Acabado el mes de enero de este nuevo año las aguas bajan más revueltas que en 2011. Nada ha mejorado en estos primeros días y, lo que es peor, sí ha empeorado. Parece que el mundillo del toro no tiene solución y si la tiene no les debe de gustar a ninguno pues todos tiran hacia el lado contrario del elemento que sostiene la Fiesta: El Toro. De ese, del toro, no habla nadie y parece que es un convidado de piedra, o de peluche, al que no merece la pena dedicarle unos minutos. Otros temas, básicamente mercantiles, ocupan las páginas de los medios y como serán que llegan a ocupar hasta los medios generalistas. De entre tanta pelea por los derechos de imagen a nadie se le ocurre mencionar los derechos del toro y se tiene armado un buen lío, donde los toreros arremeten contra los empresarios, éstos contra la inoportunidad de los otros para plantear ese tema en estos momentos, la empresa que les gestiona el tema, ajena a lo taurino, se esmera en defender a sus clientes, mientras que las empresas, a su vez, defienden sus intereses. La televisora que tiene contrato para las retransmisiones queda agazapada a la espera de que los demás resuelvan sus diferencias y no dice ni pío. Todos llevan razón, seguro, pero no tienen el coraje de mirarse a la cara porque siempre se están mirando el ombligo. Y no se vislumbran mejores tiempos ya que todos se acusan entre sí sabiendo muy bien lo que defienden cada cual. Los aficionados asisten perplejos a esta bronca y ya están dispuestos a que les den los tres avisos y vayan todos al corral. No sería una mala solución y un punto de partida para empezar de nuevo. Unos y otros están viciados por los antecedentes de una fiesta que ha ido a la deriva por la inacción y la comodidad de sus protagonistas principales. Lo bueno entre todo este lío es que puede generar oportunidades para ofrecer otro tipo de espectáculos y eso no está nada mal. Que los toros de mazapán y sus toreros adictos queden a un lado en determinadas ferias o, al menos, se den otro tipo de encastes puede proporcionar esas oportunidades a esos ganaderos y a otros toreros dispuestos. Sin este lío no estarían anunciados Urdiales y Castaño en sendas encerronas en Nimes, ni varios duelos de Fandiño y Mora. Una forma de solucionar las empresas sus asuntos económicos pero que puede ser que revitalicen, sin pretenderlo o tenerlo entre sus objetivos (por qué no lo hicieron nunca antes), el adormecimiento existente en muchos años atrás. Lo cierto es que las cabezas más gordas, sin pretender ofender, de cada uno de los escalafones profesionales del taurinismo, deberían sentarse juntos a poner los puntos sobre las íes. Los ganaderos deberían aprovechar para hacerse independientes de verdad y los aficionados tomar definitivamente partido por el toro que es al que todos usan y que casi nadie respeta. La ILP si llega a buen fin llegará con más pena que gloria, mientras se escenifica la pelea, incluidos golpes bajos, de los que supuestamente se pretende defender. Un ejercicio bastante patético, y ofensivo para el aficionado, el que estamos viviendo. Con estos comportamientos, lo correcto sería que todos fueran ¡¡al corral!!
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