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Como cada año que termina se desea que sea de la mejor manera posible. Al tiempo, nos acompañan las fiestas más entrañables del mundo, la Navidad. Todo hace posible que los deseos individuales y colectivos durante este último mes del año sean acompañados de una invitación a que sean felices.
Eso esperamos todos, un final feliz. De salud, de trabajo, de dinero, de familia, también de toros. Para cumplir los primeros deseos nos encomendamos a Dios, a la lotería, al espíritu navideño, a la reconciliación con familiares y amigos, a la suerte de encontrar, por fin, el trabajo buscado a lo largo del año, y así un largo etcétera.
El capítulo de los toros es mucho más difícil de manejar. No basta con querer tú que sean como debe ser, existen muchas piedras en el camino. Desde políticos hambrientos de popularidad a la contra -que es la que les genera más votos y adeptos- hasta profesionales hambrientos solo del vil metal, única causa por la que están en la profesión. Entendible en todas las profesiones, pero…
Decimos que es entendible, pero como ha dicho reciente el Papa Francisco: La verdad es la verdad y no debemos esconderla. Se puede llegar a muchos finales, tantos como intereses tengan los participantes profesionales del mundo del toro, incluso para los enemigos de la fiesta, pero está claro que los aficionados están con el Papa Francisco. Como aficionados solo desean eso: La verdad. Entonces sí sería posible un final feliz.
Y la verdad en este mundillo es que hay mucho mercader, más que profesionales. Se ha mercadeado con todo y a todos los niveles y los resultados son los que son, por eso no puede esconderse la verdad. Para poder ganar un momento mejor que el que disfrutamos, -perdón, padecemos- no se puede esconder por más tiempo la verdad. Esa que dice que el toro se ha puesto, y criado, al servicio del torero, evitándole disgustos pero restándole méritos. Si a una carrera como la del torero se le restan los méritos, lo que queda es bastante poco.
Se le evitan disgustos en el recorrido individual y personal a los que mandan en esto, pero se ha creado un disgusto mayor en quien sostiene el tinglado económico, los aficionados. Un disgusto tan grande que hace peligrar, ya no lo decimos nosotros, lo dicen los propios empresarios taurinos, la continuidad de la Fiesta.
Un final feliz es lo que todos deseamos pero para eso es necesario no esconder la verdad, que es tozuda como nadie: Cada vez hay menos interés en acudir a ver la parodia que se representa del toreo.
Para todo lo demás, desde OyT les deseamos un final feliz para acabar 2014. Lo de los toros, escondiendo la verdad no será feliz su final. Gracias un año más por seguirnos.
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