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Cuando estas letras vean la luz habremos traspasado la pequeña distancia que hay de un año a otro. Esos momentos mágicos en los que a todos nos gusta soñar, pedir un deseo o, simplemente, sentirnos felices de ver el nuevo amanecer de los 365 días venideros.
En nada suelen ser fáciles esos centenares de días nuevos que nos disponemos a caminar, pero hemos de ceñirnos, en este nuevo Editorial, a lo taurino solamente. No es que 2019 nos suponga un cúmulo de esperanzas, pero esa esperanza es lo último que debemos de perder.
Mimbres quedaron de 2018 que nos han de animar a confiar más que años anteriores para que, aunque sean pocos, unos cambios dinamicen la aletargada Fiesta Brava. Hemos de confiar, ya que de lo contrario estaremos abocados a un callejón sin salida.
Y nada debemos esperar desde fuera, donde quienes no nos atacan tampoco hacen nada por defendernos. En resumen: Nosotros solos hemos de salir del lío en el que estamos metidos.
Decíamos que hubo mimbres el pasado año que nos señalaron el camino a seguir… si es que queremos que la Fiesta que amamos no se la lleve la corriente.
Nuevos métodos para hacer carteles a través del sorteo puro y nuevos toreros como máximo aliciente para recuperar la ilusión para acudir a las plazas. Esas dos piezas serán básicas para enderezar parte del rumbo.
La otra, necesaria y tan olvidada, es la imprescindible presencia en los festejos de todos y cada uno de los encastes que pueblan la cabaña de bravo. No bastará con que se programen de vez en cuando ‘desafíos ganaderos’, hay que cultivar esa experiencia para que se abone la temporada entera. Cerrando ganaderías o abandonándolas a su suerte no ganaremos el futuro.
Tanto las ganaderías como los toreros que encabezan todas las ferias y los escalafones están demasiado vistos. Es imposible que sean el banderín de enganche por mucho que desde la prensa afín se les diga que ‘tiran del carro’. Con su pertinaz y reiterativa obsesión por encabezarlo todo, lo que han conseguido es tirar el carro, desnaturalizando la propia Fiesta, dejándola en una aburrida y machacona reiteración, sin matices ni emociones.
Asi que es momento de soñar, con los pies en el suelo, de que algo se puede cambiar, siempre que no se escoja el camino ya conocido básicamente por su incapacidad para generar ilusión. Cambien señores taurinos, al menos podremos, y debemos, explorar otros caminos.
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