Acabó la feria de Bilbao, este año programada para finales de mes, y la misma nos ha dejado algunas señales que podemos llamar de inequívocas.

Todo es relativo, nada es absoluto, y a ello se agarran quienes quieren retorcer las situaciones. Vamos, que todo se convierte en una visualización, la que quieran contarnos. Evidentemente quienes tienen un medio más poderoso e influyente tienen más oportunidad de ofrecer más grandes las visualizaciones.

Pero esas mismas visualizaciones también permiten a los demás tener una imagen clara, diáfana, de lo que sucede. La imagen es tan diáfana que se observan todos los detalles.

Toros y toreros son la materia de la que se imparten las visualizaciones y que fácilmente quedan distorsionadas en cuanto se contemplan objetivamente. Por ejemplo, a la forma de matar de El Juli la llaman contundente, pero no se atreven a adornarla con otro cualquier calificativo mejor, ni peor, el de ventajista como mínimo. Quién de los televidentes, ajenos a la exigencia y la pureza de las suertes, va a observar -si no se lo indican- el salto lateral del torero para evitar y permitir la embestida del toro y una vez pasado el pitón volcarse sobre el lateral, de ahí que las estocadas sean traseras, a toro pasado. A eso, un colaborador de esta casa lo bautizó como julipié. ¡Ah pero como son contundentes!

Esas cosas, visualizadas cien veces, sin la observación precisa, impiden que el público vaya formándose adecuadamente, pero si permite que vayan recibiendo la formación que realmente interesa a la causa.

La feria de Bilbao nos ha permitido visualizar varias cosas, entre las que se encuentra la bajada del trapío de los toros. Pero luego eso no impide que se regalen lisonjas y calificativos a quienes han gozado de esas ventajas. Se ha llegado a pedir, casi rogando, que el presidente del festejo se una a la fiesta y retire toros que no van a servir al triunfalismo reinante. Si el público se ha enfadado desde el principio (por el trapío), dicen, es mejor cambiar el signo de la tarde echando el toro para atrás por supuesta invalidez. Lo inválido es el trapío y a ese se llega a través de la elección por parte de los espadas de los toros a torear. Claro que cuando el enfado es de los aficionados de Las Ventas lo que se suele decir es que es mejor esperar… los toros mejores son los que al humillar, más se suelen caer, ese es el comentario. Ese público de Madrid no les merece el mismo respeto, ya que ese público se sospecha que no va a favor de obra, de las figuras fundamentalmente.

Esas visualizaciones, antes podrían llamarse ‘que se les ve el plumero’, dejan en evidencia a quienes las pretenden, aunque tristemente hay que reconocer que consiguen su objetivo de cara a evitar que los espectadores vayan adquiriendo conocimientos. A público más fácil se allana el camino de quienes esto solo lo ven como un negocio. De ahí que quienes participan de él desde la tribuna que sea, no quieran que el chiringuito se les hunda.

Pero se hunde. Ni un solo cartel de Bilbao, ni de todo el agosto en ferias, ha logrado el lleno de dejar gente en la calle y, mal que nos pese, eso tiene un significado. La ecuación no se sostiene: a más desinformados como espectadores y menos aficionados como tales, es más la sangría que el aumento de personal en los tendidos. Consiguen lo que desean, público de paso, pero no que sea el suficiente que palie la huída de aficionados para sostener el negocio, con lo que vamos a pasos agigantados hacia el abismo. Eso sí, con todas las ventajas para los protagonistas que ocupan el poder. Ya que se va de culo, por lo menos que sea cuesta abajo, haciendo el mínimo esfuerzo.

Para terminar, desde OyT tenemos esta otra visualización: Sin esfuerzos ante toros en plenitud queda en ridículo la capacidad de los toreros para interesar. De ahí nuestro empeño en perseguir el objetivo: Toro íntegro y Toreo auténtico.