|
Tras del indulto de ‘Idílico’ hace unos días en Barcelona a manos de José Tomás, se ha abierto un encendido debate sobre que posición debe adoptarse con esto de los indultos. Es cierto que se indulta en demasía y que no existe una vara de medir tal evento, por lo que cada cual y en cada lugar hace lo que le viene en gana ya que ello da esplendor y apariencia de éxito en donde se realiza. A los ojos de los aficionados esto oculta la gran verdad, que no es otra que hay que oficializar que el toro moderno es el colmo de lo mejor que hay del toro de lidia. Eso es falso a todas luces y, se repite, lo que se quiere es hacer creer que el toro colaborador con el torero es aquél que merece el indulto. Vamos como si en la vida diaria se quisiera hacer buenas las dictaduras a través de hacer indultos a aquellos que colaboran con la causa. No se si les suena, pero a alguno le irá sonando. Eso, en sí mismo, es una atrocidad. Puestos a escoger, sólo con un criterio, habría que hacerlo con aquél que volvió loco al torero y no se dejó dominar, como ejemplo de la parte de lucha que le ha de corresponder al toro en la pelea con el hombre. Como eso sería también una radicalidad, habrá que acudir a la raíz del toro de lidia que fue siempre la bravura. Esa prueba inequívoca, la daba, fundamentalmente, la suerte de varas. En ella se veía si el toro se crecía ante el castigo y daba carta de naturaleza a la única condición que le hace distinguirse del resto de animales. Luego esa bravura podía tener diferente desarrollo en el encuentro con el hombre de a pie; de ahí que siempre hubiera que pensarse en que las manos y muleta del torero habrían de domeñar su empuje y, una vez sometido, la creación de la obra artística si así había sido y era posible. De lo contrario dominar sus embestidas y a matar. La derivación hacia ese toro que permite al torero estar bien, se ha convertido en estar cómodo delante de la cara del toro domesticado genéticamente, por lo que ya nadie vemos una faena de las llamadas de poder, no son necesarias. Cuando lo son, lo que no hay es torero capacitado para hacerlas. En resumen, parece ser: esto son lentejas. El toro que que se nos presenta es ese que genéticamente se ha criado para mayor gloria del torero, limándole aquellos aspectos que le hacían diferente al resto de animales, incluso podíamos decir animales de compañía. Amigo del hombre, amigos de los toreros, eso es lo que se premia hoy en día. Alguien podrá decir que no es igual, pues el toro aún así puede herir, pero no es menos cierto que perro con amo también puede morder y gato en casa, arañar. Por eso queremos trasladar este debate y una encuesta a los aficionados, a los lectores, sabedores de que ahí surgirán comentarios que nos darán idea del cómo se ve esta indultitis que nos toca vivir. |
|