En días pasados se ha aprobado el cambio. El mundo del toro se abre hueco en el Ministerio de Cultura de España. Así lo dispone el Real Decreto aprobado por el Consejo de Ministros el 29 de julio.

Así lo querían los profesionales, también el conjunto de los aficionados lo demandaban desde siempre, y así lo asumió un gobierno que curiosamente toca a su fin y hace el anuncio de elecciones el mismo día que se aprueba el decreto. Curiosa coincidencia para y por un gobierno que no ha hecho nada a favor de la Fiesta. Lo de Cultura veremos en qué queda.

Traspasadas a las Comunidades Autónomas las competencias en materia de espectáculos públicos y la correspondiente a la actividad policial, quedan para el Ministerio de Cultura la promoción y fomento de los toros, los estudios y el análisis de dicha materia, así como el registro de profesionales del sector y el Secretariado de la Comisión Consultiva Nacional de Asuntos taurinos.

Sin cuestionar a priori nada de dichas competencias, que tienen aspectos positivos aunque simbólicos, ya que no se proclama la Fiesta Bien de Interés Cultural, que evitaría ataques como el de Cataluña, ni produce la solicitada reducción del IVA, no imaginamos cómo van a promocionar y fomentar los toros si no les gustan o no le prestan ninguna atención. Quizá ese cambio de gobierno a llegar le venga como anillo al dedo al decreto para que de verdad tome el rumbo y el contenido debido.

Esa es asépticamente la noticia recibida con alborozo, como hemos dicho, por profesionales y entidades taurinas. Parece un logro de primera magnitud, pero de entrada echamos de menos lo que ya viene faltando desde hace muchísimo tiempo: Ese comité de disciplina que ponga orden en tanto desorden. Las competencias divididas en distintas administraciones es posible que beneficie la actividad sin control que tanto quieren algunos y de la que ya se han pronunciado en esa dirección.

Sin embargo, desde Opinionytoros, debemos dudar de la eficacia de la medida adoptada, toda vez que en nada se recogen en ella los peores males y necesidades que aquejan a la Fiesta. Estos no son otros que la proliferación del monoencaste, el deterioro de la presentación del ganado excepto en unas pocas plazas, la desprotección en general del ganado de lidia, el cerrado abanico de toreros para llenar los carteles, la falta de sanciones por incumplimiento de los reglamentos, y hasta el enfrentamiento general del mundillo contra quienes representan la autoridad en las plazas, presidentes y veterinarios. No vemos el que se ponga coto a todo esto, que socava la esencia de la propia Fiesta. El toro será, una vez más, el desprotegido y con ello flaco favor le hacemos a la susodicha Fiesta.

Ni un solo año sabemos de las sanciones impuestas, en el fútbol si se sabe cada semana, por los distintos incumplimientos, de ahí que existan dudas sobre la efectividad de una protección de una Fiesta auténtica, que sería la única manera de fomentarla sin ambages ni disminuciones de ningún tipo.

Si nadie va a exigir el toro íntegro y el toreo auténtico, seguiremos viviendo de la representación, casi a modo teatral, del rito de la vida y la muerte representado por toro y torero. A lo mejor nos equivocamos y es el mejor sitio, el Ministerio de Cultura, para que quede protegida una parodia de la Fiesta. No le vemos a ese Ministerio con ganas de poner orden; eso sí, hemos de reconocer que tampoco lo ha hecho nunca el Ministerio del Interior.

Nos vamos a Cultura y eso ha gustado muchísimo. A nosotros, tal como se plantea todo, nos daba lo mismo haber pasado al de Industria, lo mismo le cuadraba mejor.