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No son pocas las veces que se plantean problemas en los reconocimientos de las reses a lidiar. Aún cuando no es de dominio público en la mayoría de los casos, sí es cierto que son muchas las ocasiones en que determinadas presiones obligan a discrepar abiertamente entre presidentes y veterinarios en cuanto a qué decisión tomar. Opinionytoros ha querido profundizar en este tema y para ello hemos contado con una voz autorizada. Pedro Antonio Naranjo Fernández ha ejercido durante varios años, con muy buena nota, -esto lo decimos nosotros- la presidencia de una plaza de toros de capital de provincia. Por determinadas y extrañas circunstancias ya contadas en este Portal, fue cesado en su puesto, lo que desencadenó la renuncia de su compañero suplente en señal de solidaridad. Nos parece que su opinión puede ayudar a posicionarnos en este debate sobre la idoneidad de que pudieran ser sólo los veterinarios los que tuvieran la última palabra a la hora de decidir las reses a lidiar, o si por el contrario, esa voz última, debe seguir quedando en manos del presidente. Esperamos sus comentarios y votación a la encuesta que le acompaña. APROBACION DE LAS RESES A LIDIAR: ¿INTERVENCION DEL PRESIDENTE, O SOLO RESPONSABILIDAD DE LOS VETERINARIOS? Ante todo, para que veterinarios y presidentes (sean policías o no) desarrollen su labor han de tener necesariamente la condición de auténticos AFICIONADOS, y además ejercer de tales con lo que esto conlleva, aparte de poseer sobrada capacidad para el desempeño de sus funciones. Han de tener ambas partes el suficiente criterio, libertad e independencia como para soportar estoicamente los embates de las continuas presiones (sobre todo los presidentes) encaminadas a torcer las decisiones tomadas con arreglo al Reglamento, para beneficio de las mismas partes de siempre y en perjuicio también para los de siempre: el toro y el espectador. Que no ocurra lo que actualmente viene siendo una rutina, precisamente como consecuencia de la alevosa falta de afición: presidentes que rescatan toros rechazados previamente por el equipo veterinario, y equipos veterinarios que presentan informes favorables de reses que debían haber rechazado. Resultado en ambos casos el mismo: lidia de toros inválidos que en muchas ocasiones hay que apuntillar en el ruedo. El criterio se consigue, aparte de las dosis necesarias de personalidad y carácter, con los conocimientos en la materia por parte de los presidentes, no sólo en cuanto a Ley y Reglamento Taurinos, Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, Ley General para la Defensa de los consumidores, etc… , sino también, presidentes y veterinarios (por el hecho de ser aficionados) acerca de las reglas y suertes del toreo, la ganadería brava en general; es decir, la morfología del toro y los encastes, la evolución del toro de lidia, su crianza, los reproductores, el herradero, la tienta, la problemática actual del toro, la casta, el trapío, las marcas señales y las capas, asociacionismo taurino de los aficionados…etc. La libertad e independencia viene dada por una retribución económica simbólica para los veterinarios y nula para los presidentes. No puede ser de otra manera, ya que solo lo justifica la auténtica afición, el hecho de aguantar presiones por alguna de las partes interesadas, y expuestos de continuo a críticas del público (las más de las veces justificadas) pero a veces inmoderadas e incluso violentas, a las que cualquiera no está acostumbrado. Es indiscutible que el veterinario es el profesional cualificado que por sus conocimientos técnicos específicos está facultado por encima del presidente y de cualquiera, para apreciar las condiciones de una res desde el punto de vista físico, y calibrar su estado para llegar a conocer en los corrales y en la medida de lo posible si están mermadas o en plenitud, estando en función de esto el informe que ha de presentar al presidente. El presidente, aparte de otras responsabilidades, tiene la de proteger los intereses de cuantas partes intervienen en la fiesta o asisten a ella, y evitar el abuso de una o varias sobre las demás, en su propio beneficio. Dicho sea de paso y como nota humorística recordemos a Díaz Cañabate, quien dijo en cierta ocasión que por las presidencias de las corridas deberían pasar cuantos aspiran a un cargo político como auténtica escuela de administradores públicos. Concluyendo: Sí, intervención de los presidentes en la aprobación de las reses a lidiar, previo informe de los equipos veterinarios, PERO todos AFICIONADOS. |
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