Alicante ha sido, desde siempre, una tierra fecunda en lo que a toreros se refiere, tanto de oro como de plata. Convengamos que, este hecho, como tal, ha tenido siempre su encanto puesto que, estas tierras, bañadas por el mar Mediterráneo y ausentes del elemento toro, no han sido impedimento, como explico, para que nacieran innumerables toreros. Ciertamente, Alicante, alumbró siempre a muchos artistas de todos los géneros y, en los toros, como se sabe, no podía ser una excepción. Converso hoy con un hombre llamado Alfredo y, su nombre, cosas de la vida, me recuerda a Stefano, a Zitarrosa, a Leal, a Kraus, a Corrochano, a Marquerie; como vemos, muchos apellidos ilustres que le han dado gloria al nombre de Alfredo y, en esta ocasión, en los toros y como banderillero, Alfredo Cervantes, está luchando por ser el que siempre soñó: un torero de plata, pero con los mismos quilates del oro.
Me ocupo hoy de un torero singular que, vestido de plata, está logrando las cotas más hermosas en su profesión. Me refiero a Alfredo Cervantes que, con vocación, torería, profesionalidad y el mismo orgullo que le produce su casta, está escalando posiciones en su escalafón, algo que, a los aficionados, nos llena de orgullo. De padre mexicano y madre española, vino al mundo Alfredo Cervantes en Alicante y, desde muy niño, como no podía ser de otro modo, sintió la llamada del toreo en su sangre.
Ante todo, Alfredo, ¿ser hijo de Paco Cervantes condiciona para ser banderillero?
Posiblemente, sí. Con toda seguridad, fíjate, heredé de mi padre su afición y, como se demostró, su misma vocación, hasta el punto de seguir sus pasos al pie de la letra.
Tu padre, el que fuera subalterno de lujo por esas ferias del mundo, como se comprobó, te inculcó el gusanillo. ¿Nunca quisiste ser torero de oro?
No. Lo tuve claro desde el primer día; quería ser banderillero y, en ese menester, me apasioné desde el primer momento que me vestí de luces; siempre creía que, en dicho campo, yo podía tener un lugar importante.
Muchas veces me he preguntado, querido Alfredo, si en realidad, como banderillero, es más fácil o más complicado el triunfo. ¿Qué piensas tú al respecto?
Parece más fácil porque, ante todo, la teoría nos dice que hay muchos más puestos de trabajo, digámoslo en términos laborales; pero, a su vez, hay que contar que, en el escalafón, somos muchísimos y, en realidad, puestos de colocación hay los que existen, y tampoco hay más. La competencia es dura en todos los sectores de la profesión. Ten en cuenta que, empiezas y no te conoce nadie; es verdad que, para comenzar, yo podía decir que soy hijo de mi padre pero, como yo, existen infinidad de muchachos que vienen de estirpe torera y, todo lo que se diga, luego, había que demostrarlo.
Digamos, si así me lo permites que, en tu caso, tuviste la fortuna de empezar de la mano de tu hermano que, ahora retirado, te sirvió de mucho en tus comienzos, ¿verdad?
Por supuesto. Éramos apenas unos chiquillos y, cada cual, a su manera, estábamos ilusionados en el toreo; él como matador y yo como banderillero y, en honor a la verdad, me sirvió muchísimo el apoyo de mi hermano que, gracias a poder actuar junto a él, pude darme a conocer en el toreo y, a su vez, gozar de sus éxitos.
Por cierto, ya que hablamos de tu hermano, si me lo permites, ¿podrías decirme de su paradero?
Paco Cervantes tuvo la gallardía de retirarse del toreo, pero lo hizo en silencio, sin molestar a nadie y, ante todo, sin mendigar; es decir, plagado de dignidad como ha sido siempre su vida. Mi hermano, como hombre lógico, se hizo un planteamiento muy serio en su carrera; se marcó unos plazos y, ante todo, unas metas. Al final, como no pudo ser, en vez de vivir de amarguras y resentimientos, ordenó su vida, se puso a trabajar y a estudiar, todo a la vez y, en breve, habrá terminado la carrera de aparejador.
Dentro del gremio de los banderilleros, Alfredo, ¿qué dificultades insalvables encuentras en tu profesión?
Como en todas las profesiones, hay siempre obstáculos que salvar, entre otros, la falta de profesionalidad de algún que otro segmento del gremio que, muchos, sin valía alguna, siguen creyendo que, para torear, hay que hacerlo de balde. Conozco a muchos que, como explico, sin tener aptitudes mínimas para destacar, quieren hacerlo a bajo precio; es decir, rebajando los dignos honorarios de un banderillero para dejarlo en un salario mísero y denigrante.
¿Y cómo se combate todo eso?
Es difícil puesto que, los honorarios, como en todas las profesiones, están lógicamente establecidos; el problema es subterfugio; a escondidas. Es decir, algunos, para que les den un festejo, rebajan sus emolumentos a lo que les quieran dar y, esa actitud, es la que destruye el digno mundo de los banderilleros. Menos mal que, poco a poco, van cayendo; es decir, las nulas condiciones profesionales de dichos esquiroles, al final, son las que les hacen caer al vacío de la indiferencia y el olvido.
Tú sabes Alfredo que, muchos de tus compañeros, compaginan los toros con innumerables profesiones que, de forma especial en invierno, tienen que acomodarse a ellas porque, al parecer, los toros no dejan suficientes emolumentos como para pasar el duro invierno. ¿Cómo es tu situación al respecto?
Dichoso de mi, y lo digo con la altanería humilde por aquello de saberme torero y, cada tarde, demostrarlo. Quiero decirte que, gracias a mi labor dentro de los ruedos, mi familia vive con toda la dignidad del mundo y, en mi profesión, he tenido la suerte de ser considerado y vivir con holgura.
O sea que, para fortuna tuya, jugarte la vida tiene la recompensa adecuada, ¿verdad?
Así es. Tengo la suerte de ir colocado con Pepín Líria y, formar parte de su equipo, además de tranquilidad, me proporciona caché. Como sabes, he toreado con innumerables toreros y, ahora, para colmo, con Pepín, hasta me cabe la fortuna de contar con su beneplácito para, los días que no tenemos festejos, si me sale alguna oferta importante, hasta puedo aceptarla.
Me estás contando todo esto, querido Alfredo y, me viene a la mente el gran Martín Recio que, de banderillero, supo hacerse rico; es más llegaba a las plazas de toros con su coche Mercedes y, era la envidia, muchas veces, hasta de sus jefes de filas. Si los matadores de toros, el noventa por ciento son el sinónimo de la miseria y el “toque”, ¿cómo un banderillero puede hacerse rico en su profesión?
Hombre, ante todo, la riqueza es un término muy difícil de matizar. A veces, no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Recuerda que, en nuestra profesión, como en todas, uno tiene que organizarse y, por encima de todo, tener una capacidad de trabajo envidiable por los demás. Y ahí es donde yo quiero llegar.
¿En qué espejo sueles mirarte para lograr tus mejores objetivos?
Cuando empezaba, mis ídolos, eran Martín Recio, al que tú comentabas y, Manolo Montolíu; dos toreros magníficos que, como referencia, eran importantísimos. Luego ha habido otros muchos pero, al paso del tiempo, vas descubriendo que, no caben espejos como apuntabas, sino más bien, lecciones puras y duras en tu propio ser para lograr las mejores cotas de profesionalidad.
Los matadores, algunos, en sus rarezas, hasta les molesta que un subalterno les “robe” una ovación. ¿Cómo se siente tu matador cuando una plaza te tributa una ovación de lujo?
La nobleza de Pepín Liria estás más que demostrada, frente al toro y entre barreras; quiero decirte que, cuando me ovacionan, es él el que me invita e incita a que me destoque para llevarme el premio que me otorgan. Como decías, me parece banal que, un matador, quiera ocultar una ovación dirigida hacia uno de sus hombres; es un acto mezquino que, algunos compañeros, por lo que veo, lo tienen que sufrir.
He visto poner muchas banderillas y, algunos hombres, por diversas causas, pasan un calvario con los palitroques y, en tu caso, te asomas al balcón con una facilidad admirable para, como se sabe, clavar en todo lo alto. Eso tuyo, ¿es un don que tienes o, por el contrario es el fruto de un trabajo admirable?
Quizás que, como todo en la vida, unas personas estamos más capacitados que otras para hacer la misma cosa; pero no olvides que, antes de cada una de mis actuaciones, hay un trabajo tremendo; un entrenamiento de muchísimas horas y, como se dice de forma habitual, vivir las veinticuatro horas del día pendiente de tu profesión; a partir de ahí, siguiendo dichos parámetros, creo que todo es más sencillo.
Acostumbrado a la dureza de los toros que tienes que lidiar junto a Pepín Líria, cuando acudes a compartir cartel con algún que otro novillero, imagino que, esas actuaciones, te parecerán casi un entrenamiento, ¿verdad?
En nuestra profesión no existe enemigo pequeño; es verdad que, en ocasiones, un toro te ayuda más que otro; pero tanto en corrida de toros, como en novillada, el torero tiene que poner sus cinco sentidos. He visto cogidas gravísimas y, las han dado novillos, de ahí, como explico, toda la seriedad y mejores argumentos que hay que poner en cada actuación.
Me hablas antes de lo que fueron las metas de tu hermano y que, al no poderse hacer realidad, Paco Cervantes, desistió de su empeño y, encauzó su vida por otros derroteros. ¿Qué metas son las tuyas dentro de tu profesión?
Digamos que, en honor a la verdad, yo he tenido más suerte que mi hermano; la prueba es que, aquí estoy. Me ilusiona aprender cada día un poquito más; fijarme en todos aquellos que, profesionalmente son admirables y, ante todo, poner todo de mí parte, no regatear jamás un esfuerzo, por grande que sea, con tal de conseguir las metas soñadas. Soy muy joven y, a pesar de llevar muchos años en la profesión, considero que me queda mucho que hacer; labor que, al paso del tiempo, intentaré impregnarla de mi mejor quehacer y mi más apasionada voluntad.
¿Qué te inculcó tu señor padre respecto a vuestra profesión?
Yo creo que, la pureza de la suerte; el salir airoso y torero del trance cuando has clavado en todo lo alto. Mi padre era un purista en su profesión y, como sabes, siempre anduvo con las primeras figuras, destacando sobremanera a Julio Robles que, a la sazón, resultó ser el “buque insignia” en su carrera.
Eres el afortunado padre de una preciosa niña que, al paso de los años, ¿te imaginas si un día te dice que quiere ser torero?
No quiero imaginármelo, por favor. Si la profesión, para los hombres, es durísima, para una mujer es un calvario total. Procuraré que mi hija estudie, que sea una mujer de provecho en la vida pero que, intentaré, como te digo, que se aleje del mundillo; cuando menos, que lo vea como aficionada, pero nada más.
El cenit de un matador, en cuanto aureola se refiere, es cuando acude a todas las ferias de postín. ¿Cuál es la cumbre máxima de un banderillero?
Sencillamente, que los demás te consideren como un gran profesional; aficionados y compañeros, pero que haya quórum respecto a tu persona y, de ese modo, ya puedes comprobar en tus carnes que, tu labor, no cae en saco roto.
Mil gracias, Alfredo Cervantes. Que tu carrera sea un rosario de éxitos.