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Al igual que todo el toreo mundial, nosotros, nos encontramos ilusionados ante el evento de mayor trascendencia del mundo en materia taurina, que no es otro que la feria de San Isidro de Madrid. Es, como diría un castizo, la feria de las ferias y, aunque para algunos pueblerinos pudiera sonarles a remoquete, tendremos que convenir aquello de que, el toreo, nunca sería igual sin la feria de Madrid. Todo el devenir de dicha feria, aunque muchos no lo crean, marca la pauta de muchas cosas; no todas las que los aficionados más exigentes quieren, pero sí muchas que son significativas. Cierto es que, para los de siempre, nada cambiará; es decir, algunos, hagan lo que hagan, seguirán toreando las tardes que les de la gana, sencillamente, porque están apoyados por el poder; algunos, como ocurriera el año pasado, lograrán la rotundidad del éxito y, este año, no ha sido aval suficiente. Convengamos que, injusticias, en Madrid, también se cometen. Al margen de todo cuanto ocurra en las Ventas, a fin de cuentas, tendremos que reconocer que, pese a todo, Madrid reafirma muchas cosas; entre ellas, a los toreros importantes, especialmente, a los que quieren serlo de verdad. Ahí está el caso de El Cid que, tras luchar unos años de forma despiadada por los pueblos sin gloria y sin dinero, gracias a Madrid, a su empuje y a su valoración, todo ello, al paso de los años, le ha servido para que, desde cualquier parte del mundo taurino se le reclame con toda justicia. Con toda seguridad, como ocurre cada año, encontraremos la sorpresa grata que, de nuevo, nos ilusionará. ¿O acaso alguien daba un duro por Serafín Marín antes de que este torero hiciera el paseíllo en las Ventas? Este es el milagro y el misterio de esta plaza singularísima que, a Dios gracias, en nada se parece a las del resto del mundo. Madrid y Mayo, no puede ser de otra forma. Vivimos la primavera y, en esta bendita estación en que empiezan a florecer las plantas, en el toreo, igualmente, florecerán aquellos que, con sus triunfos, logren emocionar al entendido público de la capital de España. Para algunos, tras el rodaje de las primeras ferias, les llega el examen importante; explicar en dicho ruedo los motivos y circunstancias por los cuales se ha venido a Madrid; para los más, Las Ventas será la plaza soñada puesto que, pese a las trabas que el taurinismo les quiera imponer, un triunfo en Madrid, aunque sea a la larga, al final, tiene su merecido. Convengamos que, en mayor o menor medida, veremos al toro íntegro y al torero capaz, motivaciones que nos colman de alegría puesto que, en el resto de España, siempre tendremos más de lo mismo. Todos estamos pendientes de Madrid; el toreo de todo el mundo vendrá a dicha feria porque, aunque a muchos les pese, dentro de todo, saben que, cuanto aquí ocurra, para nada lo verán en sus plazas de origen, de ahí, la expectación mundial de dicha feria. Es la magia de una feria que, de antemano, se presupone como la feria de la verdad, del compromiso auténtico con los cabales. Y esa es nuestra meta desde siempre, el gran compromiso con el aficionado y la verdad, algo que, por lógica, entendemos que se dará cita en la plaza de Madrid.
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