Diez años de sacrificio en aras de una profesión, sin lugar a dudas son avales suficientes como para que, ahora, en estos instantes, El Cid, esté saboreando el triunfo que con tanto ahínco buscaba y, como todo el mundo sabe, con el esfuerzo que le ha costado. Manuel Jesús Cid Salas, que así se llama este diestro reclamado por todos los confines del toreo, ha demostrado que lo suyo ha sido un caso de vocación incuestionable. Pocos, en su tesitura, hubieran sobrellevado esa cruz de ilusiones que, durante diez largos años, le pesaba como una losa de mármol. Tras los resultados de su lucha, ha quedado demostrado que pudo más su ilusión, su tesón y sus condiciones artísticas, que todos los sinsabores que ha tenido que sufrir.
Ya, en la pasada temporada, El Cid había logrados triunfos verdaderamente épicos; éxitos que, tras los mismos, quedaron valorados por todo el taurinismo para lograr, en esta temporada, el respaldo que todo el mundo le ofrecía. Y ha sido en Sevilla, entre otras plazas, donde El Cid ha dado la medida de sus verdaderas posibilidades, erigiéndose, como es notorio, en el máximo triunfador de la feria sevillana; con el toro de verdad y con el toro comercial: en ambas corridas supo dar la medida de sus valores netamente artísticos que, sin lugar a dudas, para llevar a cabo semejante hazaña, se necesita mucho valor.
Tras su epopeya sevillana, El Cid, de la noche a la mañana, se convirtió en pasto de todos los medios informativos y, por esta razón, sencillamente por respeto al triunfador, nosotros, en Opiniónytoros, hemos querido abordarle en el descanso del guerrero; es decir, una vez que ha digerido la avalancha informativa que, como el torero confesara, no le dejaban ni a sol ni a sombra. “¿Cómo puedo ser tan bueno de la noche a la mañana?” se preguntaba el diestro en estos días. Y tenía razón el torero puesto que, su torería, su calidad y sus buenas maneras, justamente, no eran flor de un día; más bien del fruto elaborado durante esos diez largos años.
Matador: Eso digo yo, ¿cómo puede ser usted tan bueno de la noche a la mañana?
Esto ha sido, como sabes, el precio del éxito que, nadie puede escapar y, de forma humilde, he tenido que acceder a todos los medios del mundo que, gracias a Dios, el reconocimiento, ha sido unánime.
Si, maestro pero, por favor, no me ha contestado usted a mi pregunta; reitero, ¿no es usted el mismo del pasado año, incluso de hace cinco años?
Es verdad que soy el mismo pero, quizás que, el marco de mis triunfos, en esta ocasión, ha sido muy relevante, de ahí todos los reconocimientos que he tenido. Soy, ahora mismo, como tú dices, el mismo hombre ilusionado de hace ya muchos años, con la salvedad de que ahora me lo están reconociendo.
Con su respuesta, maestro, me está usted diciendo que, hasta ahora, los medios de comunicación, no fuimos justos con usted. ¿Es eso lo que me quiere decir?
Yo no diría tanto; pero sí algo aproximado. Es verdad que, en muchísimas ocasiones, mis fallos con la espada echaban al traste con todas mis ilusiones, por tanto, con la repercusión que deberían de haber tenido mis faenas. Al final, como sabes, llevo una racha importantísima y certera con la espada, razones que me han abocado al éxito más relevante.
¿Ha pensado usted emborracharse de este éxito?
No, de ninguna manera. La dureza con la que he aprendido mi profesión me ha enseñado que, el triunfo es efímero y que por tanto, hay que saberlo digerir en sorbos muy pequeñitos; hoy estás arriba y, mañana, puedes ser un gran olvidado.
Usted, torero, que viene de familia humilde, ¿cómo interpreta eso de que, ahora, de todas las esquinas, le salgan amigos? ¿Le adoran a usted a o su cartera?
Tengo edad suficiente y, ante todo, experiencia en la vida para saber diferenciar. Yo se, de forma lamentable, lo que es el desprecio y, ahora, muchos de los que me despreciaron, quieren adularme y, eso no va conmigo; respeto a todo el mundo pero, mi mundo y mis amigos, como el de todo mortal, son los de siempre.
Algunos de sus compañeros, maestro, han logrado que un segmento importante de la crítica les adule, pase lo que pase, todo ello, claro, a golpes de billetes y, respecto a usted, según me consta, con su muleta ha conseguido que todos estemos de acuerdo por aquello de haber encontrado un torero poderoso e importante. ¿Cómo se siente al respecto?
Desde el primer día pensé que de mí, cada cual, podía decir lo que quisiera o lo que sintiera y que, con mis armas, intentaría poner a todos de acuerdo. Dinero no puedo darlo porque me cuesta mucho de ganar y, -ríe el maestro- salvo pagar aquello que compro, luego a nadie le debo nada.
Usted lo ha dicho: pagar aquello que compra. ¿Sabía usted que se puede comprar la voluntad de un hombre?
Sí, pero me parece deleznable; no es mi caso, como podrás comprender. He derramado mucha sangre por esas plazas de Dios como para que, hasta ahora, el poco dinero que ganaba, tuviera que dilapidarlo de ese modo que tú dices. Si ahora, con mis éxitos, todo el mundo está de acuerdo, alabado sea Dios.
Antes de entrar en materia, Manuel Jesús, me decía usted que le debía una puerta grande a Madrid, frase conmovedora que, por favor, quiero que me la explique.
Está clarísimo; tengo muchas puertas grandes atravesadas y, en Madrid, plaza a la que adoro, por diversas circunstancias, no he podido cruzar ese umbral maravilloso y, esa es mi deuda, conmigo mismo y con esa bendita afición. Han sido ya, desde mi época de novillero, muchas tardes en las Ventas y, he cortado orejas, pero de una en una, por tanto, sin poder saborear el dulce manjar de salir victorioso por esa puerta inigualable.
Si no recuerdo mal, maestro, estuvo usted cinco años de novillero, algo impensable en los tiempos actuales y, usted, con apenas treinta años, ha tenido una andadura a la antigua usanza. Tras aquellos años duros, difíciles, le siguió una alternativa sin relumbrón, jugándoselo todo a una carta en la plaza de Madrid; vamos, lo que se dice a matar o morir. ¿Ha sido esa trayectoria suya la que le ha empujado hacia la cima del éxito?
Como todo mortal, he sido yo y mis circunstancias; en realidad, no se si mejores o peores pero, han sido las mías a las que no renuncio y de las que me siento orgulloso.
Me han contado alguno de sus allegados que, por momentos, usted desfallecía y que, sólo los muy próximos a su persona, le ayudaron y empujaron para que, su ilusión, ser torero importante, pudiera ser una realidad. ¿Pensó en abandonar en algún momento?
En honor a la verdad, en tantos años, he tenido tiempo para todo, incluso en pensar en dedicarme a otra cosa. Durante algunos años, toreaba poco y ganaba menos; difícil panorama cuando no se tiene nada, salvo el hatillo repleto de ilusiones. Ahora, pasado el tiempo, he demostrado que pudo más mi voluntad, mi fuerza interior que todos los inconvenientes habidos en mi carrera que, por momentos, pensaba que eran todos los del mundo.
Usted, un buen día decidió bautizarse, artísticamente, como EL CID y, nosotros, y los aficionados, cuando veíamos que usted fallaba con estrépito con la “Tizona”, nos entraba una pena tremenda. Se lo digo porque, sea como fuere, todos asociábamos su nombre con la fuerza de su espada y, estábamos equivocados, ¿verdad?
Como todo el mundo sabe, lo de El Cid es justamente mi primer apellido y, así se me ocurrió, pero sin ánimos de demostrar nada que no pudiera mostrar. Es verdad que, a veces, mi desesperación era tremenda porque, sin ir más lejos, en Madrid, en repetidas ocasiones, desperdicié triunfos grandes por culpa de la espada y, como adivinarás, mi rabia era total. Quizás que, era cuestión de entrenar, de poner más fe en mi quehacer y, al final, he logrado mi propósito; ser un gran estoqueador.
Decían los toreros de antaño que, los toros, se mataban con el corazón; es decir, cuando se montaba la espada, el torero tenía que olvidarse de Dios y del diablo. ¿No será que usted se acordaba de mucha gente y no ponía el corazón en el envite?
Si tuviera la fórmula del éxito en este sentido, seguro que te la daba. ¿Te imaginas como se quedaba mi cuerpo cuando veía que por no matar el toro se esfumaba un triunfo de clamor? Era terrible. Ahora, así lo pienso, hago lo mismo y, entra la espada. Es posible que tenga más fe, no lo discuto; pero los mato que es lo importante.
Ahora, como veo, está usted empezando a pagar la gran factura que produce el éxito. Se lo explico. Cuestiones informativas al margen, veo que, en plazas donde usted ha toreado y que, por su condición de triunfador debería de estar en los carteles, le han dejado fuera. Jerez, Granada, Córdoba y algunas más que no recuerdo, han prescindido de usted. ¿Tan sobrados están los empresarios que no cuentan con usted?
Esos son cuestiones de mi apoderado; lo mío es torear donde diga la agenda. Como tú decías, el éxito es difícil de digerir y, en ocasiones, incluso mucho más para los empresarios que para el propio torero. Son cuestiones de despacho que no me preocupan puesto que, si Dios quiere, pese a todo, acabaré el año con ochenta corridas de toros y, esa cifra, te lo juro, la creía impensable.
¿Sabía usted que, en los toros, nadie es imprescindible?
Y tanto como lo sabía. Piensa que, antes de mis éxitos -vuelve a sonreír el maestro- ya se montaban todas las ferias de España y del mundo. Por esa razón de que tú apuntabas, hay que ser humilde por naturaleza. Me temo que, el apoderado, para esas plazas que tú decías, habrá pedido un dinero que creía justo y, si los empresarios pensaban lo contrario, ahí me he quedado.
Le entiendo porque, Sevilla, como usted sabe, puede dar todo el prestigio del mundo pero, lo que es dinero, un triunfo en dicha plaza, a nadie le ha aumentado su caché. Pero tengo claro que, ahora, cuando termine la feria de Madrid y usted salga como gran triunfador, todo el mundo tendrá que comulgar con su dictado. ¿Verdad?
Mi meta es triunfar y que, por supuesto, esos triunfos, los reconozca todo el mundo. Es verdad que, todo le que sale lanzado de Madrid, sale con el sello de figura.
¿Usted no querrá ser figura para matar el medio toro y olvidarse de sus hazañas con los toros de verdad?
Yo jamás renunciaré a mis principios y, por supuesto, a los toros que me han ayudado para llegar al éxito. Pero, lamentablemente, visto desde el punto de vista de aficionado, cuando un torero se convierte en figura, tiene mejores opciones para elegir los toros, los carteles y, por supuesto, las plazas.
Lleva usted razón pero, no me negará que, su toreo, su grandeza intrínseca, brilla más con el toro de Victorino, por citar una ganadería encastada que con los burros adocenados que suelen matar muchos de sus compañeros. ¿Hacia qué rumbo encaminará usted su trayectoria?
Intentaré, por todos los medios, ganarme la vida por la vía honrada y, ante todo, con la grandeza del toro.
Y hará usted bien porque, si mal no recuerdo, en Arlés, mató usted los toros del Puerto de San Lorenzo y, la bueyada resultó infame, propiciando, para usted, una tarde anodina y para el olvido. ¿Qué tipo de toros seleccionará usted en lo sucesivo?
Ante todo, me gustaría no equivocarme en la elección de las ganaderías y, apuntarme, eso sí, al toro de casta, con movilidad y con garantías de éxito.
Si sigue usted la línea que ha emprendido, con toda seguridad, el éxito, lo tiene asegurado. No desfallezca y, aunque la tarea es dura, como usted ha comprobado, a su vez, es muy gratificante. Opinionytoros, siempre lo ha tenido claro con usted y le desea que tenga todo el éxito del mundo