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Una vez más, les presentamos un nuevo tema a debate y hoy tenemos el placer de contar con Juan Antonio Arévalo, aficionado cabal y riguroso conocedor de nuestra fiesta; una de las voces y de las plumas más honestas y acreditadas del panorama actual para hablar de toros. Abonado a la grada del 7 de Las Ventas desde hace muchos años a la que acude muchas tardes desde su Valladolid natal a presenciar, sin estruendo ni vocerío, los festejos venteños siempre con la pasión y el certero juicio del observador honrado e independiente. Presume con orgullo, no carente de nostalgia, de haber sido amigo íntimo del gran escritor Joaquín Vidal. Juntos forjaron una sólida amistad, a lo largo de los años, en la que el tema taurino, entre otros, ocupó muchas conversaciones mientras paseaban las tardes de toros calle Alcalá abajo hacia el coso de Las Ventas. Observando y escuchando hoy a Juan Antonio parece que recuperamos, en cierto modo, las palabras sabias y la aguda mirada de Vidal. Abogado de profesión y político por vocación pertenece al PSOE. Ha sido elegido senador por Valladolid desde la primera legislatura en 1979 hasta el año 2000. En la Alta Cámara fue Presidente de la Comisión de Presidencia e Interior y desde ese cargo realizó un importante y realista análisis sobre la fiesta Estudio sobre la situación actual de los toros (1983-84), trabajo fundamental y riguroso para conocer la problemática taurina. Ha escrito numerosos artículos sobre el tema entre otros su aportación, en calidad de amigo entrañable, en el homenaje que se le tributó a Joaquín Vidal al año de su muerte y que se plasmó en el libro Con su permiso don Joaquín editado por la asociación El Toro de Madrid; además, en ese acto tomó parte activa desde la mesa del Aula Cultural de Las Ventas. Últimamente ha pronunciado una interesante conferencia en el Aula de Tauromaquia de la Universidad San Pablo CEU, bajo el título La última Tauromaquia: Domingo Ortega, Rafael Ortega, Joaquín Vidal. En la actualidad, pocos, muy pocos son capaces de decir y hacer desde su tribuna de intelectual tanto por la defensa de la verdadera tauromaquia; esa que cada tarde soñaban mientras caminaban a la plaza, dos amigos, grandes aficionados, unidos por ideales altos y limpios. Hoy, para Opinionytoros, nos ilustra con unas pinceladas, como lo llama él, sobre la política en los toros. Nadie mejor que él para hablarnos de este tema que, sin duda, hará las delicias de quienes lo lean. Como siempre, al final de este “División de Opiniones”, los lectores tendrán ocasión de posicionarse en un debate abierto. Participar activamente es la mejor herramienta que podemos ofrecerle a nuestros visitantes y amigos. "PINCELADA DE POLITICA EN LOS TOROS"
La Fiesta de los Toros siempre ha contado con el impulso o la negación, el control y la vigilancia, la ordenación y la penalización de las Administraciones Públicas. El recorrido histórico es muy largo y la intensidad muy desigual. Concretémonos en lo que hoy sucede o ha sucedido en los últimos años, a grandes rasgos. Desde el año 1991 cuenta la Fiesta con una ley, que es la única que hasta hoy se ha aprobado sobre esta materia. Fue elaborada cuidadosamente en el Senado y en el Congreso de los Diputados. Contó con la colaboración de todos los grupos parlamentarios y hoy es el resultado legal de la iniciativa política de más alto rango fruto de la realidad de la Fiesta. Se tuvo en cuenta el mal que la acecha, que no son los antitaurinos, sino el fraude en forma de descastamiento de la ganadería llamada brava y las manipulaciones, afeitado y tratamientos de reducción de acometividad y fuerza. La política fijó así su preocupación por la Fiesta. Después vinieron los textos reglamentarios hasta el vigente de 1996. Pero los espectáculos taurinos son en la actualidad competencia de las Comunidades Autónomas, alguna de las cuales, como la de Madrid, son propietarias de cosos taurinos. La responsabilidad política está por tanto muy repartida, sin que ello signifique que el Estado puede, y debe, poner el máximo interés en el cumplimiento de la ley de 1991 y en la aprobación de otras leyes, si se cree necesario. Seguramente el más oportuno empuje a la verdad y autenticidad de la Fiesta se dio en el estudio que se realizó en el Senado los años 1983 y 1984. Comparecieron toreros, ganaderos, empresarios, médicos, veterinarios, presidentes de plazas de toros, etc. Se trataba de conocer la situación real de la Fiesta, incluidos vicios y defectos. Aquello significó un considerable empuje no exento de críticas y rechazos por quienes veían venir un impedimento a sus fechorías que tan buenos resultados les estaban dando y tanto perjudicaban a la verdad y autenticidad de la Fiesta. El campanazo puso en guardia al taurinismo sin escrúpulos que no ocultaban su miedo gritando: “Estos políticos viene en serio”. De esta manera la Fiesta contó con la mejor ayuda que la política la podía aportar: Velar por la limpieza, la honradez, la autenticidad de una Fiesta única en el mundo. Pero no todo es favorable a la Fiesta desde la política. Si se ocultan los vicios, si no se defiende la verdad, si se abandona al aficionado a su protesta, muchas veces callada, la política será culpable de la decadencia, compartiéndola con los que desde dentro del espectáculo sólo se preocupan d beneficios fáciles. Disminución de riesgos, incluidos los riesgos del toro bravo. La política y sus administraciones tienen que respetar la realidad, que en este caso es la Fiesta de los Toros. Los políticos pueden ser aficionados o no, partidarios o no de su existencia y ello se reflejará en la defensa o desidia por la autenticidad de este espectáculo. La trascendencia no es de los gestos antitaurinos, que suelen ser interpretados y utilizados con exageración, falsedad y desacierto. Lo que importa es que los políticos y los taurinos velen y defiendan la Fiesta sin fraudes, ni mentiras ni complacencias que la denigren. |
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