero no me vale la estética por aquello de ponerme “bonito” frente al toro; yo aspiro a ser estéticamente profundo. Quiero ser estético para ejercer, frente al toro, la reflexión interna de mi arte.

-Algunos toreros, como sabemos, traen la faena estudiada desde que salen del hotel; es decir, jamás nos sorprenderán porque todos los aficionados sabemos, de antemano, aquello que nos ofrecerán. Mucho toreo mecánico y estereotipado es el que nos venden a diario. ¿Qué piensas tú al respecto?

Yo respeto a todos y a cada cual. La grandeza del ser humano estriba en el respeto y, mucho más en esta profesión en la que todos nos jugamos la vida. Pero si lo que pretendes saber es si yo tengo algo pensado mientras me visto de torero, he decirte que mi único pensamiento, en el hotel, es llegar a la plaza y pensar que el toro me va a ayudar, pero sin guión previo porque, en la plaza, prefiero sorprender; no hay guión posible cuando hablamos del arte.


Bello natural de goyesco

-¿Qué me dirías, maestro, si te dijera que para los aficionados eres “el esperado”?

Me llena de orgullo que se piense eso de mí; que me esperen como tú dices, sin duda, porque saben que puedo dar; en realidad, di mucho, todo lo que tengo cada vez que los toros me han permitido. No soy hombre de guardarme nada; lo entrego todo, siempre y cuando los toros me ayuden.

-Dime tu peor defecto y tu gran virtud.

Creo que antes lo hemos comentado, no sé fingir y en la vida actual, eso puede ser un gran defecto; mi gran virtud creo que ha sido siempre haber sabido sobreponerme a las trabas que me ha puesto la vida. Pensar siempre en un mañana mejor, ilusionado por lograr cotas artísticas cada vez más bellas pienso que tiene mucho de virtud.

-¿Qué tiene Linares para que desde siempre, al respecto de los toreros, haya tenido esa conexión tan “directa” con Madrid? Curro Vázquez podría ser el ejemplo de lo que digo, ¿verdad?

Puede que sea un misterio indescifrable pero sí, la mayoría de los toreros de Linares hemos caído de pie en Madrid y yo soy un testigo directo de lo que digo. Será que las musas del arte, en Linares, soplan mejor que en otros lugares. -Ríe el maestro-

-¿Te consideras culpable directo por no haber llegado todavía al lugar que todos esperamos y deseamos?

Sin duda, la culpa, en todas las acciones del individuo es algo personal e intransferible. Mea culpa sí, pero con matices. Yo soy el que me pongo frente al toro, por tanto, el que debo resolver; a veces la embarré y posiblemente, en ese momento me perdí lo que podía haber logrado. Pero no es menos cierto que ese toro de Utiel, en Madrid, sin duda lo arreglaba todo.


Saludando en Madrid, un final habitual en Las Ventas. En 2013 mejor con orejas

-He deducido, maestro, que no caben lamentos en tu vida y mucho menos, en el desarrollo de tu carrera. Cuando tanta gente suele buscar culpables que en realidad no existen, en su caso, asumes tu vida, éxitos y fracasos con una naturalidad que nos asombra. ¿Dónde aprendiste dicha lección?

Si a estas alturas de mi vida, algo tan básico no lo hubiera aprendido viviría perdido por el mundo. Como antes te dije, soy el dueño de mi vida, por tanto, el responsable de todas mis acciones.

-Gracias Curro Díaz; muchísimas gracias por conversar para nosotros, OyT, esta revista cibernética en la que, para suerte nuestra, desde el primer día que nacimos para el mundo, en aquel preciso instante ya nos inundaba todo tu misterio, tu torería, tu empaque y tu sentido bello por el arte.

Fotos: Muriel Feiner

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