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Morante de la Puebla  
  entrevista de Pla Ventura [ 24/05/2005 ]  
MORANTE: EL TOREO SOÑADO HECHO REALIDAD

Era en la feria del caballo, allá por tierras gaditanas de Jerez de la Frontera, marco adecuado para soñar el toreo y, como Morante hiciera para plasmarlo en su ruedo. Convengamos que, aún estando en los primeros compases de la temporada, Morante de la Puebla, para su fortuna, ya ha creado varias obras bellas; estamos, sin lugar a dudas, ante la temporada más emblemática del torero sevillano.

Quiénes vieron “in situ” a Morante en Jerez quedaron embelesados y, los que tuvimos la fortuna de verle en televisión, todavía nos dura el asombro puesto que, tanta creatividad dentro de un recinto taurino, suena como a milagro. Ciertamente, Morante, para bien o para mal, será siempre el todo o la nada y, en este año de gracia para él, sus tratados creativos son inmensos. Ahí están las pruebas. Pero queremos que sea el propio protagonista el que nos de sus impresiones, no en vano, me temo que, su felicidad será increíble.

Todo el mundo ha coincidido, maestro, en que, sus faenas en Jerez, tuvieron la catalogación de increíbles, de forma concreta la segunda en que, usted, transportó al paraíso a presentes y ausentes. Me imagino que, la sensación de paz interior debió ser algo sublime, ¿verdad?

Yo me sentía aislado del mundo, por tanto, en proceso creativo; digamos que, estaba como flotando sobre una maravillosa nube desde la cual, todo lo soñado, lo estaba viendo a mi alrededor. Es verdad que, como todo el mundo ha coincidido, la obra quedó bella pero, es mejor que lo expliquen ustedes puesto que yo, casi apenas puedo decir más palabras.

¿Tuvo algo que ver que usted le brindara el toro al maestro Rafael de Paula? Lo digo en el sentido de que, vaya usted a saber si, el maestro, le inspiró, no en vano, Paula, como usted sabe, ha rozado muchas veces la perfección.

Era un instinto; nada estaba premeditado. Le divisé y, creí que era el momento y, por supuesto, el toro que yo soñaba para llevar a cabo la faena que el maestro merecía. Me sentí dichoso de poder llevar a cabo aquella acción, no en vano, soy un ferviente admirador del maestro. Al final, como en sus mejores tardes, Paula lloraba de emoción, al tiempo que yo me sentía el más dichoso del mundo.

Ahora, quizás más que nunca, me temo que, tendremos que calificarle de artista; yo diría el torero más artista de todos cuantos tenemos en activo. ¿Cómo le suena que le llamen artista?

Me gusta; no puedo negarlo. En honor a la verdad, así me siento cada vez que los toros me lo permiten. Recuerda que, sin la colaboración del toro, jamás se puede crear la obra bella.

En este sábado de gloria -porque para usted resultó ser un día glorioso- ¿qué porcentaje de culpa tuvo el toro para que usted lograra esa faena que todos soñamos y que, sólo usted es capaz de crear?

El toro no era fácil; había que entenderle y poderle. Un toro de los que como te descuides, te descubren y te hace fracasar. Le vencí y se me entregó. Ya, con el capote le construí unas verónicas muy armoniosas, como todo el mundo pudo ver. Luego, muleta en mano, todo el mundo vio lo que pasó. Como tú dices, al final, el toro tenía gran parte de culpa de mi éxito; lo dejamos en el cincuenta por ciento a cada uno.

Usted, maestro, enfatiza siempre mucho en el factor toro. ¿Qué tipo de toro necesita usted en realidad para crear la obra soñada?

Es que sin la ayuda del toro, todo el esfuerzo se viene abajo; nada es posible sin la colaboración del animal. Pero no es una cuestión morfológica; más bien es un deseo de que el toro sea bravo y quiera colaborar; lo demás me importa poco. No tengo prejuicios en torno a un toro más grande o más chico; quiero, anhelo que me ayude porque, de lo contrario se me desvanecen todas las ilusiones.

Ya es historia, a Dios gracias, aquellos malos momentos por los que atravesó su salud. Era su salud la que estaba quebrantada y, nosotros, genéricamente dicho, pensábamos que se trataba de su desgana como artista. ¿Qué sentía cuando no era comprendido?

Mucha tristeza, es la verdad. Yo siempre quise; digamos que yo siempre quiero, aunque a veces no se pueda. Y, lo más doloroso es que, como sabes, estaba abatido y no podía explicárselo a nadie. Creo que hice lo que debía; fui fiel a mis principios y, retirarme por un tiempo, debió ser lo que en realidad tocaba, antes que engañar a nadie.

¿Siente miedo de ir a Madrid? Se lo digo porque, si su salud ya está bien, nadie entiende que, el torero más artista del momento le prive a la mejor afición del mundo de su arte. Quiero pensar que, Madrid, sin usted, se siente huérfana.

Mi sentido de la responsabilidad es el que me ha impedido acudir a la cita con tan maravillosa afición. ¿Miedo? De ninguna manera. Como sabes, el pasado año, aún estando enfermo, acepté el reto de las seis toros en las Ventas, como anteriormente he toreado las veces que se me ha requerido. Empecé por recuperarme totalmente y, hasta que no me encontrara seguro de mi mismo, por supuesto que no aceptaría dicho envite. Madrid merece todo el respeto del mundo por parte de los toreros y, para ir a dicha plaza, hay que ir muy mentalizado; justo, con la idea de lograr el mayor de los éxitos y, cuando a mi se me consultó, mi salud todavía no estaba lo boyante que yo deseaba.

Ya que hablamos de Madrid, maestro, ¿qué diferencia encuentra usted con el toro de Madrid y el toro de cualquier plaza?

Gustos o preferencias al margen de cada afición, no existe diferencia si el toro embiste. El toro de Madrid puede tener más trapío, más tamaño si se me apura pero, el único factor que me importa es su bravura y, a Dios gracias, en Madrid, cuando un toro me ha embestido, lo he toreado como me ha salido  del alma. Y en las Ventas, lo que digo, lo han comprobado varias veces.

Es usted un hombre parco en palabras y, dadas sus condiciones como artista, usted podría alardear mejor que nadie de sus condiciones toreras. ¿Es usted tímido?

Yo diría que soy hombre de pocos ruidos y, más que tímido, digamos que soy una persona prudente. Cada cual debe saber el lugar que ocupa en la vida y, para leer y escribir para eso están ustedes; yo suelo hablar con mis armas de torero y, siempre, dentro de las plazas de toros.

Dicen, Morante de la Puebla que, el éxito, suele envilecer; dicho de otra manera, no falta quien sentencia que, el éxito es más difícil de digerir que el propio fracaso. ¿Cómo lleva usted esta circunstancia?

Creo que muy bien porque, cuando salgo de la plaza de toros, me siento un ser humano como todos y, la vida me ha enseñado que el éxito es algo efímero, que no dura toda la vida y, sin embargo, la personalidad de cada cual, ese valor si vivirá siempre conmigo.

En esta su tarde inolvidable de Jerez, me estoy acordando que ocurrió un suceso que, en honor a la verdad, no se como interpretarlo y quiero que usted me ayude. ¿Cómo interpreta usted que Padilla le ofreciera las banderillas? ¿Era una ofensa o un halago?

Lo entendí como un gesto simpático y, como se pudo comprobar, sin ser una suerte que yo practique, hasta me salió bien. Es algo que he hecho algunas veces pero, más bien como anécdota que otra cosa; para esa suerte hay que ser muy valiente, -y esboza una sonrisa el maestro-.

¿Qué proyectos tiene ahora tras tanto embeleso con el éxito?

Los que surjan. Todo tiene que venir como Dios quiera y mande. Yo estoy ilusionado, es algo innegable. Mi apoderado ya sabe que, iremos a todos los lugares que nos convenga, pero sin agobios puesto que, mi salud y mi vida son lo más importante.

Me han contado,  maestro que, la tarde que toreó usted con Espartaco con motivo de la inauguración de la plaza de Espartinas, el pueblo de Juan Antonio Ruiz, aquello crujió como ocurriera en Jerez. ¿Se siente usted más arropado en el Sur?

No, de ninguna manera. Es verdad que, se me respeta por aquí abajo, pero con la misma intensidad que en cualquier plaza; surge que te ayuda el toro y, entonces, en ese instante, no piensas si estás en el Sur o en el Norte. Nadie, estando en proceso creativo, seguro estoy que se atreve a pensar en qué plaza está toreando. Como te digo, son situaciones y, el día de Juan Antonio, en su pueblo, me sentí dichoso; la misma dicha que sintió el maestro que, en el mismo ruedo, así me lo comentó.

Ahora, maestro, en esta temporada, ya tiene usted, entre otras, dos faenas históricas, es decir, Espartinas y Jerez, ¿con cual de ellas se queda?

Yo creo que el arte es el patrimonio del artista, como su nombre indica y hacer diferencias, me parece terrible. En ambos ruedos me sentí muy torero, por tanto, creativo como yo soñaba; no, no existen diferencias entre ambas tardes. Espartinas y Jerez, dos tardes a las que se me hará imposible olvidar.

Está usted ya en el camino para alcanzar los retos que se le antojen. ¿Desea ser el número uno?

Las cifras no van conmigo; aspiro a ser lo que soy, un torero distinto que, para colmo de mi dicha, me siento contento conmigo mismo.

El dinero, maestro, es uno de los grandes motores por los que nos movemos los mortales pero, en su caso, ¿se podría torear sólo por dinero?

Si sólo nos moviera el dinero, con toda seguridad, desaparecería el arte y, la fiesta, sin el arte, no sería nada. Es cierto que, el dinero es un complemento importante, pero la gran causa del toreo es el arte. Y para que entiendas lo que te digo debes de saber que, los toreros, en innumerables ocasiones, toreamos sin cobrar, es decir, en los festivales benéficos; es la gran causa del arte la que nos motiva y lo digo en plural porque, así me temo les ocurrirá a todos los compañeros.

No hemos hablado de Sevilla maestro y, hemos notado que, este año, su público, le ha recibido con todos los honores a los que se le recibe a un artista querido. ¿Cómo resultó su reencuentro con los suyos?

Yo diría que maravilloso; sentí el aprecio de siempre y, si acaso, un fervor apasionado que me motivó hasta lo más hondo de mi ser. El marco es precioso y, me motiva, como no puede ser de otra manera.

¿Recuerda la que ha sido su peor cornada?

Te parecerá extraño pero, la peor cornada me la dieron los hombres; gentes en las que has confiado plenamente y, en un momento determinado, te han pagado con la traición. Cuando un toro lacera tu cuerpo, en unos días, esa cornada queda curada y, lo que es mejor, olvidada; por el contrario, las traiciones, eso si son cornadas a destiempo y que no se logran olvidar tan fácilmente.

¿Cómo digiere usted aquello de que, tras tus grandes eclosiones artísticas, ahora todo el mundo añora admirar a Morante?

En un halago sentirme querido por toda la afición; algo que me motiva y me hace sentirme comprendido.

Por cierto, maestro, para usted, ¿qué es la incomprensión?

El no saber calibrar el toro que el torero tenga enfrente para desarrollar su labor creativa. Si no se valora al toro, para bien o para mal, difícilmente se podrá comprender al torero. Y no son excusas; de ninguna manera. Lo que si quiero resaltar es que yo salgo a los ruedos con la hermosa idea de poder crear arte y, si el toro no me deja, lamentándolo mucho, como no se mentir y, mucho menos fingir, lo mato y en paz.

Los toreros, como es su caso, se juegan la vida cada tarde, siempre, a favor de la causa que les motiva; es decir, el propio arte. Respecto a su vida, ¿por quien la daría sin condición ni apegos?

Por mi seres queridos pero, de forma muy especial, por mi señora madre. Ella me entregó la vida y, sólo a ella se la debo, por tanto, llegado el caso, mi vida sería para ella.

Para finalizar, maestro, a modo de secretito, ¿qué planes inmediatos tiene usted hasta que finalice la temporada?

Todo irá surgiendo sobre la marcha. Procuraré tener una motivación especial para cada tarde y, de esta manera, intentar que me llegue la inspiración para lograr embelesar a los aficionados que, si les veo felices, mi satisfacción es inenarrable. Como antes hablábamos, no soy hombre de retos ni plusmarcas; soy artista y, como tal, así debo de pensar y actuar.

¿Se siente de verdad el mejor?

Me siento torero y, cuando este sentimiento veo que lo trasmito a los aficionados, a partir de ahí, me convenzo de que merece la pena el esfuerzo por jugarte la vida en la hermosa aventura que es el arte.

Gracias maestro Morante por sus declaraciones y, como le diría un paisano, que Dios le bendiga.

Fotografías: Gentileza de Juan Pelegrín

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