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Carlos Escolar "Frascuelo"  
  entrevista de Pla Ventura [ 18/02/2005 ]  
FRASCUELO, LA CALIDAD

Han pasado 30 años  -y parece que fue ayer- desde que Curro Romero doctorara a Carlos Escolar Ruiz, más conocido como Frascuelo, en la plaza de toros de Barcelona. Tarde emotiva aquella de la que, mi contertuliano de hoy, guarda un recuerdo especial. En aquel momento, el hatillo de ilusiones de Frascuelo, estaba totalmente repleto. Han pasado los años y, de su época, prácticamente, queda sólo él en activo. En todo este tiempo, decenas de toreros hicieron su aparición por los ruedos del mundo y, unos retirados y, los más, fracasados, tuvieron que abandonar la dura lucha por la torería. Lo realmente cierto es que, de aquella generación, incluso unos años antes y otros después, queda, Pepe Luis Vázquez con sus ilusiones, Antonio Sánchez Puerto con las esperanzas a flor de piel, El Inclusero con la sensación de que para él no han pasado los años y, como explico, Carlos Escolar Ruiz Frascuelo, este hombre que, tras tantos años de lucha, todavía, sigue estremeciendo a la plaza de las Ventas de Madrid donde, cada temporada, sigue siendo el torero admirado por la primera afición del mundo.

El hecho de que Frascuelo sigua en activo, sólo es producto del milagro  de su arte. Convengamos que, a lo largo de su carrera, este torero, jamás tuvo el apoyo incondicional que otros han gozado y que, por sus torpezas, a pesar de todo, tuvieron que marcharse a casa. Solo es posible aguantar  tres décadas como matador de toros, sin el sello de figura y sin apoyo alguno, como explico, ello sólo es posible gracias a su arte inmaculado. Frascuelo, en esta temporada,  pasada, una vez más, ha estremecido a la afición de Madrid, en  actuaciones memorables; siempre, acorde con las condiciones de sus enemigos pero que, tanto público como crítica, todos, a coro, cantaron las excelencias de su arte. Yo, que le conozco tanto, puedo dar fe que, para Frascuelo no han pasado los años y que, todavía, en lo sucesivo, se hablará mucho y bien de este torero de Madrid. Pero dejemos que se exprese el maestro que, con sus ocurrencias e ingenio particular, siempre, en todas las conversaciones que hemos tenido, me recuerda a los maestros de antaño que, además de toreros, eran hombres ocurrentes, geniales y, de una sensibilidad a flor de piel.

- Tras tus éxitos en Madrid, Carlos, la crítica, algunos compañeros, ignorantes ellos, les sorprendiste tanto que, de tu persona, hablaban de lo que ellos denominan como torería añeja. ¿Qué significado tiene eso, maestro?

Para ti, que conoces tanto el toreo, podrá sonarte a cursilería pero, en mi caso, lo tomo como un halago; señal inequívoca de que, mi toreo, para muchos, sigue siendo una sorpresa, algo que me hace feliz.

- Ya, torero, pero lo que me preocupa es que, muchos, viendo toros toda la vida, parece que, al verte, descubren el toreo y el arte y, tu caso, son ya 30 años impartiendo todas las lecciones que te han permitido. ¿No crees que les falta memoria a muchos y, a su vez, imaginación?

Desdichadamente, en el mundo del arte, amigo, el artista tiene que ser actualidad, de lo contrario, se olvidan de uno enseguida. Piensa que, todos no son como tú que, en mi caso concreto, en las épocas más duras, con más valor que El Guerra, aparecías en escena y cantabas mis virtudes sin que yo toreara, prácticamente, en lado alguno, algo que dice mucho a tu favor como aficionado cabal que lo eres. Sea como fuere, me alegro mucho, como antes te decía, de ser protagonista de nuevo y, de forma concreta, en la plaza de Madrid, mi plaza querida.

- Me han contado, maestro que, logros materiales al margen, hace cuatro años cumpliste la mayor ilusión de tu vida. ¿De qué se trataba?

Estoy seguro que tú lo sabes pero, quieres que sea yo el que lo cuente. Era algo muy sencillo, pero muy difícil a la vez; mostrarle a mi madre, ya que no pudo venir a la plaza, las fotos de la corrida en que salí a hombros de Madrid, hace ahora, como dices, cuatro temporadas. Pienso que, tras comprobar aquel logro por parte de su hijo, ya pudo morirse tranquila.

- De haber sido las cosas de otra manera, Carlos, podías haberle mostrado a tu señora madre una finca comprada con tu arte y con tu sabiduría torera, ¿verdad?

Lo has dicho tú muy bien y es que, los hados de la fortuna, no han querido aliarse conmigo hasta ese punto pero, todavía no es tarde. Piensa que, Antoñete, cuando tenía mi edad, tras tantos años de lucha por los ruedos, todavía no había explotado como torero inolvidable que se ha convertido tras su última y gloriosa reaparición.

- ¿Cuántas veces te has preguntado porque diablos sigues en activo con tanta traba y muchas dificultades?

Es cierto que, en muchas ocasiones, la duda me ha corroído y, hasta he llegado a pensar que era un gracioso que no servía para esto; pero claro, llegas a Madrid, compruebas como vibra el público, cómo son sus vítores en mi honor y, tras aquello, recobro la esperanza y, ante todo, la seguridad de que no estoy equivocado en mi camino y, por supuesto, en lo que son mis ilusiones.

- A ese respecto, por lo que me dices, me imagino que te dará cierta tranquilidad y mucho ánimo, comprobar como decenas de toreros que tú has conocido y que, todos, han abandonado por causas diversas. ¿Te sientes especial respecto a los compañeros que fracasaron en el intento?

No, de ninguna manera. Soy un hombre sencillo, con la fortuna de que, por el momento, el arte, sigue corriendo por mis venas.

- Si digo Perú, ¿qué me responderías?

Me encanta que me conozcas tanto y que, para nuestra conversación, extraigas capítulos hermosos de mi vida profesional. Perú es, como todo el mundo debe saber, mi segunda patria taurina; allí estuve varios años, disfruté con los éxitos, conviví con personas excepcionales, aprendí de su cultura y guardo, tanto recuerdos como emociones, para el resto de mi vida. La cultura Inca me fascinó hasta el extremo de que, en breve, deseo volver hacia aquellas latitudes, abrazar a tantos amigos como allí dejé, así como disfrutar de la belleza exótica de sus paisajes y sus gentes, todo a la vez.

- Ahora, Carlos, para crear arte, ya sabes, tienes que enfrentarte al toro grande a cambio del billete pequeño. Y, como sabes, el sinónimo que define a una figura del toreo es todo lo contrario. ¿Aspiras a ello?

De ninguna manera. Eso que me explicas me parece bastante banal; yo aspiro a que me embistan los toros y, grandes o pequeños, no me quitan el sueño; me preocupa la dosis de bravura que me puedan ofrecer, de lo demás, como he demostrado, me encargo yo solito.

- En este instante, maestro, respecto a la plaza de toros de Madrid, nos encontramos ante el  cambio de empresa. ¿Quiere esto decir que, será un comenzar de nuevo por tu parte?

Es cierto que, con la anterior empresa tuve lo que se dice un trato cordial y continuo, pero no me preocupa lo más mínimo la decisión que tomarán los nuevos responsables. Ellos sabrán lo que tienen que hacer y, ante todo, lo que para ellos será su mejor decisión. Sigo creyendo que, como artista le intereso al público de Madrid, por tanto, me temo que, la empresa que se  ha adjudicado la plaza, es decir, José Antonio Martínez Uranga “Choperita” deberá de contar conmigo; no por alto, bajo o feo, sino por torero.

- ¿Te sientes un torero “guadiana”?

Esa sería la definición del que aparece y desaparece; pero es que yo jamás desaparecí. Es verdad que, algunos años he toreado menos que otros, con esos grandes altibajos que no le agradan a ningún torero pero, amigo mío, soy torero y como no soy empresario, sigo expectante con la finalidad de hacer faenas importantes para que le pueda interesar a todos los empresarios del mundo.

- Dicen, Carlos, que cuando tú apareces vestido de torero en la puerta de cuadrillas de la plaza de Madrid, su ruedo, queda perfumado con un aroma especial. ¿Dicen bien?

Los halagos y las críticas, si son sinceros, siempre me han gustado. Es verdad que, uno, en su humildad, intenta hacer las cosas bajo el prisma del arte; de esa forma que tengo que concebir el toreo que, sin ser mejor o peor que otras, me atrevo a decirte que es distinta, de ahí el aire de expectación que pueda despertar.

- Recuerdo que una vez, maestro, te pregunté si el arte estaba reñido con las cuestiones crematísticas. Y te lo digo convencido. Es abominable que, cualquier vulgar pegapases se haya hecho rico y, toreros de arte como pueda ser tu caso, no hayan logrado un bienestar económico. ¿Dónde está el misterio?

Ser torero, desde cualquier ángulo, es muy difícil. Sepas que, son cientos de muchachos los que lo intentan y, la gran mayoría, “mueren” en el empeño. Conocemos a los cuatro que se han hecho ricos, pero no vemos a tantos y tantos que, tras quemar todas sus ilusiones, se marcharon a casa de vacío y para siempre. Para nadie es sencillo la aventura de ser torero. Estoy convencido de que, en mi caso, me faltó la suerte debida, factor determinante que, además de la valía, tiene que visitarte, de lo contrario, como te decía, se puede hundir cualquiera. Claro que, en un aspecto positivo, igual soy muy afortunado puesto que, tras tantos años como torero, todavía, a estas alturas, estoy vivo, repleto de ilusiones y, con un ambiente especial de cara a la temporada.

- No todo es malo, Carlos, te lo digo porque, algunos, quizás que hartos de sopas, no han tenido la satisfacción que tú has tenido de salir en hombros de Madrid y, a su vez, de haber rociado el ruedo de las Ventas con impagables faenas y memorables a la vez. Eso ya es un éxito grande, ¿no crees?

Son, las satisfacciones del alma, esas que no puede comprar el dinero y que llenan mi vida por completo.

- A estas alturas de tu carrera, ¿te inquieta lo que diga la crítica?

Por supuesto que no. Yo soy, quiérase o todo lo contrario, mi peor enemigo y, a su vez, mi mejor aliado. Está claro que, mientras de mis manos y sentidos siga brotando el arte, la crítica, como ha ocurrido este año, tendrá que cantarlo como a su vez, lo coreaban el público de Madrid. De cualquier manera, lo que diga un crítico, puede ayudar, cuando menos, para la satisfacción personal; pero jamás un crítico puede destruir a un torero, como las pruebas han demostrado.

- ¿Dónde radica el secreto de tu arte?

Yo diría, más concretamente, el secreto del arte. Pues está muy claro: en esta bendita profesión, teniendo arte, es la única en el mundo que, en “cinco minutos” cambia el curso de la vida de un individuo, como tantas veces se ha demostrado. Me queda el convencimiento de que, en esta temporada, si me embiste un toro en Madrid en la feria de San Isidro, al final de la siguiente temporada, podríamos conversar en mi finca de Madrid. Esa es la grandeza de esta profesión; hoy puedes no tener nada y, mañana, tenerlo todo.

- Pobre del que no sepa soñar. Lo dijo Facundo Cabral y, a ti, por lo que veo, te queda mucha capacidad para los sueños y, a su vez, convertirlos en realidades. Ahora o nunca, ¿verdad?

Digamos que, ahora, y siempre. Ha sido la máxima que me ha alimentado durante toda la vida y, como hemos dicho, tras muchos años, héteme contigo y, lo que es mejor, con inigualables expectativas para el próximo año.

- Ahora, Carlos, como sabes, todo el “mundo” quiere ser famoso, entre ellos, la farándula al completo. ¿Te preocupa eso de ser famoso?

Es que, Dios mío, famoso o popular, lo puede ser cualquiera, hechos cantan a diario. Lo que resulta más difícil es ser artista y demostrarlo, pero en todas las facetas. Lo de la popularidad de las televisiones es algo tan efímero como estúpido que, cualquiera, con decir que se ha acostado con la vecina, contado esto en una televisión, pronto se alcanza la popularidad. Lo difícil es triunfar como artista, algo que es lo que tengo trazado como meta. Yo deseo el triunfo en mi mundo; si luego, en la esquina de la plaza, no me conoce nadie, mejor que mejor. Pero si quiero que, en mi mundo, en el que me desenvuelvo, ser torero admirado, pero siempre, como explico, por las razones de mi arte.

- ¿Te gustaría morir de una borrachera de arte?

No sería mala cosa. Pero si debe ser apasionante que, un día, un toro, me dejara estar veinte minutos dándole pases y haciendo vibrar a los aficionados, aunque el presidente me enviara los tres avisos reglamentarios.

- ¿Qué consejo les darías a los que empiezan?

No es lo mismo predicar que dar trigo: me explico. Es muy difícil aconsejar puesto que, lo que a uno le sirve, al otro no le hace falta. Es como si, por decir algo, a mi me aconsejaran que, para lograr el triunfo definitivo, que diera el salto de la rana o cosas parecidas; ni me sirve ni lo haría. Pero si les diría a los jóvenes que empiezan que, ante todo, procuren no imitar a nadie; ser ellos mismos puesto que, no existe mayor desdicha que vean en ti el retrato de otro, sencillamente, porque de mis imitadores serán mis defectos. Que todo aquel que quiera emprender la aventura por ser torero, que sepa y piense que, está sumido en la profesión más difícil del mundo, por tanto, la que más gloria o desdicha se pueda encontrar.

Gracias, Frascuelo. Que siempre te vaya bonito y que, por fin, el éxito, sea tu mejor aliado.

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