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Luis Bolívar  
  entrevista de Pla Ventura [ 07/06/2005 ]  
LUIS BOLIVAR: DE PROFESIÓN, TORERO

Sin lugar a dudas, uno de los primeros atributos que tiene que tener un hombre que quiera ser torero, ante todo, es el hambre; no se si de pan, pero si de triunfos y de éxitos y, al respecto Luis Bolívar, es un ejemplo de cuanto digo. Se inició en su ciudad natal, justamente, en la escuela taurina caleña y, tras los primeros compases de su aprendizaje, no dudó en llegar hasta España puesto que, como le habían contado, es aquí donde se puede llegar a la cima del éxito. Seguramente, su compatriota César Rincón, en no pocas ocasiones le habrá contado que, se puede ser torero en Colombia, por supuesto que sí; pero que la gloria total solo puede venir de la mano de España, sencillamente, como el propio César Rincón pudo saborear y saborea en la actualidad.

Luis Bolívar, con orgullo y donaire, lleva escritos en la cara sus rasgos colombianos. Con apenas 20 años recién estrenados, Luís sabe que, junto a nosotros, por el momento, sigue siendo el chico extranjero que quiere ser torero. Bien es cierto que, su ilusión más grande es que, una vez haya conseguido el triunfo soñado, con toda seguridad, el calificativo de extranjero quedará aparcado para ser denominado, sencillamente torero; sin que a nadie le importe la nacionalidad de cada cual. Al respecto, nadie le preguntaba, por ejemplo a Frida Kalho su lugar de origen y, por el contrario, todo el mundo admiraba su obra. Así quiere llegar a vivir Luís Bolívar y, como sus hechos están demostrando, con toda seguridad que logrará su objetivo.

Siempre dije, matador que, para ser torero, ineludiblemente, un hombre tiene que atisbar cierto grado de locura porque, de otro modo, jamás lo podré entender y, si me apura, en su caso, pues mucho más. ¿Me puede explicar las razones por las que quiere ser torero?

Hay actitudes por parte de los hombres que, sin saber muy bien las razones, las llevamos en la sangre y, en mi caso, respecto a la profesión que elegí, creo que todavía se acentúa mucho más este deseo. Pude haber elegido ser bombero, astronauta, médico o futbolista pero, ya viste, me ganó la pelea el hecho de querer ser torero.

Si le soy sincero, permita que le diga, en su caso, me ha conmovido su bendita ambición por llegar a lo más alto. Le quiero decir que, en su situación, podía haberse quedado en su Colombia natal y, en su gremio, haber sido un buen torero más de los que en su tierra existen pero, como hemos podido comprobar, usted apostó por lo más fuerte, lo más duro y difícil, venir a España para ser torero. No se conformó usted con poco, ¿verdad?

Ser torero en Colombia, a fin de cuentas, puede ser una profesión para vivir; pero como otra cualquiera. Mis metas, como se comprueba, son mayores; como a su vez el tremendo esfuerzo que he tenido que hacer desde el primer día que pisé tierra española. De hecho, como antes decíamos, se puede vivir con dignidad con cualquiera de las profesiones que antes citábamos a modo de ejemplo; pero a mi me subyuga la idea de sentirme reconocido en esta hermosa profesión que, entre otras cosas, mi vida está siempre en juego.

Nunca mejor dicho porque, el día de su alternativa en Valencia, el pasado año, temimos por su vida y, aquella cornada tan grande que le tuvo alejado durante toda la temporada, ese hecho, con toda seguridad, hubiera desmoralizado a gran parte de los mortales y, usted, con una fe inquebrantable y una fuerza desmedida, tiró hacia delante y, aquí le tenemos. ¿No llegó a desmoralizarse ante aquella cornada, dolor físico al margen?

Nunca. Yo era consciente de la dureza de mi profesión; aquí, como le digo, se muere de verdad, llegado el caso. Momentáneamente, me entristecí, claro; era el día más importante de mi carrera y, terminar de aquel modo, me puso triste; pero jamás desmoralizado. Los riesgos que la profesión conlleva los tengo asumidos, por tanto, ya tengo adelantado un buen trecho. Ser torero, y se lo digo desde el fondo de mi alma, no es cualquier cosa y, como entenderá, somos unos privilegiados los que nos dedicamos a este menester; a este juego entre la vida y la muerte que, en el intermedio, intentamos crear arte.

Si retrocedemos un poco en lo que a su carrera se refiere, nos encontramos con usted ante un hombre que, con su fe, supo mover montañas. Eso de venir a España y, de golpe, presentarse en Madrid, eso no era ninguna broma. Y, para colmo, sorprender a propios y extraños. Está claro que, usted, cuando vino, ya traía bajo el brazo un buen aprendizaje, ¿verdad?

Traía, por encima de todo, la desmedida ilusión por ser torero y, me fascinaba afrontar los retos más insospechados que, en honor a la verdad, tampoco cabían más opciones; yo no iba a poner dinero alguno para torear y, la única solución en el mundo y para mi carrera, era torear y triunfar en Madrid. Tampoco tengo mucho más méritos puesto que, poco había para elegir. Hice lo que debía, adopté la postura coherente para mi carrera y, así comencé los primeros pasos que, en honor a la verdad, fueron decisivos.

Mucho me temo que, con aquella acción, se ganó usted el respeto de la crítica y de los aficionados y, por ello, su nombre empezó a sonar y, para dicha suya, los éxitos, en sus años de novillero, se sucedían, uno tras otro; es más, repetidas actuaciones suyas en Madrid, al final, iban dando la medida de su valía como torero puesto que, hasta ha cortado varias orejas en las Ventas. ¿Se considera usted un torero de Madrid?

Eso quiero lograr; justamente, en este año de mi confirmación, el refrendo total y que, un éxito grande, como así deseo, me catapulte como le ocurriera al admirado maestro Rincón. Dios quiera que, pronto, se me considerara un torero predilecto de Madrid; si eso ocurriera, ya podría considerarme un torero del mundo.

Usted tiene un corte de torero excelente; quiero decirle que, sin ser un purista en su profesión, he atisbado en su quehacer una gran verdad en su muleta, una honestidad inmaculada por hacer las cosas bien y, su toreo, está rociado de las más bellas emociones; sencillamente, la emoción que produce comprobar cómo un hombre se juega la vida limpiamente, con la verdad como única bandera. Todo este es cierto pero, a su vez, he podido comprobar que, la espada, en muchas ocasiones, le ha jugado una mala pasada, entre otras tardes, en la pasada temporada de Colombia que, como me han contado, ha perdido usted triunfos importantes por culpa de no matar bien a los toros. ¿Es ese su error, torero? ¿Cómo intentará subsanarlo?

Es la pura verdad en todo lo que usted ha dicho. Me estoy esforzando con los entrenamientos para que, al final, la espada, deje de darme disgustos. Si, todo lo que le han contado es cierto. En mi patria, la espada me ocasionó algunos quebraderos de cabeza que, me hicieron mucho daño; hacer la faena soñada y, comprobar que no has podido rematarla con la espada, eso es muy triste.
 
A fin de cuentas, está usted teniendo una recompensa hermosa en su carrera, no obstante, eso de ser apoderado por Victorino Martín no está al alcance de cualquiera. ¿Es producto de la suerte o, quizás de haberse trabajado usted una andadura singular?

La suerte, como usted dice, es necesaria, qué duda cabe. Pero es la trayectoria personal de cada uno la que, al final, certifica los hechos y, los míos, así lo creo, para que Victorino se fijara en mí, creo que eran lo suficientemente explícitos para que este señor se fijara en mi trayectoria. Nueve paseíllos en la plaza de las Ventas no es ninguna broma y, la primera vez que debuté, a su vez, debutaba con caballos.

O sea que, siendo así, ¿no conoce usted dichos toros? Tome nota porque, en dicha ganadería, igual sale el toro más bravo del mundo que, por el contrario, como dijera Paco Ruiz Miguel, las alimañas de turno.

Les conozco, primero como aficionado y, acto seguido, por haber matado varios toros en el campo a puerta cerrada. De que son distintos al resto de las camadas, eso lo saben hasta los no aficionados, de ahí el gran porcentaje de éxitos de Victorino Martín. Este toro tiene raza, acometividad, bravura, temperamento y, con semejantes condiciones, como usted comprenderá, todo lo que les haga está rociado de la más bella importancia.

Dentro de lo complicado que es y supone ser torero, usted, en estos momentos, si me lo permite, deje que le diga que lo tiene usted un poco más fácil que otros muchos compañeros; por lo menos, las corridas de Victorino, las tiene usted aseguradas y, eso ya es un triunfo de antemano, ¿verdad?

Así es; pero no olvidemos que, Victorino Martín es un hombre de éxitos y, en sus carteles, jamás toleraría la presencia de alguien que no quisiera ser torero. Le quiero decir que, el ganadero, obviamente, por la causa de apoderarme, estará encantado de que yo pueda lidiar sus toros pero, ante todo, esa decisión, viene avalada por mis condiciones como torero; de que otros lo harán igual o mejor que yo, de eso no me cabe la menor duda; pero yo tengo que dar la talla, entre otras cosas porque, como le digo, la honestidad y el buen nombre de Victorino Martín, jamás quedará empañada por el amiguismo para con nadie.

Si como diría nuestro director Antolín Castro, aquello de que "el presente indicativo del verbo querer es: yo hago"; usted, con toda seguridad, siguiendo esta norma lo hizo y, vaya si lo hizo. Quiero decirle que, hace cinco años, cuando usted contaba con 15 años de edad, tener el arranque, la fuerza, la ilusión y el deseo de venirse a España sin dinero, sin proyecto aparente y sin ayuda casi de nadie, eso ya es motivo de admiración, ¿no lo cree usted así?

En definitiva, fui uno más de los miles de inmigrantes que llegaban a España pero, en mi caso, con otras miras. Mi proyecto era más ambicioso que el de todos; es decir, miles de personas buscaban trabajo mientras que yo, no se si consciente o inconscientemente, vine buscando la gloria en mi profesión. Tenía clara mi meta; podía fracasar o triunfar, pero por ilusiones, aquello no podía desperdiciarlo. Llegué a España, me instalé de la forma más humilde que pueda usted imaginar y, a partir de ahí, a luchar contra los imponderables que pudiera cruzarse en mi camino que, dicho sea de paso, tampoco fueron pocos.

Y, un lustro después del primer viaje, hasta ha conseguido usted traerse a su familia, instalarse como Dios manda en Madrid y, por lo que veo, a saberse reconocido como torero. ¿Quiere esto decir que ya acaricia usted el triunfo?

De que quiero triunfar, eso no lo dude nadie. Estoy en mis primeros compases, en los primeros trances de mi carrera y, si Dios quiere, queda todavía mucho camino por recorrer. Le diría que, lo peor ya ha pasado, es cierto; pero en esta profesión cada día es una lección; hoy estás arriba y, mañana, sin que nadie sepa el porqué, estás abajo. Imagine usted si esto es complicado que, no puedo distraerme ni un solo segundo.

El que usted se haya afincado o instalado en España, ¿es ello una ofensa hacia su Colombia natal?

No. De ninguna manera. Acá, como es público y notorio, es donde más y mejores argumentos tiene un hombre que quiere consolidarse como torero; esto es la cuna del toreo y, como tal, aquí quiero sentirme, pero jamás olvidaré mis ancestros, mi Colombia querida que, todos los años, con toda seguridad, iré cuantas veces me requieran y, a poder ser, cuando tenga oportunidad, sin que nadie me lo pida. Nadie olvida a su país de origen; por bien que te traten donde vivas, la tierra donde naciste es algo que se lleva dentro del alma. Soy un colombiano que, con mis acciones, intentaré, desde todos los frentes, que ustedes me traten como al primer español que pase por la calle. Pero ya le digo; es como si un hombre quisiera triunfar en el rugby, pues tendría que marcharse a Estados Unidos, ¿verdad?.

Usted, sin ascendientes taurinos en su familia y, habiendo nacido en Cali, Colombia, resulta un tanto extraño que se haya declinado por esta bendita profesión de torero. ¿De dónde le viene a usted dicha afición?

Me lo han preguntado muchas veces y, en honor a la verdad, no lo sabría responder de forma concreta. Solo sé que, se despertó en mi ese interés, esa afición y, no dudé en dedicar a mi vida a este sueño que, a poquitos, se está haciendo realidad.

¿Cómo es Luís Bolívar en la calle, es decir, cuando no torea?

Soy un ciudadano muy normal que, ante todo, consagra su vida a su profesión; entreno, voy al campo, mato toros a puerta cerrada y, como todo mortal, dedico mi existencia a favor de mi profesión; pero eso es lo normal porque, por ejemplo, los médicos, aún ejerciendo como tales y llevando muchos años de experiencia, a diario, tienen que adquirir nuevos conocimientos a favor de la medicina y de la cirugía; siendo así, como usted comprenderá, como antes le apuntaba, no puedo distraerme lo más mínimo en mi profesión. Yo creo que, la grandeza de ser torero es que se vive como tal, pero las veinticuatro horas del día.

¿Es usted conocido por las calles?

Me temo que no. Quiero decirle que, dentro de los ruedos, con toda seguridad, nadie me confundirá, eso es muy cierto. Pero si le contaré una anécdota muy curiosa que me pasó el otro día y que, si le soy sincero, me hizo muy feliz. Estaba yo entrenando en un gimnasio y, a mi lado, había unos señores en idéntico menester y, como se demostró, eran muy aficionados a los toros. El uno le decía al otro que había comprado el abono de San Isidro porque toreaba dos tardes Luís Bolívar. O sea que, sin pretenderlo, me encontré con dos partidarios míos en el sitio más insospechado.

¿Se identificó usted ante aquellos aficionados?

No. Me temo que no procedía. Tampoco yo pretendía vender ninguna vanidad ante nadie. Pero es bonito oír los comentarios de los aficionados, así, en directo y en vivo. Es más, donde yo debo hablar y demostrar quien soy es delante de la cara del toro, esencialmente, lo que creo que hice siempre y, es ahí donde quiero que me vean.

Para terminar, ha confirmado usted la alternativa en Madrid y, sus sueños, no se hicieron realidad, ¿Qué ocurrió?

Me siento mal, eso ante todo. Me perdí en el mar de la mansedumbre de mis enemigos y, no fui capaz de salvarme de aquella marea. Quizás pude haber hecho más, no lo discuto; pero tampoco vi nunca claro que, aquellos toros, podían brindarme el éxito. Luego, para colmo, en la corrida de Victorino Martín, los toros no me quisieron ayudar como yo pretendía y, lo único que pude hacer es lo que hice; jugarme la vida con gallardía. Me queda la pena de no haber logrado el triunfo y, la satisfacción, de haber dado todo lo que tenía y haber expuesto mi vida en la plaza de Madrid, siempre, en busca del triunfo. Si analizamos comprobaremos que, en mi primer toro de Victorino, bajo la psicosis que reinaba en la plaza tras el triunfo de El Cid, la gente, apenas reparó en mi labor y, en mi segundo, el toro más espectacular de la corrida y, a su vez, el más complicado, me jugué la vida como nunca; no regateé esfuerzo y, me libré de la cornada por la gracia de Dios. Me llevo la tristeza de no haber logrado el triunfo, pero la dicha de haberme sentido torero y capaz.

Por su vocación, dedicación y toda la gallardía que ha demostrado en su etapa como novillero, Dios quiera que, al final, le sonría el éxito y, una vez más, el nombre de Colombia quede en lo más alto, justamente, en la España que usted soñaba.

Fotos: VIVAS

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